Quienes hayan observado con detalle los usos, costumbres y
hábitos cotidianos de algunos líderes populistas de izquierda habrán comprobado
un cambio de modales. No hace alta que nos remitamos a la moderación del lenguaje
en la nueva alcaldesa de Barcelona. Tampoco hace falta recordar las prácticas
de acción directa y boicot institucional que Pablo Iglesias protagonizaba
cuando impedía actos cívicamente organizados. Quizá tampoco sea el momento
oportuno de recordar el arrepentimiento de algunos concejales madrileños:
algunos como Guillermo Zapata porque antes de llegar al poder se permitían
realizar juicios antisemitas o vejatorios a las víctimas del terrorismo, y
algunas como Rita Maestre conocidas por asaltar capillas en la Complutense.
Tenemos ejemplos más próximos en el nuevo gobierno
valenciano. En primer lugar porque todos los colectivos que durante los últimos
años bloqueaban cruces de calles, se manifestaban diariamente en el centro con policromadas
camisetas, de repente, han desaparecido. Faltan pocas semanas para el comienzo
del nuevo curso en el nuevo otoño y nadie duda que este año nadie bloqueará las
inauguraciones de curso o impedirá el acceso de las autoridades. ¿Dónde están
los colectivos que antes promovían la acción directa? ¿Han desaparecido las
causas por las que se movilizaban? ¿Qué han hecho con las camisetas?
En segundo lugar, se ha producido un sorprendente cambio de
modales en grupos parlamentarios. Algunos líderes de grupos que antes estaban
en la oposición han dejado los malos modales y parece ser que no sólo han
cerrado el baúl de las camisetas sino han descubierto el valor de las buenas
maneras, el respeto a la palabra de los demás y el hablar ordenadamente. En un
alarde de moderación, desconocido hasta la fecha, han llegado a decir que no se
van a precipitar en decisiones porque no tienen pensado entrar como “elefantes
en cacharrería”.
En tercer lugar se ha producido un radical cambio personal
de modales. Hay evidencias de que el poder no solo cambia la vida de los
pueblos o las familias sino de las personas. Aunque el debate está abierto
porque no todos piensan que el poder cambia el carácter, las convicciones o las
creencias, parece indiscutible que cambia los modales. No sabemos muy bien si
asistimos a un cambio estético o cosmético donde la falda o blusa sustituye a
la camiseta; o un cambio estratégico de lobos por corderos, pero sí parece
claro que se ha producido una afinación de modales.
No olvidemos que el verbo afinar tiene varios significados y
deberíamos preguntarnos cuál se ajusta mejor a los nuevos gobernantes. Afinar
es perfeccionar, precisar y dar el último punto a algo. También es apurar,
aquilatar, hacer fino y cortés algo. Sin olvidar que afinar es poner en tono
justo los instrumentos musicales con arreglo a un diapasón o acordarlos bien
unos con otros.
Agustín DOMINGO MORATALLA
No hay comentarios:
Publicar un comentario