En un mundo donde se desprecia el mérito, el esfuerzo, el sacrificio, la voluntad, las obligaciones, el saber estar en todo momento y ocasión, el respeto, la educación, la humildad y donde lo que vale es llegar al lugar pretendido arrasando a cuantos tenga que arrastrar comprobar que existen jóvenes que prefieren lo primero a lo segundo es motivo de alegría y esperanza para que este enrevesado y mustio mundo vaya progresivamente a mejor.
Hoy, desde la lejanía que me da el estar a unos kilómetros de mi bendito pueblo de Villaluenga del Rosario, quiero escribirle y dedicarle este post a unos jóvenes que recientemente han terminado brillantemente tanto su carrera universitaria en la romántica ciudad de Cádiz como sus estudios de bachillerato en Ubrique con idea de empezar, el segundo, estudios superiores.
Os hablo de Diego y Gabriel Franco Benítez, de una de las Familias más respetables y queridas de este bendito lugar, que hace poco el primero terminó sus estudios universitarios y ya ostenta la titulación académica de: ¡Maestro!
Pero Diego, al igual que su hermano Gabriel, que son jóvenes con las mismas inquietudes, sentimientos, con los mismos proyectos de vida que los demás, son a su vez un ejemplo a seguir en un amplio sentido. Son personas educadas, que asumen con voluntad y dosis de sacrificio sus obligaciones, que tratan a todos con el respeto que da la educación y la humildad transmitida de generación en generación.
Aparte de sus estudios universitarios, en el caso de Gabriel en el instituto, aparte de los exigentes rigores académicos y las horas sin fin de estudiar cuando se encuentran en Villaluenga en vez de descansar se oxigenan trabajando ayudando a su padre con el ganado, pastoreando por los campos o cuidando con detalle la nave donde descansan las payoyas cabras que tanto renombre dan a nuestro pueblo. Lo mismo los ves en el campo que ayudando en lo que sea en el restaurante familiar “Ana Mari” situado en plena calle Mártires y es cuando terminan todas sus tareas a las tantas cuando se les ve tomando una cerveza junto a sus amigos o dedicados a los preparativos del Toro de Cuerda, montando la blanca yegua o atendiendo asuntos personales cuando tienen cuando el sol lleva tiempo ocultado bajo la negrura de la noche.
¿Qué queréis que os diga? Para mí Diego y Gabriel son un ejemplo a seguir porque yo que provengo de la triste ciudad no es normal esta actitud entre nuestros jóvenes que se dedican al estudio y cuando tienen tiempo libre lo dedican a sus habituales esparcimientos y a divertirse. No le hablemos a muchos jóvenes instalados en la comodidad que trabajen y estudien no para sacar España adelante, que por la cuenta que les trae ya es motivo suficiente para ello, sino para sacar adelante a su propia Familia porque así ha sido de generación en generación. Haber los hay seguro aunque lo que predomine a simple vista sea lo contrario.
No olvidemos nunca las vitales y necesarias enseñanzas que nos aportan nuestros pueblos porque en ellos encontramos la pureza de la hospitalidad, de la tranquilidad, de saberte siempre acompañado, del trabajo bien hecho, de las obligaciones fielmente cumplidas, de atención y protección a nuestros mayores, del sano cuidado de nuestros hijos, de la satisfacción del deber cumplido, de la pureza devocional de la fe vivida desde dentro para fuera, de la exquisita educación con todos y en todo lugar.
Hoy 31 de julio, día de San Ignacio de Loyola, he querido dedicar estas simples palabras cargadas de hondo sentimiento de aprecio y sobre todo respeto y admiración a dos jóvenes que para mí tienen tan alta consideración.
¡Gracias Diego y Gabriel por ser como sois¡ ¡No cambiéis nunca!
Recibid, mis queridos amigos, un fuerte abrazo y que Dios os bendiga a vosotros, a vuestra querida Familia y a toda nuestra bendita Villaluenga del Rosario.
Jesús Rodríguez Arias