El tema del 2019 va a ser la libertad de expresión. Se abrirán debates que se pensaban cerrados con las siete llaves del sepulcro del tabú. El primer ejemplo que se nos viene a las mientes es el de la llamada violencia de género, que parecía intocable y un partido pequeño y bisoño ha conseguido poner en el centro del huracán. Lo interesante no es el ruido ni la furia, sino que, poco a poco, se van aportando razones, críticas, contra-críticas y datos por ambos lados.
Esto -que ha pasado y hemos visto en vivo y en directo- es sólo un botón de muestra. El discurso de media hora de la toma de posesión del nuevo Ministro de Asuntos Exteriores de Brasil, Ernesto Araújo, ha puesto sobre el tapete, uno tras otro, temas silenciados. Y Brasil ni es pequeño ni es reciente ni es un país bisoño en el concierto de las naciones. Ya Trump dio el trompetazo de salida destrozando (elefante en cacharrería) bastantes consensos progresistas y, lo que es más importante, demostrando que electoralmente ese torbellino de libertad de expresión ofrece buenos réditos.
Con todo, a los Reyes pedí que no se quedase todo sólo en una estrategia electoral, sino que aprovechemos esta libertad de expresión que se nos viene irremediable encima para ganar también libertad de pensamiento, y libertad a secas. Roger Scruton explica, con un instinto economicista bien británico, que también existe una mano invisible del mercado de la verdad, que funciona muchísimo mejor que el sistema centralizado de verdades de lo políticamente correcto, tan estatalista de planes casi quinquenales. Esa mano invisible, contrastando los argumentos de unos y de otros, encuentra el punto de equilibrio de una verdad indiscutible (por discutida). Scruton recuerda el argumento de John S. Mill de que hay que dejar que todos expresen su opinión porque si, por un casual, una opinión era la verdadera y la prohibimos, nos quedamos sin la verdad, con la falta que nos hace; y si esa opinión era falsa, obliga a la verdadera a ejercitarse rebatiéndola y así la verdad hace ejercicio y se pone fuerte y saludable, sin adiposidades.
Estos argumentos no le harán falta al 2019, que viene a por todas (las discusiones). Este año cualquiera que pretenda acallar cualquier discusión con escándalos, tabúes, descalificaciones personales, vahídos fingidos, desvanecimientos de opereta o consensos prefabricados, va listo. Puede ahorrarse el trabajo.
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