Lo enzarzado del debate sobre los becarios no es el debate, sino el problema. Pocos asuntos como éste tan refractarios a principios y posturas generales. Depende del análisis caso a caso. El cocinero Jordi Cruz, cuyas declaraciones han desatado la tormenta, defiende, en realidad, su modelo: en su restaurante de prestigio y donde se da alojamiento y comida a sus becarios o stagiers.
Tengo dos mil testigos (a razón de unos cien alumnos por curso en unos 20 años de ejercicio) que pueden confirmar que continuamente les conmino a no trabajar nunca sin cobrar, aunque sea poco. También es una lucha a brazo partido (y a cara partida a menudo) que mantengo contra la vetusta costumbre de no retribuir a escritores, prologuistas o conferenciantes. Hace unos días, como presintiendo esta polémica, Raúl del Pozo escribió un estupendo artículo rabioso contra los columnistas gratuitos, que hacen dumping literario. Sin embargo, aconsejo a mis alumnos sopesar bien cada propuesta y no venir luego a exigirme responsabilidades si alguien, desoyéndome, trabajó gratis y acaba contratado en esa empresa o en otra gracias a su experiencia o contactos.
Los becarios no son tontos. Quiero decir, que es lógico que un joven prefiera trabajar gratis en un lugar significado, en el que aprende mucho y que le abrirá puertas en vez de hacer un máster que cualquiera sabe lo que le vale, aunque sí, uf, lo que le cuesta. Y qué decir de los opositores. ¿No queman años trabajando noche y día gratis total para la administración, formándose por su cuenta y riesgo, subvencionados por sus padres, para entrar, si entran, en el escalafón? Cuanto más bonitas y vocacionales son las profesiones, más personas están dispuestas a ejercerlas por amor al arte, ignorando el sabio consejo de Fernando Savater: "Quien no cobra por trabajar en lo que le gusta acabará trabajando en lo que no le gusta".
Yo soy de Savater, pero prefiero que la ley no se ponga a prohibir, sino que deje espacios a la inteligencia de empresarios y trabajadores. Éstos tenemos que demostrar con las palabras (sobre todo, con la palabra "no") y con las obras (con la productividad y la profesionalidad) que compensa mucho tratarnos con decoro. El noventa por ciento del bla-bla-bla del management, de los gurús, de los recursos humanos y de las técnicas de motivación palidecen ante la contundencia de Josep Pla: "¿Quieres hacer feliz a la gente? Paga".
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