Hay que tener fe en que Dios sigue llamando.
Por: Germán Sánchez | Fuente: USMI
Lo he repetido y lo repetiré mientras pueda: no por casualidad, sino por gracia de Dios a nosotros nos toca, de nosotros depende el futuro de la vida consagrada en el tercer Milenio. Nacimos en circunstancias muy especiales: somos hijos del post-concilio, hemos vivido los eventos convulsivos del año 1968, nos ha tocado ver de todo y ya nada puede espantarnos. Y junto con estos eventos mundiales que de alguna manera han dado nacimiento a una nueva cultura (y de esto no nos cabe la menor duda), está también la contestación post-conciliar que ha sufrido la Iglesia de parte de no pocas personas: teólogos, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas que de alguna manera comenzaron a cuestionar los cimientos de la fe católica, de la Tradición y del Magisterio, avalándose en una lectura equívoca y unidireccional del Concilio Vaticano II. Y de alguna forma, la vida consagrada ha sido salpicada por esta concepción del Concilio.1 Muchos concibieron el Concilio Vaticano II como una mera oportunidad para ensayar, experimentar y buscar nuevas formas de vida consagrada, con el pretexto de adaptarse a los tiempos modernos. Y sobre esta concepción, yo diría incompleta sino errónea, comenzaron a construir (¿destruir?) nuevos modelos de la vida religiosa. El problema no es la adaptación a los tiempos, sino el autoproclamarse poseedor y conocedor de la verdad última, dejando a un lado el juicio de Cristo, de sus representantes, de la Iglesia, la Tradición y el Magisterio. Defensores del "subjetivismo a ultranza" caían en el sofisma de pensar que sólo ellos tenían la verdad última. Y sus pensamientos, convicciones e ideas, de alguna manera fueron penetrando diversas instituciones religiosas que, bajo su juicio, "la Iglesia había domesticado".2 De ahí que la vida religiosa tendría que ser adaptada a los nuevos tiempos, antiguas instituciones y estructuras tenían que ceder el paso a las nuevas culturas, el feminismo a ultranza debía impregnar los monasterios y las congregaciones femeninas, la autoridad debía ser revisada para que según ellos, no se cayera en autoritarismo, los votos religiosos debían ser revisado bajo un enfoque más humano, más social, más potenciador de la integridad humana para liberarlo de la denigración y la humillación a la que tantos monjes y monjas se veían sometidos. La psicología sería la panacea resuélvelo-todo, orillando y dejando como anacrónico e inútil la dirección espiritual y, hasta en algunos casos, la confesión.
No quiero ni es mi propósito en este artículo hacer un catálogo pormenorizado de lo que estos movimientos han causado a la vida religiosa femenina. Simplemente quiero traer a colación que todas esas ideas, propósitos, pensamientos han influido y diseminado el pensamiento de que la vida religiosa femenina está en crisis. Y cómo está en crisis no podemos pensar ni siquiera en la búsqueda de vocaciones. ¿Para que traer a los monasterios, a las comunidades a mujeres jóvenes e imponerles un estado de vida del que ni siquiera nosotros estamos convencidas? Y por otra parte, ¿cómo imponer un estilo de vida a alguien cuando ahora se ha "re-descubierto" la libertad como el valor fundamental y fundante de la persona humana? Habría, en primer lugar que definir muy bien el concepto de libertad3,4 y después ponernos a discutir sobre el respeto a la libertad y la posibilidad de invitar a una persona a vivir su felicidad eterna.5
Estos dos pensamientos base, la no-identidad de la vida religiosa y el mal-entendido respeto a rajatabla a la libertad humana, han originado un apocamiento en no pocas órdenes religiosas femeninas sobre la búsqueda de las vocaciones. Aunado a este hecho muchas congregaciones que hasta antes del Concilio se veían imposibilitadas a aceptar el número altísimo de chicas que tocaban a sus puertas, ha dado como respuesta poco feliz, poco elaborada, poco razonada y poco sostenida por sí misma: crisis. Vivimos en una crisis de vocaciones. Y digo poco feliz, poco elaborada, poco razonada y poco sostenida por sí misma porque es una conclusión nacida de premisas falsas: como la vida religiosa está en crisis, entonces no hay vocaciones. Pero, ¿es verdad que la vida religiosa está en crisis? Y la siguiente premisa "no hay que forzar la libertad" se contrapone al anuncio que debe hacerse de la Buena nueva. Se ha mal entendido el respeto a la libertad de la persona con el renunciar a anunciar la buena nueva. ¿Cómo voy yo a proponer en un colegio, en un grupo parroquial, en un grupo juvenil la invitación de "ven y sígueme"? Para muchos eso es peor que un crimen, es forzar la libertad humana. Y yo me pregunto ¿anunciar es forzar?, ¿invitar es presionar?, ¿proponer es manipular?
