jueves, 2 de abril de 2015

* DESDE VILLALUENGA: DONDE JESÚS SE HACE EUCARISTÍA ENTRE LAS MONTAÑAS.



Jueves Santo en Villaluenga del Rosario es vivir la pureza de la fe sin aditivos que nos distraigan de lo verdaderamente importante que es y será por siempre: ¡Jesús!

Día de esplendoroso sol aunque la brisa que iba y venía suavizaba un poco las tórridas temperaturas de días pasados.

Día de un trasiego de multitud de visitantes inundaban nuestro pequeño pueblo donde se puede decir que “no hay billetes” en cuanto a casas alquiladas. Coches y más coches desembarcando un sinfín de maletas y bultos para pasar unos días en medio de lo más inmenso del más agreste y majestuoso paraje natural que tenemos el privilegio que nos rodee.

Jueves Santo de paseo, saludos, conversación con amigos que hacía tiempo no veía y que habían aprovechado estos días para volver a lugar de donde son originarios.

Jueves Santo en el cual a las cinco de la tarde se iniciaba el Tríduo Sacro para posteriormente adorar al Santísimo engalanado en el Monumento que las manos de las buenas mujeres de nuestro pueblo que no escatiman horas cuando el destinatario es el Señor.

En el Templo estábamos los que estábamos así como algunos que hubieran querido estar y por circunstancias de la vida no lo han podido hacer.
 
Nuestro Padre Jesús Nazareno, con la Cruz a cuesta, y María Santísima de los Dolores bellamente exornada gracias al gusto y elegancia de su vestidor Oscar Torres Barba flanqueaban el Altar.

Empezó la Eucaristía que conmemora la instauración de la Eucaristía por medio de Jesús en su Última Cena. De nuevo se cumplió el rito del lavatorio de pies junto a mis queridos vecinos. Ya van dieciséis años seguidos en los que participo del mismo aunque en diferentes lugares y siempre pienso lo mismo cuando el agua rompe en mi pie: ¡Agua que me limpia y lava de mis pecados! Un beso del sacerdote celebrante culminó con este rito en el cual Cristo humildad se arrodilló a los pies de los discípulos, hasta de ese que inmediatamente lo iba a traicionar, y le lavaba uno a uno los pies recibiendo como bendición un beso del Señor.

Quien recibiera un beso de tus labios,
quien fuese lavado por tus manos,
quien a tus ojos mirando,
se sintiera santificado.

El Sacerdote nos hizo reflexionar cuando nos dijo que en estos días se habían ido celebrando multitud de Besapiés y Besamanos aunque el realizado hoy en la Eucaristía es el más importante de todos pues el beso que fue depositando en nuestros pies es el beso que no se da a una imagen sino a esas imágenes vivas y sufrientes de Cristo que somos todos nosotros.


Hoy debo reconocer que comulgar ha sido muy especial pues éramos unos privilegiados invitados a la Cena del Señor que instauró en un Jueves Santo hace dos mil años la Eucaristía. Hoy todos los que hemos comulgado el Sacratísimo Cuerpo de Jesús hemos sido unos invitados a esa Última Cena aunque multiplicado por un número infinito y aun así muchos se resisten a albergar a Cristo no solo en sus entrañas sino en su vida.

Después de terminada la Santa Misa se abrió el impresionante, sencillo, cálido, cercano y austero Monumento al cual no le faltaba ni un solo detalle y que estaba dispuesto con un primor propio de manos primorosas.

Jesús resplandece en medio del mimo, cuidado y amor que han dispuesto sus hijos para la noche donde empieza a terminar su vida mortal antes de Resucitar venciendo a la muerte propia y de todos.

Me senté deliberadamente en el primer banco de la Capilla Sacramental pues hoy no quería que nada me distrajera junto a mí se sentaron Juan y Mara mientras Hetepheres prefería el último banco pues ella quería también imbuirse en Jesús Sacramentado.

Señor al comulgar me he convertido en Sagrario temporal aunque en un pobre Monumento. Las virtudes de mi vida, la que me regalaste, no son suficiente para dar esplendor a quien lo es Todo para mí.

Sentir Tu Cuerpo dentro del mío aunque sea por un tiempo limitado es un gozo espiritual que me traslada al Cenáculo donde te ofreciste en el Pan y en el Vino haciendo posible todo lo demás. Tenemos que ser consciente que sin Última Cena, que sin instauración de la Eucaristía, que sin esta sacrificial ofrenda no existiría Semana Santa y los pasos con los preciosos cortejos que lo acompañan no tendrían ningún sentido.

Adoración al Santísimo en medio del silencio, de la oscuridad solo rota por las velas que iluminan a Cristo, donde solo se escuchaba el sisear de los orantes que perdían los sentidos en Tu Amor y las lágrimas corrían por algunos rostros de ese Cristo vivo y sufriente que son nuestros hermanos.


Adoración solo interrumpida cuando vino el Padre Francisco Párraga y se quedó extasiado ante la impresionante visión del Monumento que realza más si cabe a Jesús así como cuando Mateo apretaba las tuercas del paso de la Virgen de los Dolores ante la inminente procesión que está prevista para la jornada grande del Viernes Santo en Villaluenga del Rosario.

Mi Adoración se simplificó en la lectura de un libro que el año pasado antes de la operación dejé a medias y así ha estado hasta hoy.

La Semana Santa del pasado año fue muy especial e irrepetible pues al día siguiente de Resucitar Jesús sería intervenido quirúrgicamente en Madrid. Fueron unos días pasionales llenos de fe, dolor y sufrimiento porque cuando se está enfermo se reza con el cuerpo y cuando se está sano se hace con el alma.

“Mi Cristo roto” del Padre Cue fue empezado el pasado Jueves Santo y terminado un año después delante de Jesús Eucaristía entronizado en el más bello de los Monumentos.

Lectura, meditación profunda y oración íntima, sincera y llena de emoción. Tus Palabras han quedado prendidas en mi alma como a fuego vivo, he sentido como has quemado mi corazón con la Zarza Ardiente de tu Eterno Amor. Me has enseñado a ver en Tu Rostro a esas personas que me persiguen, me odian, me lastiman y hieren. Sí, hoy Jesús, me has enseñado el verdadero y auténtico rostro de Cristo.

Dos horas he permanecido junto a ti y me ha parecido tan poco…

Porque estar contigo Jesús es el tiempo mejor invertido y también ganado. Alejado de todo cuanto me aleja de Tu Amor hace que me sienta Feliz y en Paz conmigo mismo que es el primer paso para estarlo con los demás.

Dos horas que han pasado en un santiamén y que al final, arrodillado ante tu majestuosidad, solo he podido decirte: ¡¡Gracias!!

Hacía frío entre las paredes del Templo y solo llevaba una camisa, sentía las manos frías aunque mi corazón seguía ardiendo. Lo normal, lo del mundo, hubiera sido ir a mi casa a coger una chaqueta pero eso ni se me pasaba por el pensamiento pues lo único que anhelaba era estar contigo y para ti. Ansiaba retener el tiempo mirando tu mirada.


Señor, ¿Qué me has hecho para estar prendido en tu presencia?

No quiero dejarte Señor,
ni un minuto siquiera,
junto a ti no siento dolor,
ni añoranza, ni tristeza.

No quiero dejarte Jesús,
Cristo Eucaristía,
no quiero apartarme de tu Luz,
que hace que mi vida sea Vida.

No quiero marcharme de tu vera,
no quiero pensar que me alejo,
no quiero apartarme de tu presencia,
no soporto sentirte lejos.

Que no quiero Señor,
apartarme de tu Cuerpo,
que eres todo Amor,
Paz y bendito sosiego.

Contigo soy Feliz,
Contigo estoy contento,
y si estoy sin ti,
aunque viva he muerto.

Jueves Santo en Villaluenga del Rosario donde la Paz es Paz y donde en medio de este silencio con la luna iluminando el negro cielo la Pasión de Cristo Redentor se palpa con solo mirar el firmamento solo rasgado por la negra montaña que presagia dolor, luto y duelo.

Jueves Santo  que dará paso a una jornada única en la vida de mi pueblo porque aquí, en Villaluenga del Rosario cada Viernes Santo Jesús sube al Calvario. Y ahora te vuelvo a preguntar:

¿LO ACOMPAÑAS?

Recibe hermano un fraternal abrazo en Jesús que hoy es más Cristo que nunca.

Jesús Rodríguez Arias



Este post se lo quiero dedicar expresamente a mis queridos hermanos Miguel Ángel, Esperanza, María Jesús Pacheco Benítez con sus Familias, a Marian y Rafa, a Beltrán y Maya y a todos los que queriendo no han podido estar viviendo la particular Semana Santa de nuestro bendito pueblo.

También se lo quiero dedicar a Isabel que es una mujer devota, llena de piedad y que un inoportuno accidente ha hecho que estos días esté sumida en un auténtico lecho de dolor que la mantiene alejada de todos los actos cultuales que se celebran estos días así como visitar y cuidar de sus hermanos o de ir rezando todos los días a la Ermita del Calvario o visitar el Cementerio tal y como ha venido haciendo todos los días. También te he tenido muy presente en mis oraciones ante el Santísimo mi querida y buena Isabel.



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