Damasco – El domingo 23 de agosto una lluvia de proyectiles de mortero provenientes de las áreas en manos de las milicias anti-Assad se ha precipitado sobre la ciudad de Damasco, donde está la iglesia maronita.
Lo refiere el arzobispo maronita Samir Nassar, en un llamamiento-comunicado recibido en la Agencia Fides, especificando que los disparos han causado la muerte de nueve civiles y herido a cerca de cincuenta personas, así como han provocado daños en su iglesia y en una parroquia católica de rito latino cercana. “Es parte de la guerra en Siria”, dice el arzobispo Nassar en su llamamiento, “el hecho de vivir bajo bombardeos indiscriminados, como en una especie de ruleta rusa, que siempre es impredecible” … “De los que han muerto”, añade el arzobispo, con pensamientos amargos “los supervivientes dicen: 'Por lo menos no tendréis que ver y experimentar esta cruel tragedia sin fin. No veréis a vuestros hijos, amigos y vecinos sufrir y morir por la violencia ciega y el fanatismo sanguinario, incapaces de salvarlos o ayudarlos, sin entender por qué”. Los que sobreviven entierran a sus muertos, sin poder atender a los heridos, porque carecen de los instrumentos y habilidades necesarias. Ellos se sumergen en la oración silenciosa ante las reliquias de los mártires, que son las semillas de la fe”. .
Lo refiere el arzobispo maronita Samir Nassar, en un llamamiento-comunicado recibido en la Agencia Fides, especificando que los disparos han causado la muerte de nueve civiles y herido a cerca de cincuenta personas, así como han provocado daños en su iglesia y en una parroquia católica de rito latino cercana. “Es parte de la guerra en Siria”, dice el arzobispo Nassar en su llamamiento, “el hecho de vivir bajo bombardeos indiscriminados, como en una especie de ruleta rusa, que siempre es impredecible” … “De los que han muerto”, añade el arzobispo, con pensamientos amargos “los supervivientes dicen: 'Por lo menos no tendréis que ver y experimentar esta cruel tragedia sin fin. No veréis a vuestros hijos, amigos y vecinos sufrir y morir por la violencia ciega y el fanatismo sanguinario, incapaces de salvarlos o ayudarlos, sin entender por qué”. Los que sobreviven entierran a sus muertos, sin poder atender a los heridos, porque carecen de los instrumentos y habilidades necesarias. Ellos se sumergen en la oración silenciosa ante las reliquias de los mártires, que son las semillas de la fe”. .
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