miércoles, 16 de mayo de 2018

UN SACERDOTE PROPONE CINCO CRITERIOS PARA SABER SI ESTAMOS O NO EN EL CAMINO A LA SANTIDAD

Religión en Libertad

Un sacerdote propone cinco criterios para saber si estás o no en el camino de la santidad

Joshan Rodrigues, sacerdote de la diócesis de Bombay, se encuentra en Roma estudiando Comunicación Institucional y de la Iglesia en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Declara como propios tres importantes referentes: G.K. Chesterton, el obispo Fulton J. Sheen y el obispo Robert Barron. Y, efectivamente, siguiendo esos modelos, en su blog Musing in Catholic Land [Meditando en Tierra Católica] presta una gran atención a las tendencias culturales. Pero también a la búsqueda de la santidad, a la que lleva consagrados varios posts. Entre ellos, uno en el que plantea Una lista de comprobación de cinco puntos sobre la santidad:

1. Perseverancia, paciencia y mansedumbre
El primer signo es cuando Dios se convierte en la fuente de tu fortaleza interior, cuando estás firmemente anclado en Él. Esta actitud ayuda al cristiano a afrontar cualquier situación en la vida, por grave y desesperanzada que sea. Cuando “sabes” y “sientes” que Dios está contigo, entonces “¡Todo está bien!” (¿recuerdas a Aamir Khan en 3 Idiotas?).
  
"Aal izz well... [All is well, Todo está bien]" es el lema de vida de Rancho [Aamir Khan], uno de los protagonistas de 3 Idiotas (Rajkumar Hirani, 2009), un gran éxito de Bollywood. "El corazón se asusta fácilmente", dice Rancho, "así que tenemos que engañarlo. Por grande que sea un problema, tienes que decirle al corazón: no pasa nada, amigo; todo va a estar bien; todo está bien. No se resolverá el problema, pero encontrarás el valor para afrontarlo". Ese Aal izz well se acaba convirtiendo en una de las canciones temáticas de la película.
 
Esa es la fuente de la fortaleza de los santos, que se enfrentan a toda hostilidad y violencia con amor y paz. Es también el signo de una persona con la que se puede contar, porque quienes tienen su fe en Dios son también fieles a los demás. Una persona así no responde al mal con venganza sino con amor. Una persona así protege el buen nombre de los demás. No juzga a los demás por sus faltas, sino por sus fortalezas. Siempre está dispuesto a aprender de los demás. ¡Si estás dispuesto a sufrir humillaciones por el bien de los demás, entonces te pareces a Cristo!
 
“Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom 8, 31).

"La lengua es la que contamina a la persona entera y va quemando el curso de la existencia" (Sant 3, 6).

"Seas siempre más amigo de ser enseñado de todos que querer enseñar aun al que es menos que todos" (San Juan de la Cruz).

“Que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios" (1 Ped 2, 20).
 
2. Alegría y sentido del humor
Un cristiano santo siempre está lleno de alegría y con sentido del humor, porque alguien que tiene a Dios consigo nunca puede estar triste o abatido. Un auténtico signo del buen cristiano es que siempre irradia felicidad y risas. Cuando entra en una habitación trae sonrisas y buen rollo. Esta persona puede estar afrontando el momento más duro de su vida, y sin embargo nada puede destruir la alegría y confianza que están en él, porque sabe que, a fin de cuentas, ¡Dios me ama! Esa alegría trae una profunda seguridad, una serena esperanza y una satisfacción espiritual que el mundo no puede entender ni valorar.
 
El Papa Francisco recomienda rezar esta oración, atribuida a Santo Tomás Moro:
 
Concédeme, Señor, una buena digestión,
y también algo que digerir.
Concédeme la salud del cuerpo,
con el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma sencilla que sepa aprovechar
todo lo que es bueno, y que no se asuste fácilmente ante
el pecado, sino que encuentre el modo de poner
las cosas de nuevo en orden.
Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento,
las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no
permitas que sufra excesivamente por ese ser tan
dominante que se llama: Yo.
Dame, Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia de comprender las bromas,
para que conozca en la vida un poco de alegría y
pueda comunicársela a los demás.
Así sea.
 
