ROMA, 01 Jul. 16 / 06:06 pm (ACI).- Karen King, la historiadora de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), que en 2012 causó revuelo al afirmar que existía un “Evangelio de la esposa de Jesús”, según un papiro copto, admitió cuatro años después que era falso y que su fuente era Walter Fritz, un individuo que ha incursionado en la egiptología, venta de autopartes y en la producción de películas pornográficas.
King, que enseña Historia Eclesial, dijo que llegó a esta conclusión luego de leer la investigación de The Atlantic sobre el origen del mencionado papiro, diciendo que “inclina la balanza hacia la falsificación”.
Fritz era la pieza perdida de un rompecabezas que había confundido por cuatro años al mundo académico sobre la autenticidad del papiro cuyo tamaño es de 4,5 centímetros de alto por 9 centímetros de largo, con una escritura que sería del copto antiguo y que, según afirmaban, iba a afectar al cristianismo.
Sin embargo, el mismo Fritz envió una carta al periodista de The Atlantic para revelarle que era el dueño del papiro. “Yo, Walter Fritz, certifico que soy el único propietario de un fragmento de papiro (...) que fue llamado ‘Evangelio de la esposa de Jesús’”.
"Garantizo que ni yo, ni ningún tercero ha inventado, alterado o manipulado el fragmento y/o su inscripción de manera alguna desde que fue adquirido por mí. El dueño anterior no dio indicaciones de que el fragmento fue manipulado”.
King obtuvo el papiro en 2011, acompañado de la copia de un contrato de venta firmado, que a la vez mostraba que Fritz se lo había comprado en noviembre de 1999 a un hombre llamado Hans Ulrich Laukamp, a quien conoció en Alemania y con quien tenía negocios conjuntos.
Una nota manuscrita en el contrato dice que "el vendedor (Laukamp) entrega fotocopias de correspondencia en alemán. Los papiros fueron adquiridos en 1963 por el vendedor en Potsdam (Alemania del Este)”.
Según el artículo de The Atlantic, en 1995 Fritz estableció una compañía llamada “Nefer Art” (“nefer” es una palabra egipcia para “belleza”). Además, estuvo afiliado al Instituto de Egiptología de la Universidad Libre de Berlín, la cual también empleó a un hombre de nombre Peter Munro.
El nombre de Munro también se menciona en el paquete que estaba con el papiro entregado a King. Fue él quien analizó los documentos de Laukamp. Munro murió en 2006 y durante su análisis del papiro en 1982 escribió que "el pequeño fragmento (...) es el único ejemplo de un texto en el que Jesús usa un discurso directo con el que refiere tener una esposa, y que podría ser la evidencia de un posible matrimonio”.
Cuando se le preguntó sobre la carta de Munro, Fritz dijo a The Atlantic: "No puedo hacer comentarios sobre cualquier problema que tenga con esa carta (...) recibí una fotocopia de alguien, y ese es el fin de la historia”.
Sin embargo, Rene Ernest, hijastro y abogado que representó la herencia de Laukamp después de su muerte en 2002, advirtió que este no estaba interesado en antigüedades y no los coleccionaba.
Además, señaló que en 1963 vivía en Berlín Occidental y que en ese entonces los alemanes de occidente solo podían ir al lado oriental enNavidad para visitar a sus familias. Cualquier violación de esta norma podía significar cárcel o una posible ejecución si eran descubiertos con documentos con aparente escritura encriptada.
Cuando se preguntó cómo la firma de Laukamp llegó al contrato de venta, la esposa de Ernest dijo a The Atlantic que “puedo fácilmente imaginar a Walter Fritz diciendo ‘necesito tu firma para la compañía’, y que Laukamp “lo habría firmado sin leer nada”.
A pesar de ello, Fritz siguió diciendo al periodista que él no había falsificado nada.
Expertos advirtieron falsedad en 2015
Sin embargo, la falsedad del “Evangelio de la esposa de Jesús” ya había sido advertida en marzo de 2015 por Joel Baden, profesor asociado del Antiguo Testamento en la escuela Divinity de la Universidad de Yale; y Candida Moss, profesora del Nuevo Testamento y de Cristiandad Temprana en la Universidad de Notre Dame.
Ambos expertos señalaron en una entrevista a CNN que “hubo dudas desde el principio”, tanto por el fragmento en sí, como por el anuncio de King de que su fuente era anónima.
“En el mundo de las antigüedades, el anonimato (como fue el caso de Fritz) suele ser una mala señal que profundiza la incertidumbre inherente a los textos que se compran y venden, a diferencia de los que se descubren en un entorno arqueológico sólido”, explicaron.
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