sábado, 3 de enero de 2015

* DESDE VILLALUENGA: DEDICADO A LOS PASTORES DE VILLALUENGA.





En estos días de caluroso invierno con los que Dios nos ha bendecido ha propiciado que nuestro pueblo haya mucho ambiente de personas y familias deseosas de encontrar en lugares como estos la paz y la tranquilidad, el sosiego y la calma, el aire puro y la pureza de sus gentes que no es tan fácil de saborear en una ciudad donde todo está encorsetado en lo que llamamos "día a día".

Unas de las cosas que más me gusta hacer es mirar, admirar y observar sin ser visto que también es una forma de no perturbar demasiado el normal desarrollo de la cotidianidad.

A lo mejor la foto que sirve de portada a este post define en cierta medida lo que acabo de expresar pues ese túnel es mi mirada absorta ante un paisaje vivo y lleno de fuerza. 

Eso es lo que me pasa cuando estoy en mi bendito pueblo de Villaluenga del Rosario: Mirar y embelesarme sin ser visto, sin molestar en demasía el normal desarrollo de la vida de este pueblo que ya considero tan mío.

Hoy quiero dedicarle estas humildes letras salidas del alma a las personas que dedican cuantas horas tiene el día a las sacrificadas tareas de pastoreo y ganadería.

Cuando voy caminando por la glorieta o vuelvo hacia el pueblo por la carretera no es difícil que me encuentre con Diego Franco, hijo de una de las familias más queridas y admiradas de Villaluenga, que controla sin perder detalle cada movimiento de su rebaño de cabras y como sus perros pastores realizan el cometido que tienen asignado. Todo es tan natural como natural es la propia vida.

De pie apoyado en su bastón o sentado en cualquier piedra es normal ver la figura de mi querido Diego Franco pastoreando a su ganado o a Diego y Gabriel haciendo el mismo sacrificado y duro cometido.

La vida de los pastores, de los que se dedican a la ganadería empieza cuando el sol ni asoma por el puerto de las viñas y termina cuando este hace mucho tiempo desapareció por detrás del Caíllo, cuando la inmensidad de la noche nos envuelve en pensamientos, ensoñaciones al calor de la chimenea o de una amena conversación y tertulia con buenos amigos. ¡Qué de todo tiene que haber!

Mateos, padre e hijo, Antonio, Paco, Jesús, la referida Familia Franco, así como tantos otros que hacen grande a este bendito pueblo a base de una vida sacrificada, de una vida dura, de una vida que para muchos no lo sería y para ellos no entenderían otra forma de vivir la misma.

Es Villaluenga del Rosario un pueblo de gente afable, hospitalaria, aguerrida, trabajadora, que sabe sacar su familia y su particular día a día a base de trabajo, de sacrificio, de sacar fuerzas de donde no las haya. Este querido lugar es como es gracias a sus gentes que nos demuestran a diario lo que es el respeto, la educación, el saber valorar lo que tienen conseguido todo a base de trabajo, trabajo y más trabajo.

Mujeres que se quedan en el pueblo al cuidado del hogar y de los niños mientras los hombres se dedican a las labores de pastoreo, ganadería o del campo. Mujeres que en un tiempo no muy pretérito vivían en fincas en medio de la sierra sin ninguna comodidad haciendo lo que hubiera que hacer para sacar las cuatro pesetas que sacaban. Familias que son ejemplo de valores porque lo han aprendido desde pequeñitos y que si quiere uno tendrás que trabajar como mil para conseguirlo.

Cuando converso con cualquiera de mis convecinos me transmiten una honda sabiduría que no se aprende ni en las mejores instituciones académicas. Es la sabiduría que da la vida misma, el trabajo diario, la familia, el haber visto mucho pasar por delante de sus ojos a los cuales ya no le sorprende nada de lo que pueda o no ocurrir.


Sí, hoy este post "desde Villaluenga" lo dedico a mis convecinos y en especial a los que se dedican a las afanosas y sacrificadas labores del pastoreo, de la ganadería, de trabajar en el campo, a sus familias, hijos, nietos porque son ejemplo de vida.

Sigo caminando, observando, embebiéndome, admirando e intentando no ser visto para no molestar con mi presencia el normal desarrollo de la vida de mi bendito pueblo de Villaluenga del Rosario.

Recibid, mis queridos amigos y convecinos, un fraternal abrazo y que Dios y nuestra Madre del Rosario os bendigan.

Jesús Rodríguez Arias

No hay comentarios:

Publicar un comentario