jueves, 28 de julio de 2016

¿ES LÍCITO EL YOGA?




Hay que señalar algunos recelos totalmente justificados que impone el uso del yoga por parte de un cristiano


Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE. | Fuente: TeologoResponde.org 




   Pregunta:   

Necesito saber qué grado de peligrosidad tiene para un cristiano la práctica de la gimnasia Yoga. ¿En qué puede comprometerme como creyente cristiano?, ya que esta práctica se ofrece libremente en Parroquias, escuelas, etc. y además están recomendadas por sacerdotes católicos.(P/ej. Padre Antony de Melo y Padre Ignacio Larrañaga), que promueven ejercicios del Yoga para entrar en oración con Dios. ¿Que me pueden aconsejar? Los saludo en Cristo Jesús.

   Respuesta:   

1. El Yoga
En el pensamiento tradicional hindú el yoga es un conjunto de técnicas de ascésis y métodos de meditación para lograr la unión con la divinidad o con lo divino; puede describirse también como un conjunto de técnicas y ejercicios de ascetismo y de dominio de sí, que comprende desde ejercicios y métodos físicos, gimnásticos, corporales, respiratorios, etc., más o menos naturales, hasta complicadas prácticas y procedimientos de concentración mental o meditación, posturas, etc.; todo esto mezclado con ideas filosófico-religiosas propias del hinduismo, con la pretensión de llegar a una mística o unión con lo divino. Hay varias formas de yoga: la clásica (expuesto por Patañjali), la budista, la jaina. En su aspecto técnico necesita una iniciación, pues no puede aprenderse en solitario, sino que hay que tener un maestro, un guru[1].
‘Las técnicas del yoga consisten en suprimir los estados de conciencia, calmar las vibraciones mentales y reemplazarlas por una experiencia intuitiva, extra-racional'[2].
Para eso, el yogui tiene que pasar por ocho etapas que señalo porque son importantes para hacer un juicio moral[3]:

  1. El freno de sí mismo (yama), que implica disciplina de las emociones y de las pasiones, un vivir sencillo, laborioso, honesto, morigerado, etc.
  2. El freno de la mente (niyama), obtenido por medio de un régimen oportuno de lavados internos, buscando la purificación física (sin esto no podría soportar los difíciles ejercicios de los estadios siguientes).
  3. Las posturas y actitudes (âsana y mudrâ) que son muy numerosas (algunas conocidas como la ‘del loto’, en la cual se suele figurar el Buda; la ‘del árbol’, en la que se sostiene con un solo pie, teniendo el otro apoyado con la planta sobre el interior del muslo; la ‘del sostenerse sobre la cabeza’; etc.). Muchos creen equivocadamente que todo el yoga se reduce a esto, es decir, hacen de él un método gimnástico.
  4. Los ejercicios de respiración (prânâyâma) con sus tres etapas (inspiración, respiración y parada del soplo durante un tiempo determinado.
  5. El abstraer los sentidos del mundo exterior (pratyâhâra).
  6. La concentración de la mente (dhâranâ) que posibilitan mantener la mente fija sobre un determinado asunto, sin posibilidad de distracción.
  7. Control de la voluntad (dhyâna). Es un estadio de total alejamiento de toda sensación, de calma interior sin pensamiento alguno.
  8. El éxtasis (samâdhi) o aislamiento del verdadero Yo de los ilusorios velos de las apariencias (mâyâ). Apunta al conocimiento del verdadero Yo mediante la extinción de la individualidad a través de una extraordinaria concentración del pensamiento.
Suele decirse que estas etapas van acompañadas por poderes extraordinarios y por conocimientos sobrehumanos que corresponderían al contacto del yogui con la ‘Verdad’; o al menos se pueden manifestar poderes telepáticos o fenómenos similares.
2. Problemas médicos
Como se ve por lo dicho más arriba el Yoga mezcla principios de orden filosófico y religioso con elementos físicos (posturas, métodos de relajación, de concentración, etc.). ¿Es posible separar la metodología de autodominio corporal de sus principios filosóficos? En cierta medida es innegable. Suponiendo que una persona sólo usa del yoga como ejercicio físico y de meditación, ¿puede esto perjudicarlo? Según escribía Carlo Rizzo (quien fuera docente en la cátedra de Enfermedades Nerviosas y Mentales, en la Universidad de Roma en la década del sesenta) para realizar adecuadamente el método físico que el yoga enseña en sus primeros estadios es necesario ser joven y además estar exento de enfermedades cardio-respiratorias o pleuro-pulmonares, de lo contrario algunos ejercicios no podrán ser realizados con la necesaria intensidad y perseverancia, resultando dañosos para el organismo del aprendiz. Pero sobre todo hacía importantes reservas desde el punto de vista psiquiátrico respecto de los últimos estadios yógicos, por cuanto tales experimentos de autodominio podrían favorecer -en individuos jóvenes, inmaduros o constitucionalmente provistos de un sistema nervioso poco sólido- la aparición de manifestaciones psicopatológicas (del tipo histérico o psicasténico)[4].
En cuanto a aquellos que se limitan a usar del yoga lo que prescribe para la tercera o cuarta etapa, sólo hay que decir que se trata de un comportamiento superficial que no puede ser considerado propiamente yoga.
3. Problemas filosóficos y teológicos
Hay que señalar algunos recelos totalmente justificados que impone el uso del yoga por parte de un cristiano.
A) Ante todo, ‘en las ideas y técnicas del yoga en sus varias escuelas y formas, junto a elementos naturales (afirmaciones o prácticas que pueden ser útiles para el domino de sí o para la oración), se encuentran elementos que difícilmente se pueden considerar válidos, ni aun naturalmente (por ejemplo, la tendencia al panteísmo, la disolución de la persona y de la actividad personal como meta ideal de la ‘mística’, confusas y equívocas explicaciones sobre la naturaleza humana y sus relaciones con el resto de la realidad, infravaloración de aspectos de este mundo, etc.)'[5].
Es cierto que pueden separarse los ejercicios físicos y psíquicos del yoga de las ideas de fondo del pensamiento yoga. Pero esto no es siempre fácil de hacer, y especialmente hay que tener en cuenta que la mayoría de los autores que divulgan las prácticas yogicas participan también de las ideas orientalistas que están debajo.
B) Si no es inmoral, al menos es indudablemente muy peligroso el que recurre a la técnica yoga en orden a adquirir (creyendo que lo conseguirá de este modo) algún poder mental como la telepatía o alguno de los fenómenos relacionados. Esto es jugar con fuego y exponerse a despertar alguna tendencia histérica o paranoica.
