Con polvo en los zapatos, haciendo equilibrio entre las piedras y el terreno irregular de las obras, el profesor Ibrahim Abu A’mar se abre camino entre los restos de la casa de Lázaro, Marta y María en Betania. El proyecto Betania de la ONG de la Custodia, ATS Asociación Pro Terra Sancta, ha hecho posible iniciar estas obras e intenta, día tras día, contribuir a la revalorización del lugar. Allí, en el sitio donde está escrito que Jesús resucitó a su amigo Lázaro, donde se encuentra una iglesia, el convento franciscano de la Custodia de Tierra Santa y una zona arqueológica, durante años ha reinado la degradación y el abandono. «No imaginan cómo era este sitio antes de limpiarlo. Había botellas y residuos», explica el arqueólogo Ibrahim Abu A’mar. Después, hace ya tres años, la intervención del custodio de Tierra Santa, entonces fray Pierbattista Pizzaballa, lo cambió todo. Así lo cuenta Carla Benelli, historiadora del arte y colaboradora de la Asociación Pro Terra Sancta. «Cuando nos llamaron junto al Mosaic Center, empezamos las primeras excavaciones de recuperación, involucrando a los jóvenes de la comunidad local de la vecina Universidad Al-Quds». Esta es una de las razones por las que el profesor Abu A’mar se encuentra trabajando en estas excavaciones.
Recientemente se ha descubierto una nueva estancia a la izquierda del espacio donde se encuentra una prensa para aceite, cuyo techo está aún apuntalado. Subiendo a la parte superior, las obras por hacer son aún innumerables. «Cada semestre encontramos alguna cosa más – explica el profesor con los ojos llenos de entusiasmo -. Creo que hay más estancias por descubrir pero hace falta excavar todavía». Los hermanos franciscanos en los años 50 de 1900 iniciaron las excavaciones arqueológicas pero no las terminaron. Pasadas décadas, gracias al apoyo de ATS y al impulso del Custodio de Tierra Santa, Betania intenta resurgir de nuevo. «He empezado a trabajar aquí en 2014 y es increíble cómo ha cambiado la situación desde hace tres años hasta ahora», comenta el profesor Ibrahim Abu A’mar. Entre las medidas adoptadas, también se ha instalado un alambre de púas como protección, debido a las frecuentes intrusiones para realizar excavaciones ilegales, que buscan objetos valiosos para robarlos. «En este momento no podemos continuar sin obtener los permisos para las obras. Pero también tenemos otro gran problema: no podemos gestionar el sitio porque hay pequeñas parcelas de terreno que pertenecen a otras iglesias», afirma el arqueólogo.
«La mayor parte de los trabajos arqueológicos del pasado fueron realizados por gente que venía de fuera y esto a veces crea problemas de interpretación y de objetivos» – sostiene el arquitecto Osama Hamda, responsable de las obras en Betania -. «Si queremos hacer crecer la universidad y su nivel científico, debemos implicarles en las labores de investigación. Este es un lugar que ha sido masacrado a lo largo del tiempo, pero aún existe la posibilidad de salvar algo y yo soy positivo sobre el proyecto». Los beneficios para la comunidad local son evidentes, incluso en la historia de Hayman Nafee, arqueólogo jefe de obras de Betania. Al no encontrar un empleo a pesar de ser arqueólogo, trabajó en cualquier cosa que surgiera hasta que fue incluido en el proyecto de la casa de Lázaro. «Este trabajo es una buena oportunidad para mí de formar parte de algo que amo, hacer carrera en mi especialidad, y una ocasión para desarrollarme. Este trabajo verdaderamente es una parte importante de mi vida», revela el joven.
Más allá de las excavaciones, la idea general del proyecto “Betania” es que «hace falta ampliar el recorrido de los visitantes y si se retiene a los visitantes, también pueden aportar beneficio a la comunidad local». Carla Benelli explica: «Precisamente estamos trabajando con las mujeres para beneficio de la comunidad local. Betania tiene una relación muy estrecha con la figura femenina, tanto con María como con Marta. Además, el convento que fue construido en época medieval, fue encargado por la reina Melisenda, mientras que la abadesa del convento era la hermana Ivetta. A finales de 1800 la primera parcela de terreno donado a los franciscanos fue regalado por una marquesa francesa, Polinde Nicolai. Esto nos ha sugerido la idea de trabajar con la asociación femenina del pueblo para reiniciar la producción de aceites esenciales, y ponerlos a la venta para obtener también un beneficio económico». El proyecto no termina aquí porque también involucra a los niños de la comunidad local: dos o tres veces a la semana se organizan visitas para hacerles entender la importancia del lugar en que se encuentran.
Desde hace unos diez años, los frailes franciscanos del convento de Betania son dos: el guardian local, fray Michael Sarqua y fray Eleazar Wronski. El pueblo de Betania, que se encuentra en territorio palestino, sobre las pendientes del monte de los Olivos, es de mayoría musulmana y los cristianos que van a misa los domingos son apenas una veintena. También la misa diaria de la mañana está prácticamente desierta. «Estamos un poco abandonados debido a la presencia del muro – explica fray Eleazar Wronski -. Al no estar comunicados directamente con Betfagé, se tarda una hora en venir aquí y con frecuencia la gente renuncia. Quien llega, además, visita el lugar durante unos minutos y después se marcha. Pero cuando hay cosas importantes para ver, hace falta animar a la gente a quedarse más tiempo».
Beatrice Guarrera
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