viernes, 3 de enero de 2014

* UN SENCILLO Y GRAN REGALO.



Siempre durante los tres primeros días del mes de enero de cada año recibo muchas felicitaciones por el día de mi santo, las cuales agradezco sinceramente, aunque manteniendo viejas tradiciones en casa siempre hemos lo hemos celebrado el 2 de enero. 

Vaya por delante mi sincera y emocionada gratitud por vuestras felicitaciones, recuerdos y oraciones que a Dios gracias han sido muchas. La primera, no podía ser de otra forma, la de mi mujer y después mi madre, mi familia, buenos y queridos hermanos del alma que por teléfono, mensajes, correos, de forma personal, con una visita inesperada que me colmó de alegría. Todos estos gestos son verdaderos regalos, sencillos regalos que llevo en mi alma y que no los merezco. 

Soy un hombre que a fuerza de los años no cambio por cambiar en ciertos sentidos, más bien ya pocos está uno dispuesto hacer cuando se ha entrado y se está viviendo en la madurez de la vida. Solamente estoy dispuesto a “cambiar” cuando me pide algo la Santa Madre Iglesia a la que me debo y sirvo sin condición o cuando es algo mejor para mi vida. Nunca he sido ni de oro y plata, ni de coches ni de lujos, de cosas caras y buenas  porque entiendo que lo que de verdad da la felicidad son las cosas sencillas. Prefiero un buen y viejo libro a todo el oro del mundo porque el poseer riquezas materiales te otorga, a corto y  medio plazo, un agravado sentido de infelicidad, pero la cultura, la formación, la buen conversación, la escritura son parte de nuestros patrimonios materiales o inmateriales que cuestan muy poco y nos ofrecen mucho. La verdadera riqueza no es tener más sino el desear vivir con menos. 

Por eso me llega a extasiar una buena y agradable conversación al lado de una chimenea o alrededor de una tertulia en cualquier otro lugar. No cuesta nada y te hace inmensamente rico. Leer un buen libro que adquieres conocimientos, te puede elevar a la trascendencia o incluso vivir las aventuras y vicisitudes que tienes entre manos, puedes pasear largas caminatas por tu ciudad, por tu pueblo, por el mar o las montañas que es invertir tu tiempo en salud física, mental o espiritual o sentarse en un cómodo sillón o delante de esta pantalla blanca virtual y escribir... ¿Verdad que lo que os he dicho cuesta más bien poco?  Y entonces, ¿Por qué no lo hacemos? 

No nos damos cuenta que pasar por la vida no es vivirla, que los agobios solo traen preocupaciones y enfermedades, que no es bueno ir corriendo de un lado para el otro, que  no nos sirve para nada llevar la agenda de la agenda, que todo esto es más sencillo de como lo hemos montado, que así es muy fácil olvidarse de los demás porque no tienes tiempo ni para los tuyos y lo único que compensa es tener más y mejores cosas para cuando tengas un minuto poder disfrutar de lo que, en definitiva,  no otorga la verdadera felicidad. 

A mis cuarenta y cuatro años, aunque siempre he sido así, prefiero regalar a recibir regalo. No hay nada como pensar en ese detallito, preparar el terreno, distraer la atención, envolverlo de la forma más inusual y, si es preciso, esconderlo hasta el día que lo ofrezca. Si somos capaces de preparar y programar todo para un sencillo regalo, ¿Por qué no lo hacemos cuando estamos delante del Señor? Creo que sería maravilloso el preparar ese “detallito” que es nuestra propia vida, preparar el terreno haciendo que la misma fructifique y envolverlo de la forma más inusual para este mundo: Con amor, caridad, servicio, amistad, hermandad, fidelidad... Y con las manos llenas ofrecemos el regalo de nuestras vidas al Sumo Hacedor para que disponga de las mismas a su mejor criterio. Es abandonarse, de una vez por todas, en las Manos del Señor. 

Ayer recibí muchos regalos en forma de recuerdos y felicitaciones por parte de familia, hermanos, amigos, compañeros, personas conocidas que trato a diario y no tan a diario aunque puedo decir que el regalo que me hizo mi mujer hizo explotar mi alegría porque en él se conjugaba lo que es la sencillez, la espontaneidad, la fraternidad, la humildad y el valor de la fe. 

En un simple marco de madera con la foto del histórico abrazo entre el Papa Francisco y Papa Emérito Benedicto XVI  se exponía ante mí la imagen de lo que debe ser y es la verdadera realidad de la vida. 

Ese abrazo de hermanos, lleno de fraternidad, de amistad, de calidez, de respeto, de sinceridad, de cariño, de fe simboliza todo lo que debiéramos hacer a diario y, en demasiadas ocasiones, no lo hacemos. ¡Ese abrazo simboliza tanto que estaríamos horas escribiendo y hablando del mismo y no pararíamos! 

Este simple, para inmenso, regalo de Hetepheres por mi santo me ha cautivado en todos los sentidos y como dice una buena amiga; queda demostrado  que no hace falta tanto para ser Feliz. 

Recibid un fuerte abrazo con la misma intensidad y calidez del que se dieron Benedicto XVI y Francisco, todos mis queridos amigos, e imploro al Señor, Buen Dios, que siempre os bendiga. 

¡Gracias por estar siempre ahí! 

Jesús Rodríguez Arias

1 comentario:

  1. Querido amigo Jesús: mis disculpas por la tardanza en felicitarte! Me ha alegrado mucho saber que tuviste un lindo día, y muy felicitado! Que hermoso detalle el de Hetepheres! Y me encanta lo que has escrito con respecto a la fotografía: tan cierto y profundo! Felicidades nuevamente!

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