2016-07-31 Radio Vaticana
(RV).- “Antes de regresar a Roma, siento el deseo de encontrarlos y, sobre todo, de dar las gracias a cada uno de ustedes por el esfuerzo, la generosidad y la dedicación con la que han acompañado, ayudado y servido a los miles de jóvenes peregrinos. Gracias también por su testimonio de fe que, unido al de los muchísimos jóvenes de todo el mundo, es un gran signo de esperanza para la Iglesia y para el mundo. Al entregarse por amor de Cristo, han experimentado lo hermoso que es comprometerse con una causa noble”: con estas primeras palabras comenzó el discurso que el Papa Francisco dirigió a los 20 mil voluntarios reunidos en el “Tauron Arena”, el gran palacio deportivo de Cracovia, que colaboraron en la organización de la Jornada Mundial de la Juventud.
“Y así yo escribí este discurso, no sé si es bello o feo… cinco páginas” (aplausos) “Un poco aburrido. Lo entrego…” El Pontífice dejó de lado el discurso que había preparado y lo entregó para luego empezar a hablar en su lengua madre, el español. Y preguntó a los jóvenes: ¿Habló español? ¡Sí! Fue la respuesta unánime.
“Esto de preparar una Jornada Mundial de la Juventud es toda una aventura” comenzó diciendo. "Es meterse en una aventura y llegar. Y llegar, servir, trabajar, hacer y después, despedirse. Primero, la aventura, la generosidad. Yo les quiero agradecer a ustedes, voluntarios, benefactores, todo lo que han hecho. Les quiero agradecer las horas de oración que han hecho, porque sé que esta jornada se amasó con mucho trabajo, pero con mucha la oración. ¡Gracias a los voluntarios que dedicaron tiempo a la oración para que podamos llevar adelante la cosa!"
Francisco agradeció luego a los sacerdotes, a las religiosas y a los consagrados “que los acompañaron”. “Y gracias a ustedes que se metieron en esta aventura con la esperanza de llegar adelante” agregó.
"El obispo - dijo después el Papa - cuando hizo la presentación, les dijo un “piropo”, les dijo un cumplido: ustedes son la esperanza del futuro". “Y es verdad, pero con dos condiciones”, aclaró Francisco. Y preguntó: “¿quieren ser esperanza para el futuro o no?"
“La primera condición es tener memoria, preguntarme de dónde vengo, memoria de mi pueblo, de mi familia, memoria de toda mi historia” les dijo el Pontífice aludiendo al testimonio apenas dado por una voluntaria, cargado de memoria. “Un joven desmemoriado no es esperanza para el futuro! Aseguró. De ahí el consejo del Santo Padre: “Hablá con tus padres, con tus mayores, pero sobre todo, con tus abuelos”. “Recibí la antorcha de tu abuelo y de tu abuela”.
¿Me prometen que para preparar la JMJ de Panamá van a hablar con los abuelos? preguntó después. ¡Sí! Fue la respuesta.
“Ustedes son la esperanza del futuro, les dijo el Obispo" – prosiguió el Papa. Y se preguntó: "Si para el futuro soy esperanza y del pasado tengo memoria, me queda el presente…¿qué tengo que hacer en el presente?: “¡Tener coraje! ¡Ser valiente! ¡No asustarse!” aconsejó.
Francisco se refirió entontes al testimonio del “compañero nuestro a quien el cáncer le ganó”. “Ese joven ya no está acá - notó - pero ese joven sembró esperanza para el futuro”.
“Si tienen memoria y si tienen coraje, van a ser la esperanza del futuro” aseguró Francisco y les dijo: ¿Esta clarito todo?
Y entre aplausos, el Papa los bendijo y los invitó a rezar juntos un Ave María.
(María Cecilia Mutual – Radio Vaticano)
Saludo de dos voluntarios de la JMJ en Cracovia
Antes de que el Papa Francisco pronunciara el último discurso de su viaje en Polonia con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud dos voluntarios de la JMJ en Cracovia se dirigieron al Santo Padre representando a los 20 mil voluntarios reunidos en el palacio deportivo ‘Tauro Arena’.
El primer saludo fue de una joven polaca quien dijo que era la tercera vez que participaba en un encuentro mundial de los jóvenes, tras ir a la JMJ de Madrid y Río de Janeiro, y compartió su camino con Jesús, así como también recordó al voluntario que falleció de cáncer antes de la JMJ quien pocos días antes de morir escribió: “no sé qué me sucederá: confío en Ti”.
