Este artículo publicado en exclusiva en Información en el espacio que coordina y dirige mi buen amigo y hermano Pepe Moreno Fraile es lo que es, tal cual lo estás leyendo, que no quiere decir más de lo que dice y por supuesto menos.
Es lo que pienso, opino y que a estas alturas de mi vida escribo con la mayor de las libertades porque ya camino con poquitas ataduras.
Gracias como siempre por vuestro apoyo.
Jesús Rodríguez Arias
“LA LLAMADA”
A estas alturas de la semana
puede que se haya o no producido “la llamada” que tantos ansían, pocos temen y
algunos ni les importa. Es la llamada telefónica en la cual le ofrecerán un
precioso estuche del mejor de los caramelos donde todo lo que lo rodea, lo
envuelve, es atrayente.
De la noche a la mañana, por un
ofrecimiento hecho y aceptado, el susodicho tiene la inmensa dicha de
convertirse no en protagonista, nunca más lejos de esa consideración, sino en
un personaje rozando el límite de auténtica personalidad en la localidad pues
desde el mismo momento del nombramiento hasta el día grande, esperado por casi
todos, por donde se mueva será recibido con innumerables parabienes,
distinciones, atesorará cientos de bonitos recuerdos de un año que será único y
a lo mejor hasta repetible con el pasar de algunas décadas.
Ofrecimiento pensado y repensado
donde utilizarán los argumentos más sólidos para que la persona en cuestión no
pueda rebatir mucho tal propuesta. A lo mejor algunos, a lo largo de la historia, han declinado tal
invitación aunque la mayoría la han acogido gozosos porque es una oportunidad
de pasar a la historia singular de la ciudad.
El caramelo ciertamente tiene un
aspecto suntuoso, el continente es atrayente aunque el contenido, mi querido
hermano, ¡Ay el contenido!
“Son muchos los llamados y pocos los
escogidos”. Son muchos los que desde hace algún tiempo, de una manera u otra,
se están poniendo en el escaparate, todos se ven merecedores aunque la
“humildad” les haga decir lo contrario y otros que ni piensan, ni quieren bajo
ningún concepto porque no necesitan de toda esta parafernalia para hacer lo que
ya desde hace mucho vienen realizando.
La llamada, tan famosa, tan
esperada, tan deseada, me imagino que sonará más pronto que tarde y dejará a
muchos con agria decepción, aunque digan lo contrario y mostrarán toda clase de
felicitaciones al elegido, al que se ha llevado la corona y el cetro, al
protagonista absoluto que se convierte, por seguir con el guión preestablecido,
en una honorable personalidad donde será recibido por la máxima autoridad
municipal que a su vez y según se acerque el gran día visitará su casa para
imponer el escudo de la ciudad, recibirá cientos de homenajes llenos de cariño
y consideración, se verá aupado a un primer plano y tendrá asiento reservado en
cuantos actos se organicen hasta la gran fecha donde volverá a ser foco de
especial atención cuando ponga punto y final a su disertación donde habrá sido
el portavoz de tantos cediendo, desde ese instante, su lugar al que es en
verdad quien debe protagonizar todo y
que gracias a él y lo que hizo por todos nosotros se elige a esa persona, que
no es más ni menos que nadie, para que pusiera voz la voz de todos los que
viven por y para unas fechas muy concretas. También lo será para aquellos que
viven lo que sienten y creen los 365 días que tiene el año y lo hacen con
verdadera coherencia, mansedumbre, trabajo, entrega , verdadera humildad lo que es una auténtica vocación.
Y sea quien sea el que reciba la
llamada siempre será una “sorpresa”. Si, así lo pienso y lo escribo pues por
mucho que pululen diversos nombres en los diferentes mentideros al final la
elección del elegido se convierte en un hecho sorpresivo y hasta sorprendente.
El elegido empezará a vislumbrar lo
que quiere plasmar para el día y ocasión y los otros, los de siempre, los que
permanecen en ese “escaparate” que se llena de ripios sin importar mucho ni el
qué ni el cómo pensarán que el año que viene seguro que es “su” año y así pasa
la vida porque al final siempre habrá algo para los que se mantienen en tan
complicada brecha donde “no sirve el que el vale sino que vale el que sirve”.
Este artículo lo terminé el 12 de
octubre en una mañana gris y lluviosa sentado en la puerta de mi Atalaya allá
en Villaluenga del Rosario, mi pueblo de adopción, donde Dios ha querido
regalarme la paz, el sosiego, la serenidad y que gracias al Caíllo, que es la
inmensa mole montañosa que la cobija, no vale cualquier operador, y por tanto
para mayor tranquilidad no suena mucho el teléfono ni falta que hace.
Recibid un fraternal abrazo,
Jesús
Rodríguez Arias
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