Sobre el vuelo de Pedro Sánchez al concierto de The Killers hubo quien comentó que le parecía una torpeza mediática de tal envergadura que sospechaba que Sánchez hubiese asumido que su presidencia era una carambola y que estaba dispuesto a aprovecharse hasta las últimas consecuencias y ya está. Me permití discrepar.
El vuelo a Castellón era lo contrario. Si hay algo que le urge electoralmente a Sánchez es un halo presidencial. Para conseguirlo es muy capaz de bordear la arbitrariedad y el despotismo. Es táctica vieja como el mundo: demostrar el poder con actos caprichosos y tremendistas, como el que demuestra su riqueza tirando su cubertería de oro al río.
Eso fue lo que dije y ahora ha cantado la gallina, digo, Sánchez. Afirma que toda la polémica de su vuelo al concierto es porque ni el PP ni C's asumen que el presidente del Gobierno es él. ¡Ajajá! Ahí está lo que dije: la asociación entre el garbeo en el Falcon y el "éstos son mis poderes".
No le falta razón a Sánchez en lamentar un aire general de frivolidad alrededor de su mandato. Si ni el PP (descabalgado del poder) ni C's (descolocado de las quinielas) se lo terminan de tomar en serio, imagínense el pueblo soberano. Las medidas de Sánchez no causan escándalo público (la medida de la importancia que la sociedad les da) entre otras razones porque parece uno que pasaba por allí y se ha quedado con La Moncloa en plan el juego de la silla.
La hiperactividad que le ha entrado (un vuelo en avión, Franco, fotos, Franco, fotos, Franco, el apaciguamiento catalán…) no le va a ayudar. Porque todo el mundo percibe que es humo en el aire y en el agua espuma. Si Sánchez quiere adquirir pronto un perfil de estadista para su cartel electoral, tendría que dejarse de gestos y hacer gestas, si me permiten el guiño al lenguaje inclusivo. Esto es, actos valientes y radicales de gobierno que mejorasen nuestra competitividad, que encarasen el problema migratorio, que cerrasen la herida independentista, que rebajasen la deuda pública, etc.
Tal como va, en el fondo, para desgracia de Sánchez, no notamos grandes diferencias con Rajoy. Mariano no hacía mucho y Pedro hace lo mismo, aunque gesticulando infinitamente más. La sensación de país al pairo y perdido en pequeñeces políticas sigue presente. Queremos asumir que el presidente es él. Por un principio de realidad (serlo, lo es) y porque España necesita un Gobierno. Pero no sé.
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