Posteriormente, tomó la palabra un joven de Panamá -país que será sede de la próxima JMJ en 2019- que ha sido voluntario de otras Jornadas Mundiales de la Juventud y que en esta ocasión fue voluntario junto a su esposa, escuchemos su testimonio:
El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres (Salmo 125,3).
Querido Santo Padre Francisco ¡buenas tardes!
Tanto querer armar lío para el Señor, según Usted mismo nos lo pidió en Rio de Janeiro y vea ahora usted el lío en el que estoy metido: testimoniar ante el Papa, ¡pero qué bonito lío!
Soy Cristian Gregorio Ruiz Luque, panmeño, nacido en Chitré, provincia de Herrera. Soy hijo de Críspulo Ruiz Cajar y de Josefina Virginia Luque Fuentes. Felizmente casado con Ana Cecilia Rodriguez Cepeda. Aspiro a ser diácono permanente en mi país para lo que me estoy preparando.
Dios me ha bendecido grandemente al permitirme participar de todas las JMJs desde la celebrada en Toronto 2002. Dentro de esa bendición, está el hecho de haber servido como voluntario en tres ocasiones incluyendo esta en Cracovia.
Por mis participaciones en Jornada, y en particular por la de Rio de Janeiro, venía dispuesto y preparado para rendir un voluntariado quizás más dinámico y exigente como el de servir en sectores, ayudar a los peregrinos en temas de transporte, al lado de mi esposa con quien por primera vez comparto una JMJ como voluntarios.
Pero Dios, en su infinita sabiduría dispuso una asignación más tranquila y menos complicada: primero, ayudar en la selección y embalaje del kit peregrino y luego en el Tauron Arena dando la bienvenida entregando documentos a peregrinos y voluntarios, y en este mismo lugar, apoyar en la distribución de la comunión durante las Eucaristías.
Ser voluntario en la JMJ para mí ha sido y es una manera de transmitir aunque sea un poco la Misericordia de Dios hacia aquellos a quienes se nos encarga ayudar ya sea peregrinos, habitantes locales, voluntarios, etc.
Y aunque el ejercicio de esta labor es a veces difícil poniendo a prueba la fe y la paciencia del voluntario, al final, recordando que se sirve a Jesús; resulta de un impacto tal que, sin notarlo, el voluntario cambia: su vida, la vida de aquellos a quienes directa o indirectamente ayudó y también de alguna manera el entorno en el que trabajó. En pocas palabras, servir como voluntarios es una manera de crecer en santidad, ejerciendo la misericordia.
Pero además de dar, también se recibe: el agradecimiento de los peregrinos, el mejorar las propias habilidades y adquirir otras; potenciar la práctica de las virtudes.
Santo Padre, me llevo de esta Jornada en lo más profundo de mi corazón todas y cada una de las experiencias que compartì con mis hermanos voluntarios, con mi esposa, con mis compatriotas tanto voluntarios como peregrinos que estuvieron acá y que nos siguieron a través de los medios; y es mi deseo que una vez regrese a mi país Dios me permita seguir sirviéndole desde mi trabajo laico y en el trabajo pastoral para ser verdadero discípulo y misionero, viviendo la alegría del Evangelio, alabando al creador cuidando la naturaleza y amando en primer lugar a mi familia.
Finalmente gracias a todos los que han hecho posible que yo esté aquí. Y a usted Papa Francisco por motivarnos a todos a llevar con propiedad nuestra camiseta y en lo personal a empujarme aque yo pueda decir como Josué: Mi familia y yo serviremos al Señor.
(Mercedes De La Torre – Radio Vaticano).
A continuación el texto del discurso entregado
Queridos voluntarios:
Antes de regresar a Roma, siento el deseo de encontraros y, sobre todo, de dar las gracias a cada uno de vosotros por el esfuerzo, la generosidad y la dedicación con la que habéis acompañado, ayudado y servido a los miles de jóvenes peregrinos. Gracias también por vuestro testimonio de fe que, unido al de los muchísimos jóvenes de todo el mundo, es un gran signo de esperanza para la Iglesia y para el mundo. Al entregaros por amor de Cristo, habéis experimentado lo hermoso que es comprometerse con una causa noble, y lo gratificante que es hacer, junto con tantos amigos y amigas, un camino fatigoso pero que paga el esfuerzo con la alegría y la dedicación con una riqueza nueva de conocimiento y de apertura a Jesús, al prójimo, a opciones de vida importantes.