3. Audacia y pasión
Déjenme enseñarles este punto mostrando cómo un cristiano no debe ser. El mayor obstáculo a la evangelización es una mentalidad de miedo y falta de entusiasmo entre los cristianos al hablar de su fe. Podemos paralizarnos por un exceso de prudencia, siempre queriendo jugar sobre seguro, sin querer jamás alejarnos demasiado de la playa. Nos negamos a mirar a la realidad a los ojos y, por el contrario, nos tienta huir hacia un “espacio seguro”. Esto puede tener muchos nombres: individualismo, espiritualismo, adicción, vivir en “mi” mundo, rechazo a nuevas ideas y perspectivas, pesimismo, dogmatismo, etc. Somos como Jonás; no queremos ir donde el Señor quiere que vayamos. Pero Dios nunca tiene miedo. ¡Es un valiente! Siempre es más grande que nuestros planes y esquemas. Quiere que seamos audaces y que tengamos el coraje de hacer cosas que nadie más quiere hacer, de decir las cosas que nadie más quiere decir. No digas “deja las cosas como están”.

Pidamos la valentía de compartir nuestras historias cristianas con otros y dejar de intentar que nuestra vida cristiana sea un museo de memorias. Como señala inteligentemente el Papa Francisco, no es que Jesucristo esté a nuestras puertas llamando para que le dejemos entrar, es que ya está dentro de nosotros y llamando desde dentro para que le dejemos salir de nuestra rancia y anticuada auto-centralidad.
 
4. En comunidad
Un símbolo e indicador de nuestra sociedad hoy es la forma en la que los más jóvenes van por la calle, con los auriculares puestos, los ojos en su smartphone, absortos en otro mundo y ausentes al mundo que realmente les rodea. La santidad no se vive en solitario, se vive en común con otros. Esto es mucho más difícil, como experimentamos en las familias, los lugares de trabajo, en la parroquia e incluso en las comunidades religiosas.

Aislarme de los demás es lo contrario de la santidad. En el matrimonio, cada uno de los esposos se convierte en la fuente de santificación del otro. Una persona santa es alguien que puede vivir los mandamientos cuando está con otros. La santidad tiene también que ver con prestar atención a las pequeñas cosas. Una comunidad santa es una cuyos miembros prestan atención a las pequeñas necesidades de todos. Un Gran Amor en las cosas pequeñas. Dios está en los detalles. Jesús pidió a sus discípulos que prestasen atención a los detalles: que una oveja se había perdido, que la viuda ofrecía dos pequeñas monedas, que había que ahorrar aceite para las lámparas en caso de que el novio se retrasase, de tener el fuego encendido y el pescado cocinándose mientras esperaba a los discípulos al amanecer.
 
5. En constante oración
¿Recuerdas cuántas horas puedes pasarte hablando o escribiéndote con esa persona tan especial en tu vida? ¿Cómo esa persona está siempre en tu mente? Pues bien, si esa otra persona es Dios, eso es oración. Si dices que amas a Dios, pero no sientes que estás hablando con Él, ¿es un amor de verdad? No puede alcanzarse la santidad sin tener hilo directo con Dios. No es imprescindible que las oraciones sean siempre en el sentido tradicional, usando las fórmulas establecidas o largas devociones. Lo importante es cuánto tiempo estás a solas con Dios, hablándole. ¡Reza sin cesar! También es oración ponerte tranquilamente ante el fuego del Señor y dejar que caliente tu corazón. ¡Estate tan cerca de Él que puedas coger su fuego sin quemarte!
 
La oración también es silencio; es leer la Palabra de Dios y “recordar” que todo lo ha hecho por mí y por los demás. Piensa en tu propia historia cuando reces y encontrarás la misericordia. La oración también es petición e intercesión. Se convierte en una señal de nuestra dependencia de Dios y también en una expresión de nuestro amor a los demás. Cuando rezamos por los demás (incluso por quienes no nos gustan), acogemos sus vidas, sus problemas más profundos, su bienestar, y sus sueños más elevados. En la oración encontrarás la fuerza para perdonar.
 
Finalmente, esta oración debe conducirnos a la Eucaristía, a recibir a Jesús en la Santa Comunión. Es ahí donde lo humano y lo divino se reúnen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario