Quintanilla de Vivar (Burgos) fue la localidad que la vio nacer, en el seno de una familia de diez hijos. Era la mayor. A los 24 años se consagró a Dios en la Orden Cisterciense en el monasterio de San Quirce de Valladolid, pasando luego por Aranda de Duero, Toledo y Ampudia. Fue priora, maestra de novicias, mayordoma, enfermera o portera. En una entrevista en El Espejo de Palencia, ha contado cómo un monje que pasaba por su pueblo le dio el empujón que necesitaba. No tenía dote; pero tampoco había problema: el religioso conocía un monasterio en el que había reservadas cinco dotes para jóvenes que tuvieran buena voz. Ella la tenía e ingresó.
En la celebración del domingo, el obispo le dio una sorpresa y bajó de la sede hasta el lugar que ocupaba la religiosa para hacer una homilía a modo de diálogo. Al final, la hermana Asunción se lo agradeció: «Muchas gracias al señor obispo y a sus colaboradores en esta celebración por mis 100 años de vida. También agradezco a todos los presentes que me acompañan su oración por tantas gracias que tengo dar a Dios, por todos y cada uno pido al Señor que les bendiga y conceda cuantas gracias necesiten».
Estos días, con la celebración todavía reciente –el cumpleaños fue el 18 de abril– la priora recuerda qué ha significado este centenario para la comunidad: «Ha sido un motivo de júbilo por ser testigos de la misericordia de Dios con nuestra hermana y con nuestra comunidad, de testimonio de una vida entregada por completo a Dios y de comunión universal con toda la iglesia por la cariñosa presencia de nuestro obispo en este acto».
F. O.
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