EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN: "...llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús". (1ª Lectura del día). San Pablo nos invita a escuchar esta llamada de Dios. Se habla mucho de la llamada, de la vocación, del ministerio, del servicio. Y, para hacerlo real, tenemos, por un lado, que escuchar la llamada y, por otra lado, ser dóciles. Por ello necesitamos vida de oración –estar a la escucha–. Orar, no rezar; que con esto no digo que rezar sea malo, al contrario, pero para escuchar tenemos que estar calladitos. Por otro lado ser dóciles al encargo, porque tiramos mucho a hacer lo que nos gusta, (que sería el mejor de los casos) o lo que nos da prestigio, fama o "títulos". Aunque Dios te llama a algo y te capacita con sus dones, que estos dones no se nos "suba a la cabeza" y pensemos que lo hacemos mejor que nadie o que nos creamos que somos unos "jefecillos"; podemos pecar de soberbia y orgullo. Y, la consideración más importante, a lo que Dios te llama es a que seas su discípulo, no a que yo exponga (¿imponga?) mis ideas "porque son mejores del mundo". Y, ante todo y por encima de todo, nuestra llamada, vocación, ministerio o servicio hacerlo con verdadera caridad, que no busca el bien propio, sino el bien del otro. Santa María de Caná, ruega por nosotros. Una posdata Paulina: "...te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor". Buen y bendecido día.
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