Como una manifestación de mi gratitud me gustaría compartir con vosotros un don que la Virgen María nos ofrece, y que hoy ha venido a visitarnos en la imagen milagrosa de Kalwaria Zebrzydowska, tan querida por san Juan Pablo II. En efecto, justo en el misterio evangélico de la Visitación (cf. Lc 1,39-45) podemos encontrar un icono del voluntariado cristiano. De él tomo tres actitudes de María y os las dejo, para que os ayuden a leer la experiencia de estos días y para avanzar en el camino del servicio. Estas actitudes son la escucha, la decisión y laacción.
Primero, la escucha. María se pone en camino a partir de una palabra del ángel: «Tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez» (Lc 1,36). María sabe escuchar a Dios: no se trata de un simple oír, sino de escucha, hecha de atención, de acogida, de disponibilidad. Pensemos en todas las veces que estamos distraídos delante del Señor o de los demás, y realmente no escuchamos. María escucha también los hechos, los sucesos de la vida, está atenta a la realidad concreta y no se detiene en la superficie, sino que busca captar su significado. María supo que Isabel, ya anciana, esperaba un hijo; y en eso ve la mano de Dios, el signo de su misericordia. Esto sucede también en nuestras vidas: el Señor está a la puerta y llama de muchas maneras, pone señales en nuestro camino y nos llama a leerlas con la luz del Evangelio.
La segunda actitud de María es la decisión. María escucha, reflexiona, pero también sabe dar un paso adelante: decide. Así ha sucedido en la decisión fundamental de su vida: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Y también así en las bodas de Caná, cuando María se da cuenta del problema y decidió acudir a Jesús para que interviniera: «No tienen vino» (Jn 2,3). En la vida, muchas veces es difícil tomar decisiones y por eso tendemos a posponerlas, tal vez dejando que sean otros los que decidan por nosotros; o incluso preferimos dejarnos arrastrar por los acontecimientos, seguir la «tendencia» del momento; a veces sabemos lo que deberíamos hacer, pero no tenemos valor, porque nos parece demasiado difícil ir contracorriente... María no tiene miedo de ir contracorriente: con el corazón firme en la escucha, decide, asumiendo todos los riesgos, pero no sola, sino con Dios.
Y, por último, la acción. María se puso en camino «de prisa...» (Lc 1,39). A pesar de las dificultades y de las críticas que pudo recibir, no se demora, no vacila, sino que va, y va «de prisa», porque en ella está la fuerza de la Palabra de Dios. Y su actuar está lleno de caridad, lleno de amor: esta es la marca de Dios. María va a ver a Isabel, no para que le digan que es buena, sino para ayudarla, para ser útil, para servir. Y en este salir de su casa, de sí misma, por amor, se lleva lo más valioso que tiene: Jesús, el Hijo de Dios, el Señor. Isabel lo comprende inmediatamente: «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc1,43); el Espíritu Santo suscita en ella resonancias de fe y de alegría: «Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre» (Lc 1,44).
También en el voluntariado todo servicio es importante, incluso el más sencillo. Y su sentido último es la apertura a la presencia de Jesús; la experiencia del amor que viene de lo alto es lo que pone en camino y llena de alegría. El voluntario de las Jornadas Mundiales de la Juventud no es sólo un «agente», es siempre un evangelizador, porque la Iglesia existe y actúa para evangelizar.
María, cuando acabó su servicio con Isabel, regresó a su casa, en Nazaret. Con delicadeza y sencillez, igual que ha venido se va. También vosotros, queridos jóvenes, no llegaréis a ver todo el fruto del trabajo realizado aquí en Cracovia, o durante los «hermanamientos». Lo descubrirán en sus vidas y se regocijarán por ello las hermanas y hermanos que habéis servido. Es la gratuidad del amor. Pero Dios conoce vuestra dedicación, vuestro compromiso y vuestra generosidad. Él ―podéis estar seguros― no dejará de recompensaros por todo lo que habéis hecho por esta Iglesia de los jóvenes, que estos días se ha reunido en Cracovia con el Sucesor de Pedro. Os encomiendo a Dios y a la Palabra de su gracia (cf. Hch 20,32); Os encomiendo a nuestra Madre, modelo de voluntariado cristiano; y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí.
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