«Quien invita a un niño a invocar a los demonios es como si le dijera que es posible conseguir ayuda de un criminal para obtener algo», advierte Bamonte, que denuncia que al mismo tiempo se está haciendo que el pequeño «pierda su identidad y su personalidad» llevándole así hacia la «destrucción moral, psicológica y espiritual».
(InfoCatólica) «En este tiempo es evidente el intento de proponer el satanismo como una normal alternativa a los otros cultos y a las diversas filosofías de vida. Se llega incluso a afirmar que el culto al demonio se limita a su simple celebración y que quien lo practica no comete crímenes y no hay nada de malo en ello», señala el sacerdote Francesco Bamonte, presidente de la AIE.
Una nota que empieza directamente con:
"Kαὶ ἔθυσαν τοὺς υἱοὺς αὐτῶν καὶ τὰς θυγατέρας αὐτῶν τοῖς δαιμονίοις (sacrificaron sus hijos e hijas a los demonios)".
Sal 105,37 Versión LXX
Banalización del mal
Recientemente se ha publicado en Estados Unidos, ‘A Children’s Book of Demons’, un libro para jóvenes que propone a los lectores mensajes del tipo: «¿No te apetece sacar la basura esta noche? ¿Tal vez estés hasta arriba de deberes? ¿Puede que ese matón sea un verdadero rollo? ¡Bien, pues toma tus lápices de colores, muestra tu capacidad para dibujar sellos y llama a algunos demonios! ¡Esta parodia paranormal rebosa de divertidos espíritus que son más tontos que escalofriantes!»
«Destrucción moral, psicológica y espiritual»
El autor, sin ninguna precaución, presenta a los niños la evocación de los demonios como algo ordinario y recomendable, invitándolos a aliarse con ellos, para aprovecharlos. Para ello propone dibujar las diversas marcas que los representan. Estas están inspiradas en los símbolos propios de los grimorios, los libros de hechicería para que los iniciados intenten supuestamente entrar en contacto con los espíritus.
«Quien invita a un niño a invocar a los demonios es como si le dijera que es posible conseguir ayuda de un criminal para obtener algo», advierte Bamonte, que denuncia que al mismo tiempo se está haciendo que el pequeño «pierda su identidad y su personalidad» llevándole así hacia la «destrucción moral, psicológica y espiritual».
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