El famoso ganadero Joaquín Núñez del Cuvillo ha sido reconocido por la diócesis de Cádiz y Ceuta con una de las medallas Pro Ecclesia Gadicense et Septense. Es «un motivo más que me obliga a seguir dando gracias a Dios y a seguir colaborando con las necesidades de la Iglesia y de los más desfavorecidos»
Lleva casado con su mujer 60 años, ha tenido siete hijos, se ha codeado con las grandes figuras del toreo –José Tomás, Roca Rey, Espartaco, Jesulín…– y ha dirigido una de las ganaderías más prestigiosas de España, pero cuando se le pregunta a Joaquín Núñez del Cuvillo por el momento más significativo de su vida, por lo más importante, el famoso ganadero de casi 90 años habla de la fe: «No me la he merecido, pero ha sido lo mejor en esta vida. La fe ha sido el mayor regalo que he recibido. Por eso, tengo más obligación que otros de dar gracias a Dios, porque me ha dado más. Este ha sido el sentido de mi vida y así he tratado de inculcárselo a mis hijos».
Pero la de Núñez del Cuvillo ha sido una fe nutrida en la «Misa, la comunión y la oración diaria» y regada con obras, lo que le ha valido la medalla Pro Ecclesia Gadicense et Septense que el obispo de Cádiz y Ceuta le entregó a finales de noviembre. «Son numerosas sus acciones de caridad y sus ayudas a parroquias, fundaciones y órdenes religiosas. El territorio de la Janda es testigo de su atención humilde a los más necesitados, sin pedir a cambio reconocimiento alguno», explican desde el Obispado al mismo tiempo que tildan al ganadero de «cristiano ejemplar» y «referente de justicia y caridad cristiana». La medalla también reconoce la preocupación del nonagenario «por el bienestar de sus empleados». Pero Núñez del Cuvillo, lejos de considerarlo una actitud por la que merezca reconocimiento alguno, habla de su ganadería y de quienes trabajan en ella casi con las misma admiración con la que se refiere a sus propios hijos: «Con los obreros, con todos los empleados, hay una relación muy buena. Son como de la familia y nos queremos todos mucho».
Al ganadero, sin embargo, todo esto le parece «poca cosa». Es más, «quizá debería haber hecho más», reflexiona. Por eso, cuando se enteró de la concesión del galardón, pensó «que se habían equivocado de persona». Hay «muchas otras personas más ejemplarizantes que yo. Lo mío no tiene mérito. Tiene más valor el que da dinero haciendo un sacrificio de sus propias necesidades, pero ese no es mi caso. Yo solo he procurado ayudar al que lo ha necesitado», confiesa en conversación con Alfa y Omega. Al final, el ganadero terminó aceptando «con gusto y honra» la distinción, pero la considera «un motivo más que me obliga a seguir dando gracias a Dios y a seguir colaborando con las necesidades de la Iglesia y de los más desfavorecidos».
Premio a la labor caritativa y familiar
El empresario taurino recibió la medalla en una ceremonia muy sencilla, desarrollada al término de una Misa presidida por el obispo, monseñor Rafael Zornoza, en la festividad de Cristo Rey. Junto al ganadero, también fue premiada la religiosa y enfermera sor Joaquina Aragón Rendón. Con otras hermanas de comunidad, la hija de la Caridad ha creado «un hogar para los enfermos de VIH en situación clínica severa». También visita en sus domicilios a quienes están aquejados por esta enfermedad «y a los más pobres de entre los pobres», señala la diócesis.
La segunda mujer galardonada este año con la insignia es la ceutí María Luisa Simón Sánchez. «Su dedicación a los más pobres se muestra en su tarea al frente de Cáritas en la parroquia de Nuestra Señora de los Milagros del Rinconcillo». Allí «no solo atiende las necesidades materiales» de los usuarios «sino que intenta conocer a fondo a cada una de las personas a las que ayuda. Incluso estando enferma en el hospital, no dejó de llamar por teléfono para interesarse por todas las personas que en aquellos momentos le preocupaban y, desde allí continuó buscando las soluciones para cada caso, tutelando las ayudas».
El último premiado fue Miguel Ángel de la Huerga, quien junto a su mujer Mercedes, ha estado fuertemente implicado en la pastoral familiar de la diócesis durante décadas. «En el servicio a la Iglesia diocesana, destaca su tarea como orientador» y también su papel como «director del Centro de Orientación Familiar de Cádiz durante 20 años». Dejó la dirección del COF en 2018, pero todavía «sigue colaborando siempre que se le necesita».
Todos ellos recibieron la medalla Pro Ecclesia Gadicense et Septense, distinción que nació el año pasado cuando la diócesis celebró el 750 aniversario del traslado de la sede de Medina Sidonia a Cádiz y el 600 aniversario de la creación de la diócesis de Ceuta. «Con este motivo, surgieron un sinfín de iniciativas conmemorativas y también la idea de hacer unas medallas que dieran un reconocimiento a diversas personas de nuestra diócesis que hubieran tenido un papel relevante aunque a veces poco conocido dentro de la Iglesia», explica María José Atienza, responsable de Comunicación de la diócesis de Cádiz y Ceuta.
José Calderero de Aldecoa @jcalderero
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