El Papa recibe a François Hollande
El Presidente de Francia llega a su cita del día 24 con el Papa, mientras su Gobierno se dispone a liberalizar completamente el aborto e impulsa una polémica ley sobre el final de la vida. Pero la foto bien vale un viaje a Roma. En palabras de Hollande, Francisco es una «gran autoridad moral», con gran peso en asuntos de política internacional
El Papa Francisco recibe en audiencia a la Presidencia
de la Conferencia Episcopal Francesa, el pasado 16 de enero
Francisco Hollande visita al Papa Francisco. Todos los Presidentes de la V República, con la única excepción de Georges Pompidou, han mantenido encuentros con el obispo de Roma, ciudad a la que están unidos los franceses por una larga historia común. Aún hoy, el Jefe del Estado francés es canónigo de la catedral de Roma, la basílica de San Juan de Letrán, cargo honorífico que el actual Presidente finalmente decidió aceptar, pese a que había amagado con renunciar a él. La tradición se conserva, pero Hollande no es Sarkozy, sino, más bien, su antítesis.
Su antecesor conservador acuñó el concepto de laicidad positiva, con el propósito de superar definitivamente el laicismo radical vigente desde la Ley de Separación de la Iglesia y el Estado, de 1905. El líder socialista, por el contrario, ha implementado una agresiva agenda de ingeniería social, con la equiparación al matrimonio de las uniones homosexuales, la preparación de una asignatura obligatoria en las escuelas de formación en valores laicistas, o el anuncio de una polémica ley sobre el fin de la vida. Este mismo lunes, la Asamblea Nacional comenzó a debatir un proyecto de igualdad entre hombres y mujeres, en el que los socialistas han colado una reforma en profundidad del aborto, eliminando cualquier obstáculo, para -en palabras de la ministra de Mujer y portavoz del Ejecutivo, Najat Vallaud-Belkacem- convertirlo en «un derecho pleno».
Si las promesas electorales del Partido Socialista Francés en materia económica han resultado ser papel mojado, en temas morales, Hollande está decidido a presumir de izquierdismo. Hay imágenes de Hollande candidato en la Logia del Gran Oriente de la Masonería francesa, reunión en la que, según el diario Le Figaro, se comprometió a desarrollar una ofensiva laicista. Este diario ha publicado que, al menos, un tercio de sus ministros son masones. El titular de Educación, Vincent Peillon, anunció solemnemente, en noviembre de 2012, en el templo Groussier del Gran Oriente de Francia: «¡Queremos refundar la República, y queremos refundarla desde la escuela!» En 2008, el ministro a quien Hollande ha encomendado el diseño de una asignatura de moral pública, había abogado públicamente por «inventar una religión republicana», el laicismo, que «tiene que eliminar del niño todos los lazos pre-republicanos», singularmente el catolicismo, «para enseñarle a ser ciudadano».
La pregunta es: ¿qué pinta un laicista recalcitrante como Hollande en el Vaticano? De entrada, la foto le conviene. La popularidad del inquilino del Elíseo es la más baja de un Presidente en los últimos 20 años, mientras que la del Papa se sitúa en un estratosférico 85%, según una reciente encuesta publicada por Le Parisien. «El Papa puede ser útil en multitud de materias», dijo en la multitudinaria rueda de prensa del 14 de enero (afirmación, como tantas otras, eclipsada por los líos amorosos del Presidente). Hollande se refirió al Papa como una «gran autoridad moral», que puede desempeñar un importante papel en la búsqueda de un alto el fuego en Siria, o en el diálogo israelo-palestino, con su próximo viaje en mayo. Además, comprometió al Gobierno francés en la defensa de los cristianos perseguidos y obligados a huir de Oriente Próximo, y confió en que el Pontífice contribuya al éxito de la cumbre mundial sobre el clima que organizará Francia en 2015. El Presidente reconoció, al mismo tiempo, profundas diferencias en algunos temas con la Iglesia, y aunque de ningún modo renuncia a aparcar esa parte de su agenda, siete días antes, el 7 de enero, se comprometió ante el arzobispo de París, el cardenal Vingt-Trois, a consultar a las principales confesiones sobre cuestiones bioéticas.
Frente al concepto de laicidad positiva de Sarkozy, algunos medios franceses hablan de una nueva laicidad pragmática. El 14 de enero, Hollande dio por fin cumplida respuesta a la petición de no pocos obispos y fieles cristianos, que exigían una respuesta explícita del Gobierno a los diversos ataques y profanaciones en templos católicos en los últimos meses, gesto que se ha negado a conceder el ministro de Interior, Manuel Valls. En una entrevista a Radio Vaticano, el portavoz de la Conferencia Episcopal, monseñor Bernard Povin, agradeció sus palabras, pero pidió «actos concretos», y lamentó una actitud de «incomprensión» y de «no escucha» desde el Elíseo. «Los católicos quieren una relación constructiva», pero se topan continuamente con actitudes marcadamente laicistas.
Todas estas quejas han llegado de primera mano al Papa. Los responsables de la Conferencia Episcopal estuvieron los días 16 y 17 de enero en Roma, para ayudar a preparar la visita del Presidente. En el Vaticano ha tenido también amplio eco la Declaración del Consejo Permanente del episcopado francés de la pasada semana, contra el proyecto de ley sobre el final de la vida, cuya aprobación se anuncia en 2014, que claramente se encamina hacia la eutanasia y el suicidio asistido, aunque no mencione explícitamente esos términos.
El debate coincide con una fuerte polémica en Francia por los intentos de una mujer de que un hospital deje morir de hambre y sed a su marido, un tetrapléjico de 37 años con bajo nivel de conciencia. El médico accedió a su petición, pero un tribunal ha admitido la denuncia de los padres y hermanos del paciente, y ha impedido momentáneamente la desconexión.
Ricardo Benjumea
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