Ha pasado una autovía de días festivos donde todos hemos esparcido la mente, donde muchos han visitado la siempre desconocida Sierra, donde otros han emprendido viaje para conocer o estar en otros lares.
Hoy martes 10 se publica Información San Fernando en edición papel y parece un gesto premonitorio porque mi artículo, que es una íntima y personal reflexión donde desnudo mi alma, está escrito con vistas al día siguiente, al miércoles 11 de diciembre.
50 años se titula mi semanal tribuna, 50 años dan siempre para mucho, 50 años son medio siglo, 50 años conforma ya gran parte del recorrido de la vida...
Jesús Rodríguez Arias
50 AÑOS
Cumplir cincuenta años quiere decir que ya empiezas a tener historia y por tanto es un auténtico júbilo pues ha ido sobreviviendo a los avatares propios de la vida. Cincuenta años son ya los suficientes para mirar la vida desde otro prisma más real porque la juventud, que siempre es un divino tesoro, ya forma parte de tu pasado y la vejez empieza a ser un horizonte que se divisa todavía en la lejanía.
No estoy de acuerdo con los que dicen que la cincuentena es la mitad de la vida pues para eso tendríamos que llegar a los cien y aunque la media de edad es cada vez más avanzada tampoco estamos para tirar cohetes.
Cuando se cumplen cincuenta años son muchos los que lo celebran con una fiesta con su familia más cercana y amigos íntimos pues en verdad los cincuenta se puede decir que es un número icónico ya que es plena la madurez aunque otros preferimos celebrarlo desde la tranquilidad.
Escribo este artículo porque personas muy queridas por mí rodean esta cifra, otros harán efectiva la llegada a los cincuenta en poco tiempo y os he de confesar que son hombres y mujeres curtidos en esta vida ya que han tenido el tiempo suficiente para degustar el placer del éxito o el amargor del fracaso, han perdido a seres muy queridos pero también han formado una familia a su lado, han crecido junto a los suyos y aun notando cierto cansancio siguen trabajando todos los días para sacar sus vidas, la de sus familias, hacia adelante y contribuir de esta forma con su ciudad, pueblo y también, por qué no decirlo, por España.
Somos hijos de una generación y de unos padres que sobrevivieron a la guerra y la postguerra, que supieron trabajar para los suyos sacando de donde no había, somos los que nos hicimos hombres y mujeres siendo todavía muy niños porque había que aportar en casa, maduramos en plena juventud y cuando nos licenciábamos de la mili ya éramos hombres hechos y derechos será por eso que a lo mejor no entendemos muchas cosas de esta juventud que teniéndolo todo en muchos casos no le interese nada, no entendemos a los adolescentes “enfadados” al estilo de la pesada de Greta Thunberg y menos a la generación nini, que ni estudian ni trabajan, cuando algunos, entre los que me encuentro, desde muy jóvenes tuvimos que trabajar, en lo que fuera, así como estudiar. La vida ha cambiado mucho en demasiado poco tiempo y aunque nuestros jóvenes, en su mayoría, son un reflejo de la excelencia académica así como de sensibilidad en valores solidarios y humanista los mismos han llegado a ser lo que son gracias a su esfuerzo, algunas veces titánico, pero también porque sus padres se han ocupado y preocupado por hacer de ellos hombres y mujeres con futuro.
Conozco a muchos de mi “quinta” que ni siquiera han podido estudiar lo que hubieran querido pero que se han esforzado hasta superar lo insuperable para que sus hijos consiguieran hacer una realidad sus propios sueños que no tienen que ser compartidos porque cada edad y generación tienen los suyos.
Este miércoles 11 de diciembre cumplo 50 años y no escribo este artículo para que me felicitéis sino para hacer una necesaria reflexión de lo que es la vida, mi vida… Soy el que soy gracias a lo que he vivido y también sufrido, trabajo desde los 14 años, había que ayudar en casa, sé lo que es cobrar recibos subiendo y bajando escaleras en verano e invierno, hacer mandados o que una uña del pie te salte porque una espina de palmera te atraviese el zapato cuando hacía labores de jardinería, sé lo que son las manos llenas de callos por vendimiar o arar el campo, sé lo que es sentirse explotado, despreciado, sé lo que es enfrentarse a una dura enfermedad y sé lo que es padecer, sufrir, luchar contra vientos y mareas para conseguir metas que parecían inalcanzables. Soy lo que soy gracias a Dios y a mí mismo y ahora a los cincuenta os puedo decir que soy inmensamente Feliz junto a Hetepheres, mi mujer, y junto a las personas que quiero y me quieren de verdad.
Jesús Rodríguez Arias
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