COFRADEMANÍA Por Andrés Cañadas
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Escrito por: Andrés Cañadas 01/08/2015 | 09:51h
Hagan la prueba. Siéntense delante de cualquier informativo de televisión, el que ustedes quieran, y esperen pacientemente a que comience el tiempo reservado a los deportes. ¿Saben ustedes de qué únicos dos equipos se habla todos los días del año, ya estemos metidos de lleno en plena competición, ya sea en mitad de un verano aburrido y caluroso? ¡Bingo, lo han acertado! Sólo se habla -obligatoriamente- del Madrid y del Barcelona, y al resto, que les den..
Pero además, que le den también a la española selección Campeona del Mundo de waterpolo femenino, a la niña onubense que ha ganado todo lo ganable en bádminton, a los ‘Hispanos’ que dominan el panorama balonmanístico mundial, y al mejor tenista español de todos los tiempos. Que les den a todos, porque aquí lo que importa es que el Madrid y el Barcelona sean noticia constante, ya sea por ganar títulos, ya sea porque a alguno de sus niñatos de plantilla le entran ganas de ganar un par de milloncitos más, amenazando con irse a la ‘Premier’, hasta que llega el presidente de turno arreglándolo todo, a la concentración futbolera de Japón o de América..
¿Y saben ustedes por qué pasa eso? Pues simplemente, porque son dos equipos grandes. Dos instituciones a las que su extensión, poder y repercusión, han convertido en los dos clubes más grandes del mundo. Son grandes, y todo lo que les rodea -incluido los informativos- están impregnados de ese mismo hálito de grandeza, generadora de una información permanentemente consumida por el gran público.
Es algo parecido a lo que le pasa al Crucifijo, y en general, a todos los símbolos cristianos que conviven de ordinario con todos nosotros en nuestro devenir cotidiano, y que ahora tanto molestan a los políticos radicales y de izquierdas. Son símbolos que expresan la grandeza de Dios y de sus seguidores, de ahí que su lucha ideológica tenga siempre la sola dirección de eliminarlos del paisaje diario, al menos del paisaje habitual de las instituciones públicas.
Y ¡ojo!, que estos señores no están haciendo sino lo que por ley les es autorizado, ya que debemos recordar que España es oficialmente un país aconfesional -además de otras muchas cosas- algo que permite que no sea ni siquiera una ofensa, que mi amigo Raúl Ruiz-Berdejo solicite oficialmente la retirada del Crucifijo del Salón de Plenos del Ayuntamiento de Jerez, donde permanecía por simple y mera inercia, al igual que ocurre en tantos y tantos puntos de nuestra geografía nacional.
Esta nación decidió en su día que esto fuera así, y a menos que alguna vez llegue otra vez a cambiarse, es algo que tenemos que respetar todos, entre otras cosas, porque las normas -todas- dentro de un sistema democrático, están para cumplirlas en todos los sentidos, como también tiene que ser cumplido el derecho a la libertad religiosa que garantiza nuestra Constitución, siendo lícito que nos defendamos de otro tipo de ofensas, como la recientemente protagonizada por un desafortunado y deslenguado concejal del Ayuntamiento de Sevilla.
El Crucifijo tiene que estar donde se le quiere. Tiene que estar en las iglesias, en nuestros pechos, en las carteras, en los altares, presidiendo las Eucaristías, y junto a los Sagrarios. Y nosotros con Él, donde Él diga, y cuando Él diga. Y si no se le quiere en los centros públicos porque así lo dicta la ley, pues que no esté. No pasa nada. ¿No ven ustedes que Raúl, lo que ha conseguido, es que ahora se hable otra vez de ese Cristo al que no quiere?
Cristo es grande, lo quieran los políticos o no, suenen las campanas o no, y vayan o no vayan los munícipes a las procesiones de las Patronas de cada ciudad. La suya es una grandeza que trasciende todos los límites, los tiempos, y los espacios, y no va a menguar ni un ápice, por el hecho de no estar visible en los salones de pleno de los ayuntamientos de España.
Los políticos, que se dediquen a hacer políticas para el pueblo persiguiendo el bienestar común, que bastante tienen con eso.. que ya nosotros nos dedicaremos a dar culto a Cristo en nuestras casas. Y todo lo demás.. sobra, porque no nos hace falta que nadie nos recuerde lo grande que es Dios, y lo grande que somos los seguidores de Cristo. Por eso molestamos tanto, por nuestra grandeza.
Y si no.. hagan hoy la prueba. Siéntense delante del televisor a la hora de los deportes, y miren a ver de qué dos equipos se habla..