LA HABANA, 31 Jul. 14 / 08:01 pm (ACI).- Necesitamos en Cuba una Iglesia que nos ayude a vencer el miedo, a dar los primeros pasos de la Liberación, “una Iglesia Madre que trabaje por la verdad sin ambigüedades”, fue lo que cinco jóvenes del Movimiento Cristiano Liberación (MCL), expresaron en la carta que en mayo la familia de Oswaldo Payá entregó al Papa Francisco durante una audiencia privada y que ha sido difundida estos días dentro de la Iglesia local.
“Esta carta, de cinco jóvenes católicos líderes del MCL dirigida al Papa Francisco, fue entregada a Su Santidad personalmente por la familia Payá durante reciente visita al Vaticano. Ahora decidimos enviarla a los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, misioneros y algunos laicos de la Iglesia en Cuba al cumplirse Dos años de las muertes de Harold Cepero y Oswaldo Payá, quien pocas semanas antes de morir se había dirigido ya a los obispos cubanos manifestándoles sus preocupaciones sobre algunos temas de nuestra realidad eclesial”, expresó el Consejo Coordinador del MCL.
La carta, a la que tuvo acceso ACI Prensa este jueves, está firmada por Erick Álvarez Gil, 28 años, de la parroquia San Francisco de Paula; Anabel Alpízar Ravelo, 29 años, expulsada de su trabajo y perteneciente en la capilla Jesús María; Luis Alberto Mariño Fernández, 27 años, de la parroquia Salvador del Mundo; María de Lourdes Mariño Fernández, 29 años, de la parroquia Salvador del Mundo; y por Manuel Robles Villamarín, 24 años, expulsado de la universidad, perteneciente a la parroquia Siervas de María, pero que este mes tuvo que abandonar la isla debido al acoso del Gobierno.
En la extensa misiva, los jóvenes criticaron la falta de firmeza en sectores de la Iglesia para denunciar la falta de libertad que hay Cuba y para oponerse al “cambio-fraude” que el régimen comunista impulsa para perpetuarse en el poder. “¿De cuál transición se trata? La gradualidad sólo tiene sentido si hay perspectivas trasparentes de libertad y derechos (…). Pactar con nuestros gobernantes, como han hecho muchos gobiernos e instituciones democráticos, sin importar que ellos no representen a la ciudadanía, es perpetuar la opresión”, expresaron.
En ese sentido, afirmaron que los jóvenes cubanos quisieran que “la Iglesia que peregrina en Cuba se atreviera a echar los mercaderes del templo, a los que en virtud de pactos tácitos posponen el cuidado de la persona ante la significación abstracta de los números (…). Una Iglesia que con su voz profética y su testimonio de vida en la verdad en una sociedad carcomida por una cultura del miedo y la mentira, comparta la cruz de la incomprensión, la soledad, la humillación, las privaciones, las calumnias y persecuciones que sufrimos los que nos hemos propuesto romper con el vicio del autoengaño devenido en demencia colectiva”.
Afirmaron que “esa Iglesia, encarnada y solidaria, la hemos tenido por años en las personas de algunos valientes y excepcionales obispos, en incontables sacerdotes, religiosas y misioneros, muchos de los cuales hemos visto partir con dolor”. “Es esa Iglesia menguante y en peligro de extinción la que ha obrado auténticos milagros (…). Esa Iglesia nos reveló con su vida y no sólo con sus discursos, el significado profundo y las implicaciones personales de los misterios centrales de nuestra fe: la Encarnación, el Calvario, la Pascua, la Resurrección”.
Así, señalaron que “de esa Iglesia aprendimos a buscar y desear la voluntad de Dios como nuestro mayor tesoro. Hoy todavía nos atrevemos a nadar contra corriente desoyendo aun los consejos cercanos de voces amigas, a veces susurradas en los propios templos y sacristías, incluso de quienes deben hablar en nombre de Dios, hasta los gritos desesperados de nuestras madres angustiosas, que nos imploran renunciar, huir, escapar, ocuparnos solo de nosotros y de nuestras familias, con mil argumentos incontestables desde el llano pragmatismo de los hechos y los cálculos de fuerza, o componiendo acrobáticas argucias con supuestas razones de fe que terminan desvaneciéndose a los pies del Crucificado”.
“Porque esa Iglesia nos enseñó a creer contra toda evidencia y a esperar contra toda esperanza, hoy nuestra vida quiere seguir siendo una respuesta a la pregunta y a la llamada de Dios: ¿dónde están estos responsables?, para continuar siendo, al menos, una voz en el desierto, una luz en la oscuridad, un signo de esperanza, en medio de la aparente esterilidad, a pesar del agobio y del cansancio. Porque los cubanos necesitamos la ayuda de Jesús en la Cruz para mirar con amor estos cincuenta años donde se nos ha oprimido psicológica y físicamente, y atrevernos a decir: ¡Ya no más!”.
“Los cubanos necesitamos una Iglesia que nos ayude a vencer el miedo. El miedo que es origen de la desidia y la desesperanza que embarga a los jóvenes y a la sociedad en su conjunto. Necesitamos una Iglesia que nos ayude a dar los primeros pasos de la Liberación, esos primeros pasos que siempre empiezan en la persona y terminan por ser un grito más fuerte que uno mismo y que es preciso compartir”.
“Una Iglesia servidora tiene que ser un espacio de libertad, donde la reconciliación no se convierta en amnesia histórica disfrazada de bondad de los justos. Tiene que ser el lugar de la libre expresión, no para hacer política en el templo, sino para encontrar las palabras que cuenten nuestra historia desde abajo, sin las cifras victoriosas, intentando que la memoria sea reconstruida”.
“Necesitamos una Iglesia Madre, que trabaje por la verdad sin ambigüedades, que no confunda el amor a los enemigos con el oportunismo político. Una Iglesia que nos ayude a nombrar este dolor para ofrecerlo y actuar, sin que nos quiten la voz”.
“¡Cuente con nosotros Santo Padre! ¡Dios lo bendiga y lo guarde! Un fuerte abrazo desde el Caribe”, finaliza la carta.
El 14 de mayo, Rosa María Payá dijo a ACI Prensa que durante la audiencia “nos encontramos con un Papa que conoce la realidad cubana”, quien los escuchó, “se mostró solidario con nuestras familias, con lo que le contamos de la realidad cubana”.
“Todas sus palabras fueron de aliento”, afirmó Rosa María, e indicó que además de un obsequio, entregaron al Pontífice una carta escrita por los jóvenes del MCL desde la isla, “contándole su realidad y también de sus sueños para Cuba”. Texto que fue difundido este jueves.
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