Nos deleitan esta vez con una receta salada, por aquello de cambiar de tercio. Pero las brígidas de Palencia (como se conoce comúnmente a las religiosas de la Orden del Santísimo Salvador y Santa Brígida) son unas expertas reposteras, conocidas en toda la comarca por un dulce casero que llevan elaborando más de 100 años. «Las cañas –canutillos rellenos de crema pastelera– llevan haciéndose desde 1903, cuando una hermana gallega trajo la receta», explica la madre M.ª del Carmen. Durante un tiempo dejaron de elaborarlas porque dedicaban su tiempo a otros trabajos como la corsetería o el empaquetado y, además, porque los trámites para vender los dulces no eran sencillos: «Venían muchos a por las cañas pero no podíamos venderlo al público» porque era un postre con crema, que necesita frío, y eran imprescindibles muchos papeles y controles. Pero el trabajo textil cesó y, viendo la demanda de dulces, decidieron hace seis años poner en marcha el obrador, «también para subsistir».
Aunque son tan solo seis religiosas en la comunidad, tres españolas y tres keniatas, elaboran cada día, a ritmo de cantos africanos, al menos seis variedades distintas de dulces que se comercializan a través de la web alimentosdepalencia.com. «Aunque las cañas no las podemos vender online porque la crema tiene que estar en frío». Además de esta receta estrella, las monjas aprendieron de un pastelero jubilado palentino a hacer rosquillas de San Sebastián o sus también famosos hojaldres. «Ahora lo que más vendemos son las pastas de avena con almendra, una receta que ha venido de México. Son los dulces que hemos llevado a Las Edades del Hombre para darnos a conocer, aprovechando la exposición», explica la madre M.ª del Carmen.
Una orden casi desconocida
Fundada por santa Brígida de Suecia, el origen de la orden se remonta al año 1349. Devota de la Virgen, la santa quiso que sus monjas alabasen a Dios mediante la Misa, el oficio divino y el estudio de la Sagrada Escritura, lo que ella definía como «su tesoro más precioso». Tres siglos más tarde llegó a España a través de Marina de Escobar, una vallisoletana que conoció a varias monjas que pararon en su ciudad natal camino de Portugal, en su afán de huir de la Reforma luterana, que dejó la orden bajo mínimos –aunque todavía quedan brígidas en Suecia–.
Escobar, hija de notario, no vio en vida abrir el primer convento en España. Ni tampoco los cuatro sucesivos, aunque ahí paró la proliferación de la Orden de Santa Brígida en la península ibérica –desde hace diez años son solo cuatro–. «También saltamos a México, pero la orden no ha sido muy floreciente allí tampoco». A Palencia llegaron gracias a Gaspar de Berdeces, un beneficiado de la iglesia de Santa Eulalia, aunque los condes de Paredes se opusieron, lo que provocó un retraso de cuatro años desde que se obtuviese la licencia del obispo para poner en marcha el convento.
Eso sí, durante los cuatro siglos sucesivos «no nos hemos movido de aquí». Ni siquiera durante los años convulsos de 1868, cuando una orden de la Diputación de Palencia exigía el cese del convento. «Las mandaban a la ciudad, con las agustinas. Las hermanas hasta bajaron ya la ropa en baúles. Pero el pueblo se amotinó en la puerta y dijo que de allí no salían las monjas. Y los de Paredes somos muy brutos, así que… ¡vaya si lo consiguieron!».
Sus horas bajas llegan ahora. A la dificultad manifiesta de vocaciones a la vida contemplativa en España, se suma el desconocimiento del carisma de estas monjas, que reconocen que su subsistencia «es cuestión de fe».
Cristina Sánchez Aguilar
@csanchezaguilar
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Preparación de la receta
Ingredientes
Para doce raciones:
- Una pechuga de pollo
- Un poco de harina
- Ajo
- Perejil
- Sal
- Aceite de oliva
- Medio vaso de limón o naranja
- Medio vaso de agua
Preparación
Se deshuesa la pechuga. En un cazo se fríe el ajo y, cuando esté dorado, se pone un poco de harina para coger espesor. A continuación se añaden el agua y el limón o naranja y se deja hervir un poco. Se rocía la pechuga cruda con esa salsa, para que vaya macerando durante unas cuatro horas. Se mete al horno a temperatura aproximada de 160-180 grados durante 20 minutos. Mientras, se maceran el ajo y el perejil y, cuando la pechuga esté hecha, se vuelca por encima el majado.
Una vez terminada, se filetea. Se puede acompañar con puré de patata y pimientos asados para adornar.
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