CRACOVIA, 28 Jul. 16 / 06:25 pm (ACI).- Han transcurrido 10 años y todavía queda en la memoria de muchos el enérgico y sentido discurso que dio el Papa Benedicto XVI en el campo de concentración de Auschwitz (Polonia), el cual visita también el Papa Francisco en el marco de la JMJ Cracovia 2016.
Auschwitz fue el mayor centro de exterminio nazi en el que murieron 1.100.000 personas –el 90 por ciento judíos–, y entre los cuales estuvieron San Maximiliano Kolbe y Santa Edith Stein.
“En un lugar como éste, las palabras fallan; al final, sólo puede haber un silencio seco, un silencio que en sí mismo es un grito de corazón a Dios: ¿Por qué, Señor, permaneciste en silencio? ¿Cómo pudiste tolerar esto?”, expresó Benedicto XVI el 28 de mayo de 2006.
El entonces Pontífice pidió “que nuestro silencio se convierta en unaplegaria por el perdón y la reconciliación, una plegaria al Dios viviente para que no permita que esto ocurra de nuevo”.
El Santo Padre dijo que le era muy difícil tomar la palabra, como cristiano y como Papa alemán, en aquel “lugar de horror donde se cometieron crímenes masivos sin precedentes contra Dios y el hombre”.
También enfatizó que no podía dejar de ir a ese lugar: “para mí es un deber ante la verdad y una deuda justa hacia todos los que sufrieron aquí, un deber ante Dios, venir aquí como el sucesor delPapa Juan Pablo II y un hijo del pueblo alemán, un hijo del pueblo del cual un grupo criminal llegó al poder con falsas promesas (…) con el resultado de que nuestro pueblo fue usado y abusado como un instrumento de su sed de destrucción y poder”.
Benedicto XVI recordó al mundo que “no podemos ver claramente el plan misterioso de Dios, solo vemos hechos aislados, y nos equivocaríamos al ponernos como jueces de Dios y la historia”.
Sin embargo recalcó que “nuestro grito a Dios tiene que ser al mismo tiempo un grito que penetra en nuestro mismo corazón para que despierte en nosotros la presencia escondida de Dios” y no permanezcamos en el “fango del egoísmo, por el miedo de los hombres, por la indiferencia y el oportunismo”.
El Papa consideró particularmente necesario elevar este grito a Dios en el momento actual, cuando “parecen surgir nuevamente en los corazones de los hombres todas las fuerzas oscuras: por una parte, el abuso del nombre de Dios para justificar una violencia ciega contra personas inocentes; y por otra, el cinismo que no reconoce a Dios y que escarnece la fe en Él”.
“Gritamos a Dios para que lleve a los hombres a arrepentirse y a reconocer que la violencia no crea paz, sino que más bien suscita más violencia, un círculo de destrucción en el que a fin de cuentas todos pierden”, concluyó.
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