LA HABANA, 03 Ago. 15 / 09:20 pm (ACI).- La plataforma social Cuba Posible, integrada por intelectuales y laicos católicos, entregó en la Nunciatura Apostólica una carta dirigida al Papa Francisco para solicitarle con humildad “que atienda a la posibilidad” de que el P. Félix Varela –sacerdote cubano que “soñó y proyectó a Cuba como una nación libre, justa y soberana”–, “sea llevado a los altares”.
La carta fue entregada el 30 de julio y en ella se agradece el Pontífice la visita pastoral que realizará a Cuba del 19 al 22 de septiembre “y su compromiso con nuestros destinos”. “En este contexto –indican los firmantes–, queremos solicitarle que, con motivo de los preparativos y la realización de su visita, se interese por el proceso de beatificación del padre Félix Varela (1788-1853)”, declarado Venerable en 2012 por Benedicto XVI y considerado padre de la identidad cubana.
Cuba Posible –coordinada por los laicos católicos Roberto Veiga y Lenier González– recordó que para cumplir su sueño de un país libre y soberano, el P. Varela “desarrolló una intensa y fecunda labor espiritual, pedagógica, cultural y sociopolítica (…), atendió la educación de niños y jóvenes, cuidó de huérfanos, y se entregó plenamente, durante la mayor parte de su vida, a servir a los pobres, en especial a los inmigrantes irlandeses en los Estados Unidos, donde consagró tres décadas de su labor pastoral, cuando tuvo que asumir el exilio, hasta el fin de su vida”.
Además “se destacó en el debate público sobre temas teológicos y filosóficos relacionados con la fe, la persona y la sociedad. Dedicó ingentes energías a pensar y promover instrumentos idóneos para un orden social justo”. “El sueño de Cuba fue el centro de sus desvelos y mayores esfuerzos”, afirma la carta.
Gracias al P. Varela los cubanos de ayer y hoy “tuvieron un asidero sobre el cual construir la nación, enriquecer ese legado fundador y mantener sus esencias como núcleo del paradigma que siempre nos retará a la búsqueda de una Cuba mejor”.
“Un heredero definitivo de esta síntesis lo fue José Martí, el apóstol de nuestra independencia, quien al referirse a Varela en la segunda mitad del siglo XIX lo llamó ‘el santo cubano’”, destacaron los firmantes.
En ese sentido, señalaron que “los principios fundamentales de ese núcleo fundador, que nos ha acompañado durante toda la historia, nos reclaman el desafío de edificar un país sustentado en la integridad de su soberanía nacional, en la vocación de apertura y solidaridad con el resto del mundo, en la libertad responsable de cada ciudadano, en la justicia social, en el compromiso con los débiles y la no violencia, y en una democracia entendida como posibilidad de socialización creciente de la cultura, la educación, las dinámicas civiles, la riqueza económica y la participación sociopolítica”.
En la carta dirigida a Francisco, Cuba Posible indicó que el mayor aporte del P. Varela “radicó en la metodología que nos legó para ejercer un patriotismo basado en la capacidad de comprometernos en el bienestar mutuo, y juntos, en el bienestar del país”.
“Para eso reiteró incesantemente que en cada circunstancia de la historia debíamos esforzarnos por entender los peligros que nos acechaban a todos, con independencia de preferencias políticas e intereses particulares, para consensuar las necesidades del país y empeñarnos, sobre todo, en la materialización de los caminos posibles”.
Sin embargo, recordó que su compromiso radical con el prójimo le costó “la injuria, el desprecio, el ostracismo, y el dolor que le impusieron quienes controlaban las estructuras de influencia y de poder en la Metrópoli española, en el gobierno colonial y en la Iglesia establecida en la Isla”.
“Agotadas sus fuerzas, cuando ya casi no podía ser útil, se trasladó a San Agustín de la Florida, en busca de un clima más propicio para su salud, y de la cercanía a su patria querida. Allí consiguió que un sacerdote francés le diera cobijo en una pequeña habitación de madera que tenía disponible al fondo de la escuela parroquial”.
Sin embargo, el P. Varela no dejó “de instruir y consolar a los pobres” y realizar labor pastoral con los habitantes de origen hispano, “y no dejó de aportar obras a la naciente cultura cubana”. “Tanta fama de santidad alcanzó que, al congregarse los feligreses en la iglesia al enterarse de que su muerte rondaba, una dama protestante pidió la bendición para sus dos hijos y declaró al partir: ‘mis hijos serán afortunados. Han sido bendecidos por el santo Varela’”.
“Su vida –afirmaron- constituyó un martirio moral por su compromiso radical con Cuba, expresión de su amor al prójimo. Hombres como Varela son los que han hecho y harán posible que nuestra nación sea una casa digna para todos los cubanos y un orgullo para otros pueblos del mundo”.
“Santo Padre, nos sentimos herederos de los intelectuales, estudiantes universitarios y actores sociopolíticos del país que en el año 1912, después de obtenida la independencia, trasladaron sus restos a La Habana y los colocaron en el Aula Magna de nuestra Universidad. Es por ello que ahora le solicitamos, humildemente, que atienda a la posibilidad de que sea llevado a los altares”.
“Cuba –indicaron– vive un momento de cambio; se transforman ciertos imaginarios sociales; la sociedad se dinamiza y comienza la transformación del entramado institucional”.
“En momentos como estos siempre resulta positivo colocar en el centro a los referentes más nobles, sólidos y trascendentes que compartimos diversas generaciones. Vemos en la beatificación del padre Félix Varela un acto de justicia que honraría a lo mejor de los cubanos, tanto a los que profesan la fe católica como a aquellos que no la profesan, pero que juntos sienten, como Su Santidad, un compromiso sustantivo con el bienestar del prójimo, en Cuba, y sobre la Tierra. Confiados de su desvelo por los pueblos, estamos seguros de su atención”.
Su vida
Félix Varela Morales nació en La Habana el 20 de noviembre de 1788, quedó huérfano a temprana edad y fue criado por sus abuelos. A la edad de 23 años fue ordenado sacerdote.
Su mayor campo de acción fue la enseñanza. En año 1821, el P. Varela fue elegido representante de la colonia española de Cuba ante las Cortes de Madrid.
Ese mismo año se embarcó hacia España para defender los derechos y libertades de los cubanos. Ya en la metrópoli, presentó tres propuestas de ley: La abolición de la esclavitud en la isla, la independencia cubana y un Gobierno para las provincias de ultramar”. Sin embargo, ninguna fue aprobada y le costaron el exilio.
El sacerdote se vio obligado a instalarse en Nueva York (Estados Unidos), donde vivió como párroco y vicario episcopal; y desde donde continuó defendiendo los derechos humanos, las libertades de los cubanos, y a la minoría católica frente a la mayoría protestante.
Por motivos de salud, se trasladó a San Agustín, Florida, donde pasó los últimos cuatro años de su vida. Murió el 25 de febrero de 1853.
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