C) ¿Qué decir de uso de las técnicas yogicas como auxiliares de la oración cristiana? Me parece que el posible uso erróneo de estas técnicas (como de cualquier otra inspirada en las modas orientalizantes) queda suficientemente advertidas en la Carta de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre ‘algunos aspectos de la meditación cristiana’. Este documento responde al valor que pueden tener para los cristianos formas de meditación o métodos orientales. En una nota aclara que ‘Con la expresión ‘métodos orientales’ se entienden métodos inspirados en el Hinduismo y el Budismo, como el ‘Zen’, la ‘meditación trascendental’ o el ‘Yoga’. Se trata, pues, de métodos de meditación del Extremo Oriente no cristianos que, no pocas veces hoy en día, son utilizados también por algunos cristianos en su meditación. Las orientaciones de principio y de método contenidas en el presente documento, desean ser un punto de referencia no sólo para este problema, sino también, más en general, para las diversas formas de oración practicadas en las realidades eclesiales, particularmente en las Asociaciones, Movimientos y Grupos'[6].
Al tratar sobre los modos erróneos de hacer oración dice[7]: ‘Ya en los primeros siglos se insinuaron en la Iglesia modos erróneos de hacer oración, de los cuales se encuentran trazas en algunos textos del Nuevo Testamento (cfr. 1 Jn 4, 3; 1 Tm 1, 3-7 y 4, 3-4). Poco después, aparecen dos desviaciones fundamentales de las que se ocuparon los Padres de la Iglesia: la pseudognosis y el mesalianismo. De esa primitiva experiencia cristiana y de la actitud de los Padres se puede aprender mucho para afrontar la problemática contemporánea.
Contra la desviación de la pseudognosis[8], los Padres afirman que la materia ha sido creada por Dios y, como tal, no es mala. Además sostienen que la gracia, cuyo principio es siempre el Espíritu Santo, no es un bien propio del alma, sino que debe implorarse a Dios como don. Por esto, la iluminación o conocimiento superior del Espíritu -‘gnosis’- no hace superflua la fe cristiana. Por último, para los Padres, el signo auténtico de un conocimiento superior, fruto de la oración, es siempre el amor cristiano.
Si la perfección de la oración cristiana no puede valorarse por la sublimidad del conocimiento gnóstico, tampoco puede serlo en relación con la experiencia de lo divino, como propone el mesalianismo. Los falsos carismáticos del siglo IV identificaban la gracia del Espíritu Santo con la experiencia psicológica de su presencia en el alma. Contra éstos los Padres insistieron en que la unión del alma orante con Dios tiene lugar en el misterio; en particular, por medio de los sacramentos de la Iglesia. Esta unión puede realizarse también a través de experiencias de aflicción e incluso de desolación. Contrariamente a la opinión de los mesalianos, éstas no son necesariamente un signo de que el Espíritu ha abandonado el alma. Como siempre han reconocido los maestros espirituales, pueden ser en cambio una participación auténtica del estado de abandono de Nuestro Señor en la Cruz, el cual permanece siempre como Modelo y Mediador de la oración.
Ambas formas de error continúan siendo una tentación para el hombre pecador. le instigan a tratar de suprimir la distancia que separa la criatura del Creador, como algo que no debería existir; a considerar el camino de Cristo sobre la tierra -por el que El nos quiere conducir al Padre- como una realidad superada; a degradar al nivel de la psicología natural -como ‘conocimiento superior’ o ‘experiencia’- lo que debe ser considerado como pura gracia.
Distintas formas erróneas, que resurgen esporádicamente a lo largo de la historia al margen de la oración de la Iglesia, parecen hoy impresionar nuevamente a muchos cristianos, que se entregan a ellas como remedio -psicológico o espiritual- y como rápido procedimiento para encontrar a Dios[9].
Pero estas formas erróneas, donde quiera que surjan, pueden ser diagnosticadas de modo muy sencillo. La meditación cristiana busca captar, en las obras salvíficas de Dios, en Cristo -Verbo Encarnado- y en el don de su Espíritu, la profundidad divina, que allí se revela siempre a través de la dimensión humano-terrena. Por el contrario, en aquellos métodos de meditación, incluso cuando se parte de palabras y hechos de Jesús, se busca prescindir lo más posible de lo que es terreno, sensible y conceptualmente limitado, para subir o sumergirse en la esfera de lo divino, que, en cuanto tal, no es ni terrestre, si sensible, ni conceptualizable[10]. Esta tendencia, presente ya en la tardía religiosidad griega -sobre todo en el ‘neoplatonismo’-, se vuelve a encontrar en la base de la inspiración religiosa de muchos pueblos, enseguida que reconocen el carácter precario de sus representaciones de lo divino y de sus tentativas de acercarse a él.
Con la actual difusión de los métodos orientales de meditación en el mundo cristiano y en las comunidades eclesiales, nos encontramos de frente a una aguda renovación del intento, no exento de riesgos y errores, de fundir la meditación cristiana con la no cristiana. las propuestas en este sentido son numerosas y más o menos radicales: algunas utilizan métodos orientales con el único fin de conseguir la preparación psicofísica para una contemplación realmente cristiana; otras van más allá y buscan originar, con diversas técnicas, experiencias espirituales análogas a las que se mencionan en los escritos de ciertos místicos católicos[11]; otras incluso no temen colocar aquel absoluto sin imágenes y conceptos, propio de la teoría budista[12], en el mismo plano de la majestad de Dios, revelada en Cristo, que se eleva por encima de la realidad finita. Para el fin, se sirven de una ‘teología negativa’ que supera cualquier afirmación que tenga algún contenido sobre Dios, negando que las cosas del mundo puedan ser una señal que remita a la infinitud de Dios. Por esto, proponen abandonar no sólo la meditación de las obras salvíficas que el Dios de la Antigua y Nueva Alianza ha realizado en la historia, sino también la misma idea de Dios, Uno y Trino, que es Amor, en favor de una inmersión ‘en el abismo indeterminado de la divinidad'[13].
