En plan zulú o masái (que no recuerdo a qué tribu pertenezco) tengo la superstición de que las fotos nos roban el alma. Casi prefiero no ir a cenas o fiestas por las constantes instantáneas. Es maravilloso echar una noche con los amigos, chin, chin; pero que te dejen eternamente encerrado, click, en el evento me parece excesivo, y con los ojos rojos por el flash. Además, el alma no sé, pero, en el tiempo que echa el fotógrafo en apretar el botón, la sonrisa, que, al principio, salía natural, aunque resignada, acaba forzada y reasignada. Todavía puede ser peor si se empeñan en que digamos «patata». Un estudio de Nikon afirma que la palabra elegida en España para este fin no es la más adecuada. La mejor es la palabra francesa «ouistiti» -un tipo de monos, por lo visto-. O sea, que, si no podemos hacer oídos sordos a la llamada de la foto, sería mejor decir «otitis», al menos.
Las fotos en los eventos parecen una trampa maquiavélica: cenas, te pones como un trullo, y luego te sacan en las fotos para que te lo veas. En vez del ordinario «Que aproveche», el todavía peor «Qué te ha aprovechado, eh».
Tengo un conocido (muy conocido) que, cuando le pedían una foto, respondía muy serio: «Desde que murió mamá, no me hago fotografías», y, aprovechando el desconcierto y los pésames, se libraba siempre. Creo que el argumento era que a su madre le gustaba mucho verle en las fotos y que ahora ser fotografiado había perdido todo el sentido: era para nada. Lo de la falta de sentido tiene todo el sentido, pero a mí lo de mi madre sé que no me va a salir y, además, ya lo usa él.
No me queda más que intentar escabullirme, aunque mi falta de agilidad lo dificulta. Si todos se han vuelto paparazzi, bien puedo hacer yo, por mantener el equilibrio, de celebridad. Aunque lo único parecido que tengo con una celebridad es la celeridad con la que trato de huir de las fotos. Igual de inútilmente.
Hablando de las celebridades reales, qué lástima que en nuestros tiempos la foto con el famoso haya sustituido por completo al autógrafo. Otra victoria de la cultura de la imagen frente a la cultura de la escritura, si nos fijamos.
Cuando seamos ancianos y queramos embellecer las historias de nuestros veranos y rodearlas de un halo de elegancia, belleza y romanticismo, tendremos todas estas fotos de la mediana edad diciendo «patata» que nos dejarán con muy poco margen para la literatura. Os lo aviso.
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