Padre Nuestro, Abana, OurFather, Notrepère, VaterUnser, Padre Nostro. Lo han expresado en muchas lenguas, de muchas maneras: con las palmas de las manos hacia el cielo, con las manos juntas, con los brazos abiertos. La semana de oración por la unidad de los cristianos ha reunido en las iglesias de Jerusalén a fieles de todas las denominaciones cristianas y juntos, cada uno a su modo, han rezado el Padrenuestro. Este ha sido solo uno de los momentos significativos de las celebraciones que se han desarrollado del 21 al 29 de enero, una semana después de la fecha oficial, para permitir a los cristianos armenios celebrar la Epifanía. “El amor de Cristo nos empuja a la reconciliación” (2Cor 5, 14-20) es el tema de este año.
Eran muchos los religiosos presentes, entre ellos los representantes de las diferentes iglesias, pero también han participado muchos laicos. Muchos lugares, hombres de distintas procedencias y una sola oración a Dios: la unidad de los cristianos. Sabiendo que el primer paso para unir es compartir, las iglesias de Jerusalén han compartido durante nueve días espacios para el diálogo con Dios, la lectura de la Biblia, el rezo del Padrenuestro y el intercambio de la paz. Gran emoción en el momento del abrazo de la paz entre los representantes de las comunidades cristianas, con la certeza de que la verdadera paz de Cristo ha descendido sobre todos los asistentes.
La semana ha comenzado el 21 de enero en el Santo Sepulcro con los griegos ortodoxos, ante la presencia del arzobispo Teófanes que ha explicado la liturgia y los ritos que se estaban celebrando. Al día siguiente los anglicanos han dirigido la oración y ha pronunciado la homilía el reverendo SuheilDawani en la iglesia de San Jorge, que estaba repleta. Con las luces apagadas, iluminados solo por velas, los armenios han entonado sus cantos el 23 de enero en la catedral de San Jacobo. «Unidad cristiana no significa compartir la misma lengua, la misma liturgia, pues hay belleza en la diversidad», expresaba el padre MartirosCevian.
En la iglesia luterana del Redentor se han vuelto a reunir un día después para otro momento de oración. Todos los representantes de las comunidades cristianas han entrado en procesión junto con los pastores protestantes, tanto hombres como mujeres. El obispo MunibYounan ha tenido palabras muy duras, recordando la participación del Papa en las celebraciones por los 500 años de la Reforma: «¿Quién podría haber imaginado esto? Ya que vemos que el Espíritu Santo es ilógico e imprevisible ¿quién puede decir qué sucederá en el futuro? Solo porque no podamos imaginar la comunión juntos en este momento no significa que no vaya a ocurrir». El 25 de enero la oración por la unidad de los cristianos se ha celebrado en la iglesia de San Salvador de la Custodia de Tierra Santa, donde el párroco fray Nerwan Al-Banna ha pronunciado la homilía. En el Santo Cenáculo, el 26 de enero, han animado la asamblea ecuménica los monjes benedictinos de la Dormición, junto con los estudiantes de teología, y fray Elías Pfiffi ha hablado de las iglesias cristianas y de la unidad. También se ha orado al día siguiente en la iglesia copto-ortodoxa de San Antonio, donde se han alternado cantos coptos y siriacos, y han resonado las palabras del reverendo fray Antonios.
La alegría de los cristianos etíopes el 28 de enero ha estallado en cantos y bailes acompañados de tambores. En la iglesia etíope de Jerusalén, de forma circular que recuerda la forma del Santo Sepulcro, la oración por la unidad de los cristianos se ha celebrado en amárico y árabe, dirigida por el arzobispo AbuneEnbakom. Al finalizar la semana en la iglesia griego católica de la Anunciación, el arzobispo Joseph-Jules Zerey ha deseado: «Que esta unidad entre nosotros sea una fuente de agua que pueda apagar la sed de los pueblos sedientos de fe en el únicoDios vivo y de la salvación de Jesús en el don del Espíritu Santo, para que se cumpla la oración de Jesús al Padre de ser uno en Él».
Después de cada oración estaba previsto también un momento de comunión, compartiendo comida y bebida. Una semana, por tanto, bajo el signo de la fraternidad. Como si los apóstoles (Pedro, Bartolomé, Andrés, Jacobo, Mateo, etc.) después de muchos años, tras haber viajado por todo el mundo, se hubieran reunido de nuevo en Jerusalén, donde caminaron, rezaron y comieron juntos antes de separarse. Durante nueve días se han vuelto a abrazar todos los discípulos del Maestro, intercambiándose, cada uno en su lengua, una sonrisa, un apretón de manos, un pedazo de pan y un vaso de vino, un dulce y una taza de café. Un gesto de paz.
Beatrice Guarrera
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