El almirante Pascual Cervera sigue prestando servicios a su nación después de muerto. La retirada de su placa en Barcelona para poner una del Rubianes galaico-catalá va a servir como indicador de adónde llegaron las aguas del odio a todo lo que suene a España. Ni pueden llegar más alto ni pueden caer más bajo.
Cervera no se queda ahí. Habiendo sido llamado "facha" por la alcaldesa Ada Colau, quizá nos haya liberado para siempre del gas paralizante de ese insulto, que se ha convertido definitivamente en el gas de la risa. Colau llama "facha" a un señor que murió antes de que a nadie se le ocurriese inventarse el fascismo, y todo el mundo, por fin, se ríe.
Aunque Colau sabe lo que se dice. "Facha" en el imaginario progre es todo lo que no sean ellos. Es el insulto comodín de los demócratas populares y/o populistas. ¿No era hace unas semanas "facha" el mismo Serrat que estaba allí en lo de Rubianes amenizando el acto? ¿Y "facha" José Sacristán? También son "fachas" Isabel y Fernando, tanto monta, monta tanto; y el Cid, don Pelayo, doña Jimena Blázquez, Santa Teresa de Jesús, Gonzalo de Berceo, Diego de Velázquez y Viriato, pastor lusitano. [Leo ahora, minutos antes de enviar mi artículo, uno de Ignacio Camacho, excelente como suyo, donde dice lo mismo con mucha gracia.] España es un país de fachas porque España es un a priori facha. Colau y compañía son, por tanto, coherentes con su imaginario al llamar "facha" a Cervera, lo que no quiere decir que nos tengamos que reír menos, sino que hemos de reírnos más, no con una risa ofensiva, sino liberalizadora.
No importa tanto por el Doncel de Sigüenza ni por la princesa de Éboli, fachas a los que les importa un bledo a estas alturas la opinión de Ada Colau y compañeros neo inquisidores. Lo bueno de liberarnos del efecto paralizante del insulto "facha" es poder empezar a pensar por libre, a mirar la realidad sin cortapisas ni complejos y, finalmente, a atender a tantos pensadores actuales que tampoco parecen tener miedo a que les metan en el mismo saco que al almirante Cervera y a Recaredo. Pienso en Roger Scruton, en Jordan Peterson, en Camille Paglia, en Remi Brague o en Fabrice Hadjadj. Éste no tiene reparos en reconocerse, con cierta guasa, "tan facistizante, al menos, como la rosa, el potamoquero o la gramática…" Porque la rosa, desde luego, peca de estirada y de hermosa hasta extremos aristocratizantes. Muy facha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario