
Han sido veneradas desde la existencia del
Convento y no en vano a la Virgen del Carmen, Reina del Cielo y Estrella de los
Mares, se la invoca litúrgicamente como la Reina y Hermosura del Carmelo. Por
otra parte -iconográficamente- se la representa simbolizada en una nubecilla
iliana -o sea de gran belleza- entregando el Escapulario o, también otorgando
el singular privilegio Sabatino. Y por último y canónicamente como la
advocación de María del Carmen que más universalmente se conoce.
Efectivamente, tres han sido las imágenes que
de la Virgen del Carmen se han venerado en el Templo Carmelitano, según se
desprende del Libro de Protocolos y a su vez del de la Coronación de donde se
ha tomado estas notas.

Hubo otra Virgen del Carmen, la que
actualmente se encuentra en el camarín del magnífico retablo del altar Mayor,
que fue colocada en 1742, por disposición del Padre Prior Fray Francisco de la
Madre de Dios. De dicha imagen y del
-por qué- de tal decisión no se tiene
noticia alguna, sólo que es una formidable talla estofada, es decir engalanada y
bien dispuesta.
Y finalmente la que conocemos hoy como
nuestra devotísima Patrona que desde 1708 se venera en su hermoso, espléndido y
regio altar lateral dentro de una capilla según se entra en el Templo a la
izquierda del Altar Mayor y es titular de la Venerable y Real hermandad de
Nuestra Señora del Carmen Coronada.

Así como su participación y milagrosa
presencia en los temblores de tierra de los años 1755 y 1774. Por aquellas
fechas las aguas habían llegado hasta la mitad de la calle Dolores, pero las
rogativas del pueblo y la Virgen allí presente, hizo que el furioso oleaje
retrocediese a su lecho natural.
En 1880, volvió a salir, esta vez, para
reunirse con el Patriarca Señor San José en la Iglesia Mayor por disposición de su fervorosa hermandad y los Padres
Carmelitas para que en conjunta plegarias de los isleños, liberase al pueblo de la asoladora epidemia de
gripe que tan solo en cuatro meses provocó cuatro mil muertos.
El 30 de agosto de 1854, sale nuevamente al
declararse el cólera en la ciudad y en 1918, al producirse otra epidemia de
gripe motivada por causa de las secuelas que generó la guerra europea. Y como
consecuencias de estos acontecimientos y los numerosos exvotos de tantísimos
fieles y los hechos inverosímiles de difícil explicación humana, que se
produjeron durante la larga construcción de la Iglesia del Carmen, demuestra
sobradamente la mediación protectora de la Santísima Virgen del Carmen con la
que iba a ser su Casa, la de sus hijos -los isleños- y la de su pueblo ¡San
Fernando!
Pero también estuvo presente para sumarse a
todas las efemérides y hechos importantes que se produjeron en la ciudad,
uniéndose al júbilo y regocijo de sus conciudadanos y en 1890, asiste a la
inauguración del célebre e insigne Panteón de Marinos Ilustre, bello y regio
monumento que aglutina en un todo: Iglesia, Archivo y Panteón.
En 1985, sale para saludar y bendecir a la
expedición del regimiento de la gloriosa Infantería de Marina, que partía para
la guerra de Cuba. En 1925, vuelve a salir con motivo de la bendición y entrega
de la Bandera al Somaten local, acto al que asistió y presidió el presidente de
gobierno entonces, General Primo de Rivera.

Por otra parte fue un clamor popular,
recogido en crónicas de la época, argumentándose que no hubo acontecimiento
mayor y más brillante en la Isla, que no fuera ver Coronada a su Madre y Patrona,
ni nunca estuvo el pueblo más unido a su excelsa y augusta Imagen en el día de
Gracia de su Coronación.
Ese mismo día fue especialmente singular,
gozoso y triunfante para los Rvdos. PP. Carmelitas y para su Hermandad por
tanto amor, empeño y sacrificio derramado en la consecución de tan alta
distinción para nuestra Madre del Monte Carmelo, que felizmente por fin la
vieron Coronada.
José María Vieytes Beira. San Fernando,
26.01.17.
Artículo publicado en el semanario local
Información el 29.01.17. Y en el blog SED VALIENTES, por gentileza de Jesús Rodríguez Arías.
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