Frente a estas posturas las palabras del evangelio aún resuenan con la misma frescura de siempre: "Rogad al dueño de la mies para que mande operarios a la mies". Y en nuestros tiempos Juan Pablo II no deja de profetizar "una primavera vocacional". Y estas dos invitaciones quedan de alguna manera confirmadas con el hecho de que muchas congregaciones religiosas aún reciben vocaciones... y no sólo en América Latina, África o Filipinas, como muchos detractores de la vida religiosa se complacen en constatar. También en Europa surgen vocaciones tanto para las órdenes de vida contemplativa, como para las de vida activa. Tanto para las órdenes multiseculares como para las de nuevo origen.
Hay que tener fe en que Dios sigue llamando. Hay que tener fe en que Cristo aún puede ser tan atractivo como siempre6 y que puede seguir ejerciendo esa seducción sobre las almas juveniles. Lo importante es tener fe en que Él sigue llamando...
NOTAS
1 Bástenos citar aquí esta frase: "La clausura del Concilio Vaticano II marcó el comienzo de más de veinticinco años de experimentación y adaptación social de antiquísimos grupos de religiosos (especialmente mujeres), tanto monásticos como de vida apostólica, lamentablemente fuera de sintonía durante cientos de años. Hay datos históricos y académicos más que suficientes para justificar la pregunta de si una reestructuración tan importante en instituciones tan establecidas -o en cualquier institución- es siquiera posible". En: Joan Chittister, OSB, El fuego en estas cenizas, Sal Terrae, Bilbao, 1998 p.20
2 Joan Chittister, OSB, op. cit, p. 49
3 Mondin, Battista, Manuale di filosofia sistematica. Volume 5 "Antropologia filosofica". Edizioni Studio Domenicano, Bologna. 2000.
4 Lucas Lucas, Ramón, "L´uomo. Spirito incarnato", Edizioni Paoline, Roma 1993
5 Ya Paulo VI notaba algo en el ambiente de la Iglesia, cuando escribía en 1964: "El naturalismo amenaza vaciar la concepción original del cristianismo; el relativismo, que todo lo justifica y todo lo califica como de igual valor, atenta al carácter absoluto de los principios cristianos; la costumbre de suprimir, la costumbre de excluir todo esfuerzo, toda molestia de la práctica ordinaria de la vida, acusa de inutilidad fastidiosa a la disciplina y a la ascesis cristiana; ..." En: Paulo VI, Ecclesiam suam, EV, 1964
6 Cabra, Una lectura detenida, pausada y meditada de este magnífico libro es recomendada para la asimilación del concepto de vocación como don de Dios para comprender el misterio de la vida de Cristo y así estar dispuesto a seguirlo a través de la pobreza, la castidad y la obediencia.