Estas propuestas u otras análogas de armonización entre meditación cristiana y técnicas orientales deberán ser continuamente cribadas con un cuidadoso discernimiento de contenidos y de método, para evitar la caída en un pernicioso sincretismo’.
De hecho algunos autores han quedado fascinados por la moda oriental y pretendiendo usar sólo la metodología oriental han terminado asimilando también sus principios filosóficos erróneos. Ejemplo suficiente es el jesuita Anthony de Mello, cuya obra ha sido objeto de una ‘Notificación de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe’, fechada el 24 de junio de 1998. Este autor, dice el referido documento ‘sustituye la revelación acontecida en Cristo con una intuición de Dios sin forma ni imágenes, hasta llegar a hablar de Dios como de un vacío puro’. La Congregación para la doctrina de la fe señaló que estas ‘posiciones… son incompatibles con la fe católica y pueden causar grave daño’.
¿Qué decir a quien se considera capaz de abstraer los mecanismos físicos de relajación y concentración de todo el conjunto de elementos equívocos filosóficos, religiosos y morales que están detrás del yoga auténtico, en orden a usarlos solamente como auxiliares de su método de estudio o de oración? Hay que decirle que la moral no puede poner más objeciones particulares que las arriba indicadas; a estas objeciones la prudencia añade la experiencia que demuestra que, en la práctica, los que son capaces de no quedar atrapados en el pensamiento pseudo orientalista son los menos de los que se aventuran en él.
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[1] Cf. J. Roger Rivière, Yoga, en Gran Enciclopedia Rialp, t. 23, pp. 802-803.
[2] Cf. J. Roger Rivière, p. 803.
[3] Cf. Carlo Rizzo, El Yoga, en: AA.VV., Cien problemas de conciencia, Difusión, Bs.As. 1962, pp. 305-317.
[4] Cf. Carlo Rizzo, loc. cit., pp. 313-314.
[5] Cf. J. Roger Rivière, p. 802.
[6] Introducción, nota 1.
[7] SCDF, Carta sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, 1989, n. 8-12;
[8] La pseudognosis consideraba la materia como algo impuro, degradado, que envolvía el alma en una ignorancia de la que debía librarse por la oración; de esa manera, el alma se elevaba al verdadero conocimiento superior y, por tanto, a la pureza. Ciertamente, no todos podían conseguirlo, sino sólo los hombres verdaderamente espirituales; para los simples creyentes bastaban la fe y la observancia de los mandamientos de Cristo.
[9] En la Edad Media existían corrientes extremistas al margen de la Iglesia, descritas, no sin ironía, por uno de los grandes contemplativos cristianos, el flamenco Jan Van Ruysbroek. Distingue este en la vida mística tres tipos de desviación (Die gheestelike Brulocht 228, 12-230, 17; 230, 18 – 232 , 22; 232, 23 – 236, 6 ) y hace también una crítica general referida a estas formas (236, 7 – 237, 29). Más tarde, técnicas semejantes han sido descritas y rechazadas por Sta. Teresa de Jesús. Observa ésta agudamente que ‘ el mismo cuidado que se pone en no pensar en nada despertará la inteligencia a pensar mucho ‘ y que dejar de lado el misterio de Cristo en la meditación cristiana es siempre una especie de ‘ traición ‘ (Véase: STA. TERESA DE JESUS, Vida 12, 5 y 22, 1-5).
[10] Mostrando a toda la Iglesia el ejemplo y la doctrina de Santa Teresa de Jesús, que en su tiempo debió rechazar la tentación de ciertos métodos que invitaban a prescindir de la Humanidad de Cristo en favor de un vago sumergirse en el abismo de la divinidad, el Papa Juan Pablo II decía en una homilía el 1-XI-1982 que el grito de Teresa de Jesús en favor de una oración enteramente centrada en Cristo ‘ vale también en nuestros días contra algunas técnicas de oración que no se inspiran en el Evangelio y que prácticamente tienden a prescindir de Cristo, en favor de un vacía mental de dentro del cristianismo no tiene sentido. Toda técnica de oración es válida en cuanto se inspira en Cristo y conduce a Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida’ (cfe. Jn 14, 6). Véase: Homelia Abulae habita in honorem Sanctae Teresiae, AAA 75 (1983), 256-257.
[11] Véase, por ejemplo ‘ La nube de la ignorancia ‘, obra espiritual de un escritor anónimo inglés del siglo XIV.
[12] El concepto ‘ nirvana ‘ viene entendido en los textos religiosos del budismo, como un estado de quietud que consiste en la anulación de toda realidad concreta por ser transitoria y, precisamente por eso, decepcionante y dolorosa.
[13] El Maestro Eckhart habla de una inmersión ‘ en el abismo indeterminado de la divinidad ‘ que es una ‘ tiniebla en la cual la luz de la Trinidad nunca ha resplandecido ‘. Cfr. Sermo ‘ Ave gratia plena ‘, al final , (J. Quint, Deutsche Predigten und Traktate, Hanser 1955, p. 261).

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