No, no es errata ni resaca de Nochevieja que me haya dejado "p'allá", literalmente. Resulta que lo perdurable del 16 empieza ahora. Lo avisó Séneca: "La vida se divide en tres épocas: la que fue, la que es, la que será. De ellas, la que estamos viviendo es breve; la que vamos a vivir, dudosa; la que hemos vivido, fija; pues es aquélla sobre la que la Fortuna perdió sus derechos y no puede estar sometida al arbitrio de nadie".
No puede estar, pero lo intentan. Todo esto de la memoria histórica que pretende dictarnos qué tenemos que pensar del pasado, a quiénes recordar y sobre quiénes recae una damnatio memoriae, son intentos de conseguir lo que no puede ni la diosa Fortuna: cambiar el pasado, moldearlo según su arbitrio. Pero eso, por muchos hijos adoptivos que ahora desnaturalicen, es imposible. Por cierto, ser un ex hijo adoptivo o un ex hijo predilecto puede ser un timbre de honor mayor, diría. En cualquier caso, el pasado tiene eso de maravilloso: está a salvo.
Seguía Séneca diciendo que los muy ocupados se lo pierden, pues no tienen tiempo para los recuerdos, en vilo para no dar un traspiés en su acelerado presente. Tampoco disfrutan nada el pasado los atormentados por su mala conciencia, que anhelan el olvido, o los perezosos, que lo perdieron en vivo y en directo y, por tanto, también en diferido, ni los rencorosos, a los que escuece. Para gustar del pasado y celebrar su salvación hay que haber sido medianamente bueno y haber estado medianamente tranquilo.
Medianamente, porque no hay que llegar a los extremos del ave mitológica de Borges, que volaba mirando hacia atrás, porque no le importaba adónde iba, sino de dónde venía. A nosotros el 17 nos interesa bastante, porque nos apasiona el suspense, la aventura, la libertad. Pero no queremos olvidarnos del 16. Kierkegaard sabía que se vive mirando hacia adelante, pero se comprende mirando hacia atrás. De manera que, arriesgándonos a la tortícolis del vivir, habrá que mirar hacia adelante, hacia atrás, un poco también hacia ambos lados y, ay, abajo y, sobre todo, arriba.
Ahora que todos celebran que se haya ido el 2016 a mí me entra la ternura y le abro las puertas de mi alma y mi memoria. Aquí, juntos, recordaremos los viejos tiempos, nos consolaremos de lo malo, celebraremos y conservaremos lo bueno e iremos haciéndole un hueco al 17, para cuando lo culminemos, dentro de doce meses. Todos los años cuentan.
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