No quiero ni es mi propósito en este artículo hacer un catálogo pormenorizado de lo que estos movimientos han causado a la vida religiosa femenina. Simplemente quiero traer a colación que todas esas ideas, propósitos, pensamientos han influido y diseminado el pensamiento de que la vida religiosa femenina está en crisis. Y cómo está en crisis no podemos pensar ni siquiera en la búsqueda de vocaciones. ¿Para que traer a los monasterios, a las comunidades a mujeres jóvenes e imponerles un estado de vida del que ni siquiera nosotros estamos convencidas? Y por otra parte, ¿cómo imponer un estilo de vida a alguien cuando ahora se ha "re-descubierto" la libertad como el valor fundamental y fundante de la persona humana? Habría, en primer lugar que definir muy bien el concepto de libertad3,4 y después ponernos a discutir sobre el respeto a la libertad y la posibilidad de invitar a una persona a vivir su felicidad eterna.5
Estos dos pensamientos base, la no-identidad de la vida religiosa y el mal-entendido respeto a rajatabla a la libertad humana, han originado un apocamiento en no pocas órdenes religiosas femeninas sobre la búsqueda de las vocaciones. Aunado a este hecho muchas congregaciones que hasta antes del Concilio se veían imposibilitadas a aceptar el número altísimo de chicas que tocaban a sus puertas, ha dado como respuesta poco feliz, poco elaborada, poco razonada y poco sostenida por sí misma: crisis. Vivimos en una crisis de vocaciones. Y digo poco feliz, poco elaborada, poco razonada y poco sostenida por sí misma porque es una conclusión nacida de premisas falsas: como la vida religiosa está en crisis, entonces no hay vocaciones. Pero, ¿es verdad que la vida religiosa está en crisis? Y la siguiente premisa "no hay que forzar la libertad" se contrapone al anuncio que debe hacerse de la Buena nueva. Se ha mal entendido el respeto a la libertad de la persona con el renunciar a anunciar la buena nueva. ¿Cómo voy yo a proponer en un colegio, en un grupo parroquial, en un grupo juvenil la invitación de "ven y sígueme"? Para muchos eso es peor que un crimen, es forzar la libertad humana. Y yo me pregunto ¿anunciar es forzar?, ¿invitar es presionar?, ¿proponer es manipular?
Frente a estas posturas las palabras del evangelio aún resuenan con la misma frescura de siempre: "Rogad al dueño de la mies para que mande operarios a la mies". Y en nuestros tiempos Juan Pablo II no deja de profetizar "una primavera vocacional". Y estas dos invitaciones quedan de alguna manera confirmadas con el hecho de que muchas congregaciones religiosas aún reciben vocaciones... y no sólo en América Latina, África o Filipinas, como muchos detractores de la vida religiosa se complacen en constatar. También en Europa surgen vocaciones tanto para las órdenes de vida contemplativa, como para las de vida activa. Tanto para las órdenes multiseculares como para las de nuevo origen.
Hay que tener fe en que Dios sigue llamando. Hay que tener fe en que Cristo aún puede ser tan atractivo como siempre6 y que puede seguir ejerciendo esa seducción sobre las almas juveniles. Lo importante es tener fe en que Él sigue llamando...
NOTAS
1 Bástenos citar aquí esta frase: "La clausura del Concilio Vaticano II marcó el comienzo de más de veinticinco años de experimentación y adaptación social de antiquísimos grupos de religiosos (especialmente mujeres), tanto monásticos como de vida apostólica, lamentablemente fuera de sintonía durante cientos de años. Hay datos históricos y académicos más que suficientes para justificar la pregunta de si una reestructuración tan importante en instituciones tan establecidas -o en cualquier institución- es siquiera posible". En: Joan Chittister, OSB, El fuego en estas cenizas, Sal Terrae, Bilbao, 1998 p.20
2 Joan Chittister, OSB, op. cit, p. 49
3 Mondin, Battista, Manuale di filosofia sistematica. Volume 5 "Antropologia filosofica". Edizioni Studio Domenicano, Bologna. 2000.
4 Lucas Lucas, Ramón, "L´uomo. Spirito incarnato", Edizioni Paoline, Roma 1993
5 Ya Paulo VI notaba algo en el ambiente de la Iglesia, cuando escribía en 1964: "El naturalismo amenaza vaciar la concepción original del cristianismo; el relativismo, que todo lo justifica y todo lo califica como de igual valor, atenta al carácter absoluto de los principios cristianos; la costumbre de suprimir, la costumbre de excluir todo esfuerzo, toda molestia de la práctica ordinaria de la vida, acusa de inutilidad fastidiosa a la disciplina y a la ascesis cristiana; ..." En: Paulo VI, Ecclesiam suam, EV, 1964
6 Cabra, Una lectura detenida, pausada y meditada de este magnífico libro es recomendada para la asimilación del concepto de vocación como don de Dios para comprender el misterio de la vida de Cristo y así estar dispuesto a seguirlo a través de la pobreza, la castidad y la obediencia.
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