miércoles, 28 de mayo de 2014

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

dominicos.org

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 17,15.22-18,1

En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con Pablo cuanto antes. Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: - «Atenienses, veo que sois casi nimios en lo que toca a religión. Porque, paseándome por ahí y fijándome en vuestros monumentos sagrados, me encontré un altar con esta inscripción: "Al Dios desconocido." Pues eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo. El Dios que hizo el mundo y lo que contiene, él es Señor de cielo y tierra y no habita en templos construidos por hombres, ni lo sirven manos humanas; como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo. De un solo hombre sacó todo el género humano para que habitara la tierra entera, determinando las épocas de su historia y las fronteras de sus territorios. Quería que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo dicen incluso algunos de vuestros poetas: "Somos estirpe suya." Por tanto, si somos estirpe de Dios, no podemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Dios pasa por alto aquellos tiempos de ignorancia, pero ahora manda a todos los hombres en todas partes que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre designado por él; y ha dado a todos la prueba de esto, resucitándolo de entre los muertos.» Al oír «resurrección de muertos" unos lo tomaban a broma, otros dijeron: - «De esto te oiremos hablar en otra ocasión.» Pablo se marchó del grupo. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más. Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.

Sal 148,1-2.11-12.13.14 R. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños. R.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará.»

II. Compartimos la Palabra

  • De esto te oiremos hablar en otra ocasión

La primera lectura de hoy constituye, según decía uno de mis profesores de Sagrada Escritura, el modelo perfecto de homilía. Una construcción sin fisuras, que tiene en cuenta todos los aspectos imprescindibles del anuncio de la Buena Noticia, encadenando maravillosamente unas ideas con otras para llegar a la Noticia definitiva: la salvación nos llega a través de un hombre al que Dios ha resucitado de entre los muertos.
Es este final el que hace saltar todas las alertas de quienes escuchan. Déjalo, de resurrección de muertos ya nos hablas en otro momento… De hecho, muy pocas personas creyeron en esa ocasión.
Me sitúo hoy entre nosotros, que decimos ser creyentes, y me pregunto qué significa para nuestra vida la confesión de fe en la resurrección de Jesús, y las consecuencias que ella tiene. Temo, a veces, que la fe se nos ha anunciado como un “pack” similar a los turísticos “todo incluido”, y que tal vez es así como la hemos aceptado. Encuentro a personas que, creyendo, sienten un vértigo inevitable al tratar de abordar el tema de la resurrección de Jesús. Se sale de todos los parámetros que podemos manejar, comprender, captar… y tal vez preferimos pasar de puntillas sin terminar de plantearnos lo que significa que ÉL RESUCITÓ Y ESTÁ VIVO. Podemos hasta celebrarlo con alegría, pero sin abandonarnos del todo, con esa especie de recelo que nos produce lo que no podemos controlar, lo que desborda todas nuestras posibilidades… Y sin embargo el SÍ definitivo de Dios a Jesús es la gran posibilidad de nuestra vida, lo que reconocemos -desde la fe- como el “sentido” de la misma, lo que la dota de una perspectiva absolutamente extraordinaria, de una promesa de plenitud que envuelve desde su inicio cada vida y que -aunque parezca truncarse- recibirá cumplimiento. Entremos sosegadamente en la lectura de esta “mini-historia” de salvación.
  • Me quedan muchas cosas por deciros

La corta perícopa del evangelio, sin abandonar la complejidad de discurso del evangelio de Juan, nos permite hoy recoger algunas perlas de extraordinario valor.
“Tengo muchas cosas que deciros, pero aún no podéis con ellas”. Punto de partida. Situación de los discípulos, pero también nuestra. No en un momento concreto de despiste, crisis o desconcierto. Condición de lo humano: Jesús desborda nuestras previsiones, esperanzas, deseos, expectativas… Hasta tal punto que puede acontecernos algo similar a cuando encontramos situaciones o personas que nos parecen tan absolutamente extraordinarias, en el mejor de los sentidos, que no nos atrevemos a creer que pueda ser verdad y no les damos cabida en nuestra vida por no experimentar la posible decepción.
En el contexto del relato, los discípulos han de pasar una prueba de fuego -la muerte de Jesús- que en realidad no superan. También nosotros tenemos vivencias de historias y pruebas no superadas. Pero Jesús conoce nuestra condición y nos hace una extraordinaria promesa: “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena”. Tal vez en ocasiones sentimos la tentación de quejarnos de lo que tarda el Espíritu en guiarnos a la verdad. La frase no implica que en un momento determinado la habremos descubierto plenamente. Por eso no podemos pretenderlo en nosotros mismos, ni pensar que otros la han alcanzado ya (en esta época que busca gurús con ansiedad). Más bien nos ofrece la seguridad de que, en medio de las inevitables oscuridades de la vida, podemos hacer un camino que nos acerque cada vez más a la verdad de nosotros mismos, de nuestro mundo, de nuestro Dios. Que sea así para cada uno.
Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P. 
Congregación Romana de Santo Domingo 

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