En el epílogo de su Historia de los heterodoxos españoles (1880-1882), Marcelino Menéndez Pelayo expresaba su anhelo de refugiarse en "los serenos templos de la antigua sabiduría" (Lucrecio) como escapatoria a la duras luchas culturales en las que se hallaba inmerso. Ese mismo estado de espíritu, que procede de la aplicación a la vida de la filosofía moral clásica, es el que adapta a las angustias y el estrés de la vida moderna una obra recién publicada, Serenidad. La sabiduría de gobernarse (Rialp). Su autor, Alfred Sonnenfeld, sacerdote, es doctor en Medicina y en Teología y catedrático de Antropología y Ética en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
De hecho, Sonnenfeld define la serenidad en relación a su contexto: la adversidad. Es la calma en medio de la tormenta, ese lugar de incertidumbre donde la claridad de ideas y el temple moral definen los "liderazgos éticos" a los que el autor ha dedicado numerosas reflexiones en otros lugares. ¿Cuáles son las claves para alcanzar esa tranquilidad del alma? Según se deduce de estas páginas, son esenciales el reconocimiento de la realidad sin fantasías, el dominio de uno mismo en la armonía de potencias y pasiones, una motivación que procede de la entusiasta contemplación de los fines y la fortaleza y sinceridad de los vínculos con los demás.
Es lo que sintetiza Alfred Sonnenfeld con la expresión "coherencia ética", no solo anclada en la virtud (de lo cual habla como teólogo y filósofo), sino en la misma constitución neurobiológica del ser humano, que presenta como médico con un planteamiento original.
Sobre todo ello conversó con Laura Daniele en ABC:
-Usted plantea mantener la serenidad en medio de las dificultades, ¿se puede entrenar esa capacidad tal como está ideada la vida moderna?
-Es, sin lugar a dudas, difícil, pero no imposible. Hay que conquistarla. Es un desafío constante.
-En medio de una cultura del trabajo que impone muchas veces «la multitarea», usted subraya la importancia de la «atención y la concentración»...
-Es verdad, pero lo que intento con mi libro es apuntar a lo alto. Lo que no podemos hacer es quedarnos en la mediocridad. La concentración es muy buena para el cerebro y, por el contrario, el multitasking, el estar disperso, disgregado son situaciones que pueden llevar al estrés porque aumenta el cortisol. El estrés se aguanta bien mientras uno es joven pero con los años, se paga con la salud.
-¿Existen estudios que demuestren que la multitarea es mala para la salud?
-Sí, por supuesto. Todo lo que digo en el libro tiene una base científica. Por ello hablo de estos temas, porque hemos de cambiar el chip, hacer un cambio paradigmático para disfrutar más de la vida. Repito mucho esto en mis conferencias, el disfrutar más de la vida, de las cosas sencillas, como un buen paisaje, una buena conversación, un ramo de flores… de muchas situaciones cotidianas de la vida. ¿Por qué? Porque con esta actitud las sustancias mensajeras neuroplásticas se activan y son como un abono para el cerebro.
-¿Qué «bienes» trae al hombre conquistar la «serenidad?
-Muchísimos y todos tienen que ver con una mayor paz interior. Le permite acometer las cosas de este mundo con más tranquilidad y armonía. Estar en armonía con uno mismo es fundamental. Mucha gente sufre porque no sabe cómo conseguirlo. Entonces aparecen todo tipo de enfermedades, como la depresión. Uno se deja llevar por todo tipo de representaciones mentales que nos hacen mucho daño porque son muy limitantes y pueden convertirse en cadenas pesadas. A veces tenemos que saber desprendernos de eso. Para los jóvenes significa saber desconectar del móvil, de las redes sociales… pero no saben hacerlo.
-Los adultos tampoco….
-Es verdad. De camino a la Universidad he observado que delante del semáforo la gente no sabe esperar a que la señal se ponga verde. Inmediatamente tienen que coger el móvil para apoyarse en algo. ¡No vaya a ser que nos estemos perdiendo algo en las redes sociales! La hiperconectividad es un problema muy preocupante. Los jóvenes están siempre conectados y les cuesta muchísimo una conversación cara a cara. Así no aprenden una cosa que hoy es esencial para la vida, para el trabajo y que es la empatía.
-Usted incluso menciona una nueva fobia llamada FOMO...
-Se trata del miedo a no ser considerado o valorado en las redes sociales. Pero no es solo eso. Está también el tema de la imagen, del narcisismo. A muchas personas lo único que les interesa es contar cuántos «me gusta» les han dado, cuántos comentarios les han puesto en Facebook. Esto es el narcisismo. Son situaciones tremendas que están ocurriendo constantemente y cada vez con mayor frecuencia. Es necesario al menos hacer un diagnóstico de lo que ocurre y recordar que así las personas no pueden ser felices.
-¿La ciencia y la tecnología, asegura nos empujan hacia un «cambio radical antropológico», ¿qué consecuencias trae al hombre ese cambio?
-Se trata de una visión reducida del hombre. El hombre es mucho más, pero muchas veces lo vemos parcialmente. No se reflexiona. He insistido bastante en este libro sobre la importancia de parar y reflexionar, de ejercitar un pensamiento profundo. Vivimos de cosas superficiales, nos falta la valentía de profundizar en las cosas. Nicholas Carr llega a la conclusión de que estar siempre on line con las nuevas tecnologías erosiona el pensamiento profundo.
-¿Hay antídotos contra la abducción que nos provocan el móvil, las redes sociales...?
-Pues no. Al hablar de esto pienso que animo a la gente a actuar de otro modo. No es mi intención decir a los demás lo que tienen que hacer. El liderazgo, que es sobre lo que yo doy clases, es invitar, animar, inspirar y entusiasmar. Y eso es lo que hago. Invito a reflexionar más sobre estas cosas, a no quedarse en lo superficial. Ya verán cómo las cosas van a mejor.
-Cada vez hay más países que legalizan la eutanasia, ¿estas leyes se podrían enmarcar en ese «pensamiento calculador» que menciona usted?
-Nos estamos dejando llevar por una pendiente resbaladiza, pero ¿por qué? Porque se trata al ser humano como un objeto. Si se respetase más el ser humano en sí mismo no ocurrirían cosas aberrantes y que tocan también temas tan centrales como la vida y la muerte. Cuando uno trata a la gente como lo han hecho los nazis. ¿a dónde vamos? Considerar al otro como un beneficio o un perjuicio trae muchísimas consecuencias. Eso no puede ser porque cada ser humano es inconmensurable, es único.
-¿Usted habla de ser virtuosos, de vivir con coherencia ética, de afrontar la vida con ojos de eternidad... ¿Cómo se transmiten esos valores?
-En realidad mi mensaje es ese: vivir serenamente. Pero para eso necesitamos vivir coherentemente. El que vive en el autoengaño, que lleva una vida doble, que abraza la mentira no puede alcanzar la felicidad desde el punto de vista neurobiológico. Esto ya se sabía desde el punto de vista de la Teología, pero no se había podido probar desde el punto de vista de la Neurobiología. Es necesario saber que el autoengaño conlleva un daño para la persona porque no le permite vivir en armonía consigo misma. La gente vive a veces en el autoengaño y piensa que de este modo va a ser más feliz y no es así. Esta es una afirmación rotunda.
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