Mí querido Diego:
Cuando inmerso como estamos en una sociedad
carente de todos los valores donde se premia la mentira, la incoherencia, la
dejadez, la falta de responsabilidad, el interés puro y duro como los baluartes
que sostienen todo y cuando uno está tan harto de ver tanta falsa hipocresía
aparecen personas como tú que son en sí un auténtico y noble código de honor.
No porque tu vida esté siendo luenga quiere decir
que todos los momentos hayan sido buenos. Has sufrido, estás sufriendo, pero lo
has hecho con dignidad, con valentía, con fe y eso, admirado Diego, se
convierte por sí solo en una enciclopedia existencial donde aprender siempre.
Patriarca de una gran Familia donde junto a
Ana tu mujer, recientemente fallecida,
es santo y seña de identidad propia en nuestro bendito pueblo.
Nombrar a Ana Mari, Diego o a Victoria así como
tus nietos Diego y Gabriel es nombrar personas buenas, llena de humanidad,
trabajadoras, entregadas, serviciales, siempre con los brazos abiertos, una
clara sonrisa en los labios y unos transparentes ojos que demuestran lo que
son, lo que han mamado desde chiquititos, lo que le habéis enseñado Ana y tú
con gestos, hechos y palabras.
Esta es una opinión muy personal, muy mía aunque
creo que puedo ser portavoz de los sentimientos de todo un pueblo, cuando
pienso que Villaluenga del Rosario estaría incompleta, no sería ni por asomo la
misma si la Familia Franco-Barragán no existiera.
Cómo ya voy cumpliendo años, a Dios gracias, y me
encuentro inmerso en mis cuarenta y cinco observo desde la subjetiva
objetividad que tú y tú querida Familia es eso: ¡Querida! Queridos son tus
hijos Diego y Ana Mari, querida es Victoria, tu nuera y otra hija para ti, y
queridos, muy queridos y admirados son tus nietos Diego y Gabriel porque siendo
tan jóvenes son tan maduros, tan trabajadores, tan solidarios, tan serviciales,
tan alegres, tan amigos de sus amigos, tan enamorados de este bello rincón que
sigue acunado por los siglos de los siglos en los brazos del Caíllo. Es verdad,
sois queridos y admirados y eso no es fácil conseguirlo si antes no ha habido
una entrega desmedida, un servicio permanente, unos brazos abiertos, un corazón
puro para todos los vecinos, convecinos de Villaluenga del Rosario así como los
que han llegado a vosotros sin importar sitio, lugar ni condición. ¡La nobleza
de espíritu se demuestra en el día a día, en lo poquito, en lo pequeño, en lo
que casi nadie ve!
Debo decir públicamente que desde que mi mujer
Hetepheres y yo llegamos al pueblo que nos tiene rendido los sentimientos nos
abristeis los brazos y nos hicisteis sentir en Casa, en Familia. Somos
poseedores de un cariño que totalmente recíproco que en nuestro caso también se
une la admiración que siento por tí, por tu querida mujer que ya está en la
Gloria, por tus hijos, nietos y demás miembros de la Familia.
Debo reconocer que nosotros nos sentimos muy
queridos en Villaluenga del Rosario donde todos los vecinos nos han abierto los
brazos, nos han abierto sus casas que es como decir sus corazones y que
intentamos corresponder de la misma medida porque si no seríamos una auténticos
desagradecidos.
Verte al frente de la barra de tu prestigioso
restaurante de comida casera, de las de antes, de las de siempre, es un
privilegio así como sentado por la mañana junto a la ventana donde entran
tímidos rayos de sol leyendo el “Diario de Cádiz” o viendo la televisión por la
noche o conversando con tu hija Ana Mari alrededor de la mesa más próxima a la
cocina pues cuando la noche se hace noche y la soledad se pasea por la calle de
los Mártires el salón del restaurante se convierte en el de vuestro hogar y las
sillas que a mediodía han ocupado los clientes que han disfrutado de vuestras
famosas croquetas cien por cien casera, albóndigas, revueltos, sopa o cualquier
otra exquisitez cocinada en las ollas de siempre serán ocupadas por vosotros
porque os encontráis en vuestro hogar.
En la anochecida es cuando Diego Franco hijo y
nieto, Gabriel está estudiando en Granada y solo lo vemos los fines de semana o
fiestas de guardar por su querido y añorado pueblo, llegar a su casa después de
haber dejado las labores de su ganado que pastorean con orgullo mientras sus
pensamientos divagan más allá del Puerto de las Viñas o del siempre majestuoso
“Caíllo”.
Has hecho mucho en tu vida, has dado mucho a
cuantos te han rodeado, sigues haciéndolo a diario, has servido a tu pueblo
desde la gratuidad de espíritu que no olvidemos es la única forma de servir, te
has convertido para todos en un auténtico referente porque en cada lugar se te
quiere y se te respeta conceptos y valores que van cogidos de la mano y que
cuestan tanto ganar en vida.
Has sido un marido entregado que ha amado a su
mujer y sigue amándola cada día aunque ella ya no esté físicamente contigo, has
sido un padre ejemplar y un abuelo extraordinario y eso solo hay que ver los
ojos llenos de amor, la sonrisa de inmensa ternura y la cara de orgullo que
tienen Diego y Gabriel cuando están contigo, te miran e incluso cuando hablan
de ti. He visto en todos los miembros de tu querida Familia una honda emoción
cuando hablan de ti, de Diego Franco.
Eres un referente de vida para mí, te lo digo y
expreso tal cual lo siento, en lo personal y también como hombre de fe. En ti,
querido Diego, se cumplen todos los cánones de lo que es un caballero
cristiano.
Verte sentado en el banco lateral de nuestra
Iglesia de San Miguel esté el tiempo como esté, estés como estés, es un
auténtico testimonio de Amor a Dios a nuestra bendita Madre la Virgen del
Rosario nuestra Patrona y también tu vecina. No todos pueden tener ese honor y
María, la Madre de Dios, nuestra, del
Rosario y de Villaluenga, está contenta de tener a uno de sus hijos más
queridos tan cerquita de su vera.
Podría estar escribiéndote horas, días, páginas y
páginas y creo que no terminaría nunca porque cuando habla el corazón hay que
dejarlo expresarse tal cual sin ponerle cortapisas, límites ni medidas. Pero ya
es hora que termine para no fatigarte mucho con la lectura de esta carta
dirigida de corazón a corazón de unas personas que se quieren entrañablemente.
Me quedo a modo de despedida la frase que me dices
cuando nos abrazamos a la hora de darnos la Paz en Misa: ¡Cómo hermano te
doy la Paz!
Pues eso, mi querido Diego, como Hermanos
verdaderos te doy la Paz y te hago llegar un emocionado abrazo lleno de cariño
sincero, respeto y verdadera admiración.
Te quiero mucho Diego, quiero a toda tu Familia,
aunque eso ya lo sabes de sobra.
Jesús Rodríguez Arias
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