sábado, 16 de julio de 2016

LA VIDA; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

Diario de Cádiz


SU PROPIO AFÁN

La vida

ENRIQUE / GARCÍA-MÁIQUEZ | ACTUALIZADO 16.07.2016 - 01:00
ME preguntan si no voy a escribir contra las repugnantes reacciones a la muerte de Víctor Barrio. La repulsa a ellas ha sido tan general, tan rápida, tan contundente y tan diversa en tonos (desde la indignación al desprecio) que no podría aportar nada nuevo, más allá de sumarme al asco ante ciertos congéneres y al hondo homenaje al torero. Hay tanto quehacer mediático que trato de especializarme en causas perdidas y abandonadas. 

Sin embargo, otra cuestión menos tratada me trae de vuelta a la polémica de Víctor Barrio. Aquí, como se ha dicho, el problema es que algunos animalistas no son capaces de entender la importancia de la vida humana, que ponen a la altura de una vida animal, o por debajo. Esa desvalorización de la persona es lo que espanta y preocupa, y es el telón de fondo también del terrorismo; aunque yo lo recordaba al oír a gentes muy sensatas rajar, como quien no quiere la cosa, de unas familias numerosas. 

Pareciera que a esos niños de más, según ellos -y ya la expresión es terrible y si no saltamos a denunciarla es porque nos faltan los reflejos que, a Dios gracias, no faltaron para acompañar a Víctor Barrio y a su familia o frente al terrorismo-, pareciera, digo, que a esos niños que dicen de más los van a tener que alimentar, vestir y educar ellos, no sus padres. Padres que, además de encarar un sacrificio y una entrega de años, tienen que soportar por la espalda las incomprensiones, las críticas y las bromitas. 

Lo de las familias numerosas es heroico. Se meten en el centro de un círculo vicioso. Necesitan más dinero, casas más grandes, más consumo energético, más gasto corriente y, a la vez, tienen menos tiempo para trabajar. La famosa conciliación en su caso es casi imposible. Una madre de familia numerosa tiene mucho más complicado el acceso al mercado de trabajo, y le hace más falta. 


Por hoy me basta con conectar (sin ánimo de ofender, sólo de esclarecer) la reacción irreflexiva de algunos contra un nuevo nacimiento con las peores reacciones que ha provocado la muerte de Barrio. Quien se queja o desprecia o lánguidamente lamenta la llegada de un nuevo niño al mundo sitúa a un ser humano a la altura de la comodidad, y de una comodidad abstracta, ni siquiera la suya, o por debajo. En el fondo se trata de la misma raíz: estamos perdiendo la conciencia de la sacralidad de la vida, y esa falta de sentido da la cara por aquí o por allí cada vez más.

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