La vida se compone de momentos, instantes que van cambiando según nosotros mismos lo vamos haciendo.
Ponerse demasiadas metas hacen que el llegar a la cima se convierta en algo inalcanzable y ciertamente inaccesible porque según tus fuerzas van menguando también lo hace la esperanza en conseguir ese logro que crees fundamental para tu vida.
Con el transcurrir del tiempo vas viendo como lo que presuponías que eran tus retos ahora no lo son porque ni siquiera se acercan a lo que en la actualidad deseas.
Cuando eres joven, cuando la sangre brota a borbotones por tus venas, cuando el corazón va por delante de la razón, cuando la fuerza física predomina sobre la mental, entonces crees ver que las cosas se consiguen de otra manera. Pero en esa etapa de la vida te sobran fuerzas y te falta inteligencia. Es verdad, la inteligencia no está reñida con la edad pero esta sin la madurez poco o nada sirve.
Por las circunstancias de la vida tuve que coger el "timón" del barco demasiado pronto y eso hizo que mi adolescencia y juventud pasaran casi desapercibidas debido a todo lo que llevaba para adelante. ¡No me arrepiento, más bien enorgullezco de ello!
Podría decirse, sin faltar razón que era un joven maduro y que por lo cual mi actitud en la vida sería diferente. ¡Sí y no!
Puede ser que fuera más maduro para mi edad y por eso veía, en cierta manera, muchas cosas desde otra perspectiva aunque me faltaba madurez que es lo que hoy en día estoy viviendo y gozando.
Desde muy joven he tenido el honor de ostentar innumerables responsabilidades, he sido depositario de mucha confianza, me han ido encomendando misiones que he desarrollado con la mayor de las lealtades al cargo y a las personas que en su momento confiaron en mí. Aunque ahora he de decir que todo ha cambiado puesto que mi perspectiva y yo también lo hemos hecho.
En este momento de mi vida debo reconocer que abomino de los cargos que no de las misiones, de las responsabilidades públicas y reconocimientos varios. No he sido de "medallitas" en mi juventud y menos en mi madurez.
Tras cerca de veinticinco años en el "candelero" ahora soy de los que prefiero la "tramoya". Tras muchos años dirigiendo ahora me siento más útil escuchando y cuando se tercia, aconsejando. Ahora prefiero el anonimato de la última fila que los puestos destacados y de relumbrón. Ahora soy de los que piensa que la vida son momentos e instantes que se consiguen con solo alzar la mirada que fijar mis metas en cumbres tan altas que solo consiguen sobrevolar las águilas.
Una buena tertulia con buenos y queridos amigos, verdaderos hermanos del alma, compartir una copa de brandy con los que quieres y de verdad te quieren, escuchar de todas las personas, sean quienes sean, de las que puedes aprender, leer ese libro que parecía que no te iba aportar nada y te abre horizontes nuevos, ver esa película que hace que tu imaginación ruede a más velocidad que las imágenes, contemplar como atardece en el mar mientras el sol se pone ofreciendo colores únicos que son percibidos desde la sensibilidad, extasiarte ante la amanecida por el puerto de las viñas en mi querido pueblo de Villaluenga del Rosario, escribir por escribir dando forma a una idea que se torna en un artículo, un escrito, una novela, un futuro libro, rezar ante la intimidad que ofrece el Sagrario o disfrutar en silencio de la mirada de la persona que más quiere y te quiere. Compartir momentos, vivencias, ocurrencias, padecimientos con los que sabes que siempre están junto a ti.
...Y también hay momentos e instantes de dolor, de angustia, enfermedad y padecimientos. También son buenos para nuestra particular existencia pues se aprende más del sufrimiento que de las victorias.
Estos y muchos más son los momentos, los instantes, que comprende mi forma actual de ver la vida y siempre desde el recíproco respeto y respetando la independencia y libertad de todos hacen que ya no necesite más porque con todo esto soy inmensamente rico aunque no poderoso a los ojos de un mundo demasiado perdido en intereses ya sean monetarios o sociales.
Dice el mundo: "Tanto tienes, tanto vales".
Pues debo reconocer que no debo valer mucho cuando mis mayores tesoros no se cotizan en bolsa, no están controlados por el mercado de valores y no lo inspecciona ni Hacienda ni otro organismo análogo que el único fin que tiene es controlarlo todo y a todos para mayor voluntad del poderoso Don Dinero de apellido Interés.
Por dinero e interés se compran voluntades, se traicionan amistades, se vende a los pueblos.
No, sé que ya no soy interesante para los que lo manejan todo pues en la madurez personal y de espíritu prefiero leer un buen libro, conversar y tomar una buena copa de brandy con hermanos del alma, escribir lo que todavía no haya escrito, ver amanecer cuando el mar está en calma o atardecer cuando el sol se esconde tras el Caíllo, pasar horas y horas al lado de mi mujer así como rezar y contemplar a Dios en la máxima belleza porque mi vida, después de todo lo que he vivido, realizado, conseguido, está hecha a base de momentos e instantes.
¿Y para qué quiero más?
Jesús Rodríguez Arias