Todos pedimos y todos esperamos conseguir lo que pedimos: Mejoras, confort, comodidades, privilegios...
Todos pedimos y son pocos los que dan.
Son pocos los que imitan a Cristo, cuyas manos nunca pidieron y siempre dieron; y porque siempre dieron, se le fueron gastando de tal forma, que hasta se le llegaron a perforar.
Nuestras manos, a semejanzas de las suyas, también pueden gastarse y romperse de tanto dar: Dar consuelo, dar ayuda, dar comprensión, dar fuerza; dar, dar y siempre dar.
Es la mejor manera de realizarse uno mismo, aún a costa de que se nos perforen las manos, como las de Cristo.
No debemos contentarnos con dar, ni aun con darnos esporádicamente; debemos estar en constante disposición y actitud de darnos; debemos hacer del "darnos" algo así como una especie de estado de vida.
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