Cómo cada miércoles SED VALIENTES cierra edición con un artículo de nuestro recordado Diego Martínez Salas.
La pasada semana fue uno exclusivo a la persona de Diego y hoy vuelvo a "Raíces de Grazalema" para traer aquí uno de su autoría y que va dedicado a otro grazalemeño ilustre como es Ignacio López de Ayala y Lobato.
Extenso y prolijo en datos nos puede dar una idea de este personaje histórico así como la labor de investigación desarrollada por Diego Martínez Salas para poner negro sobre blanco la grandeza del pueblo al que amó hasta el último instante de vida así como a sus gentes.
Sirva una vez más como un sincero y cálido homenaje a nuestro recordado Diego en este último miércoles de 2016.
Espero que lo leáis con atención pues seguro vais a disfrutar con él y así sentirnos orgullosos de cuanto hizo por poner en valor todo cuanto tiene que ver con Grazalema y sus paisanos grazalemeños.
Con un abrazo con sabor a eternidad,
Jesús Rodríguez Arias
raicesdegrazalema.wordpress.com
Publicado por Grazalema
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Ignacio López de Ayala y Lobato
Grazalema 1.739-Tarifa 1.789
Diego Martínez Salas
Poeta, dramaturgo, historiador, astrónomo, traductor, Catedrático de Poética de los Reales Estudios de Madrid y Académico de las Reales Academias de la Historia y de la de Bellas Artes de San Fernando; Ignacio López de Ayala fue uno de los miembros más destacados de la Ilustración española del ultimo tercio del S. XVIII.
Injustamente olvidado, el descubrimiento del expediente de su matrimonio en el Archivo diocesano de Cádiz, por el historiador Pablo María Martín Moncada, al que dedicamos estas líneas, nos permite despejar algunas dudas sobre las circunstancias de su nacimiento y los primeros años de su formación intelectual, que hasta la fecha oscurecían ciertos aspectos de su biografía.
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Ignacio López de Ayala, nació el 18 de octubre de 1.739 (1) en la casa que aún existe bajo el número 8 de la antigua calle del Santo Cristo, hoy conocida como calle de las Piedras, de Grazalema, población entonces perteneciente al Obispado de Málaga y Reino de Granada, y hoy a la provincia de Cádiz. (2)
Hijo de Pedro López de Ayala y Ana Rafaela Lobato, fue bautizado con el nombre de Lucas, correspondiente a la festividad litúrgica del día de su nacimiento. Años más tarde, en 1.747, durante el sacramento de su Confirmación antepuso al nombre de pila, el de Ignacio que usará desde entonces en todos sus escritos.
Su padre era uno de los principales miembros de la Real Fábrica de Paños de Grazalema, actividad que convirtió durante el Antiguo Régimen, a dicha localidad serrana en una de las ciudades más pujantes de Andalucía, a pesar de su aislamiento geográfico.
Su condición de fabricante, transformando más de 450 arrobas de lana anualmente y las rentas que recibía por la propiedad de varias casas y como titular de uno de los cuatro tintes para paños existentes para toda la población, le hizo mantener una posición económica desahogada y una gran influencia que le permitió ser Alcalde Ordinario de Grazalema, y por tanto desempeñar la presidencia de la poderosa Junta de Veinticuatro de su Real Fábrica, hasta el año 1.751. (4)
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Precisamente de dicho año, es el “Libro de Cabezas de Casa”, levantado para el Catastro de Ensenada que se estaba elaborando durante aquellos años en las Cuatro Villas y que nos describe a los integrantes de la familia del joven Ignacio Lucas y los oficios a los que se dedicaban.
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“Don Pedro de Ayala. Alabardero, Fabricante de paños. 54 años.
Ana Rafaela Lobato. Su mujer. 46 años.
Antonio. Maestro Tundidor 22 años.
Pedro. Oficial de Cardador. 17 años
Nicolás. Aprendiz de tintorero 19 años
Lucas 12 años. Estudiante.
Rosalia 23 años.
Gertrudis 4 años.”
Ana 1 año.” (5)
Los oficios de sus hermanos mayores, nos demuestran como el proceso de transformación de la lana, se apoyaba en buena medida en los integrantes de la propia unidad familiar, cuyos miembros estaban abocados, a cooperar en los distintos oficios que intervenían en la fabricación, con independencia del sexo y la contratación de otro personal ajeno al núcleo familiar. El rechazo a la ociosidad de las clases mas pudientes y la equiparación de los sexos, en todas las actividades artesanales y económicas de la familia, propia de la economía grazalemeña, tendrá su trascendencia en el pensamiento posterior de Ayala. Sin embargo, vemos como el joven Ignacio figura como estudiante a pesar de haber alcanzado ya una edad en la que el destino habitual de la población infantil en esos años era ingresar como aprendiz de algunos de los maestros relacionados con la producción de los paños.
En cualquier otra población, este habría sido sin duda el destino del joven Ignacio, pero Grazalema, debido precisamente a su pujante economía, mantenía una Cátedra de Gramática y Moral que permitió que durante estos años, numerosos grazalemeños, pudiesen escapar a un destino menestral y orientar su futuro hacia las humanidades o las ciencias.
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En el Colegio Imperial de Madrid. Sus primeras obras
Pronto la capacidad de nuestro grazalemeño, llamó la atención del titular de dicha cátedra, el Presbítero don Félix Barco, que debió influir en la decisión de que el joven Ignacio marchase a continuar sus estudios en algún colegio regentado por los Jesuitas, que en aquellos años monopolizaban la enseñanza de calidad en España, como se deduce de una carta que en 1.770, le dirige Nicolás Fernández de Moratín en la que dice a Ayala “Usted ha sido discípulo, pasante y novicio de los jesuitas”. (6)
Sin embargo, y a pesar de haber iniciado el noviciado, no llegó a profesar en la Compañía de Jesús, pues este hecho hubiese determinado conforme a las órdenes expresas de Aranda, su extrañamiento automático de España, durante la expulsión de la Compañía decretado por Carlos III durante el año 1.767.
No obstante, haber manifestado una vocación contraria a la vida religiosa, siguió sus estudios con los seguidores de San Ignacio, en el Colegio Imperial de Madrid. Prestigiosa institución donde se formaron figuras de la talla de Lope de Vega, Calderón de la Barca y Francisco de Quevedo y donde recibió un sólida formación, que según confesará el mismo, tuvo por base el estudio de disciplinas tales como “retórica, poética, teología escolástica y dogmática, filosofía, cronología y de las lenguas francesa, italiana, latina, griega, y árabe” (7)
Como apunta Nicolás Fernández de Moratín, en el Colegio Imperial no sólo completó sus estudios sino que es probable que auxiliase a los jesuitas en su labor docente, lo que compatibilizará con la publicación de su primera obra poética en 1.765:
“Varios Epitalamios en las nupcias del Serenísimo Príncipe de Asturias don Carlos Antonio de Borbón y de la Serenísima Señora doña Luisa de Borbón Princesa de Parma, en Español, latín, griego, árabe y hebreo.”
https://www.dropbox.com/s/waenwtwmqqruzpn/Epitalamios%20%281%29.pdf
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Composición a la que seguirá la impresión en 1.766 de su:
“Canción fúnebre en Castellano, Latín, Griego y Hebreo, con motivo de la muerte de la Reina Madre Doña Isabel Farnesio”.
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En el Madrid de las tertulias literarias
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En ambas obras demuestra un dominio fuera de lo común de la poesía y de la métrica latina, que le abre las puertas de los ambientes ilustrados del Madrid dieciochesco, reunidos en la Fonda de San Sebastián. Primera y más importante de las tertulias literarias de España, donde se leían a autores franceses del momento y se aspiraba a renovar la poesía española y a crear un nuevo teatro según los postulados estéticos del Neoclasicismo.
Allí conoce y entabla amistad con los mejores escritores del momento que allí hacen lecturas de sus obras y donde participan Nicolás Fernández de Moratín, José Cadalso, Jovellanos, Tomás Iriarte, Luciano Francisco Cinmella y Gaspar Závala y Zamora o el propio Ayala que allí dará a conocer su tragedia Numancia Destruida. Allí acudían también otros ilustrados ajenos a la literatura como Goya, Mengs, Francisco Cerdá, Vicente de los Ríos, etc,.
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También participa en la tertulia de la Fontana de Oro, donde sabemos leyó su drama Hábides y en la organizada en los salones de la condesa de Montijo. Francisca de Siles Portocarrero, de marcado signo neojanseista, y a la que acudían obispos reformadores como Palafox y Tavira y literatos y políticos como Jovellanos, Cabarrús, Meléndez Valdés, y la duquesa de Alba.
No se limita Ignacio Pérez de Ayala, en su labor creativa a una poesía, acorde a los postulados del neoclasicismo imperante, sino que como prototipo de hombre ilustrado del S. XVIII que aspira a abarcar todas las ramas del conocimiento, publica durante estos años obras de carácter histórico y científico. En 1.768 pubica:
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“Historia de Federico el Grande. Actual Rey de Prusia” en 1768
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En esta obra. Al autor grazalemeño, presenta al rey de Prusia como modelo de gobernante ilustrado, reivindicando así la necesidad de introducir reformas que fomentasen, lo que los ilustrados denominaron “pública felicidad”. Como el mismo dirá en la introducción de su obra:
“El principal motivo que me ha determinado á publicar la vida de Federico II. Rey de Prusia, ha sido la instrucción, que puede resultar de su lectura a nuestros Nacionales Militares, y Políticos. En efecto, esta Historia, llena de admirables ejemplos de valor heroico, y de prudentísimas disposiciones, presenta los medios con que se ha adquirido este Monarca la fama, y muchos de los Estados que posee; y sus vasallos, riquezas, abundancia, comercio y sabias leyes. Las expediciones marciales son las que dan, por lo común, mayor renombre: y aquí se encontrarán sumamente gloriosas. Pero (…), se hallan en su vida otras partidas tan gloriosas por lo menos, y tan útiles, aunque no tan ruidosas. Las sabias leyes, y ordenanzas publicadas; la agricultura, y plantíos fomentados; el comercio establecido; las fábricas levantadas; los pleitos abreviados, y extinguidos; las Ciencias, Artes, Sabios, y Profesores, protegidas, y favorecidos, y mil otras resoluciones llenas de sabiduría, de humanidad, y amor a los vasallos, recomiendan al Rey de Prusia en igual grado, que sus batallas, victorias, y conquistas. Esta razón me ha persuadido a referir igualmente unas cosas, y otras, todo con el fin de que el Lector pueda instruirse”.
Asociada al ánimo de mejorar la felicidad pública, se encontraba el interés por el conocimiento de las ciencias naturales que los ilustrados relacionaban directamente con este objetivo, entendiendo que al descubrir las reglas que las regían, se podrían aplicar directamente al progreso de las relaciones y sociedades humanas. En esta línea, Ignacio López de Ayala no dejará de mostrar su atención por distintas ramas del conocimiento como: el arte, la economía y las ciencias naturales, dedicando varias obras a la astronomía que era una de sus aficiones favoritas, publicando en 1.768 la “Disertación física sobre la Aurora Boreal, observada en Madrid la noche del día 24 de octubre de 1768”. Obra en la que, según el anuncio de un editor de la época:
“…después de describirla y asignar su extensión, variaciones y sitio, trata de sus causas, e impugna las opiniones de los más célebres Filósofos, particularmente la de Mr. Mairan, indicando algunas otras que le parecen más verosímiles y añade las observaciones que hizo en su viaje de la Laponia y Groenlandia Mr. de Maupertuis, y nota la frecuencia de estos fenómenos en algunas partes de España, y especialmente en las montañas de Aragón”. (8)
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En 1.779, volverá publicar una nueva disertación astronómica sobre el cometa observado en aquel año, en la que afirma contra la opinión tradicional que los cometas son cuerpos permanentes, y que corren su órbita particular como los demás astros, lo que acredita la modernidad y actualidad de los conocimientos astronómicos de Ayala.
Años más tarde, durante uno de sus numerosos viajes al Campo de Gibraltar, tuvo la oportunidad de observar las pesquerías de atunes que aún nos asombran en la actualidad, escribiendo su “Cetarion, sive de Thynnorum ad fretum Herculeum piscatura”. De este poema lamentablemente perdido nos ha llegado una descripción de un editor de la época en la que se nos dice:
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“Expone en él todo lo perteneciente a la historia natural de los atunes, su mansión, pasaje, motivos de éste, la antigüedad de su pesca, en las costas de Andalucía, los instrumentos y maniobras que en ella se emplean, el saladero, y el comercio que se hace de ellos, con todas las demás circunstancias que pueden contribuir a dar una completa idea de pesca tan famosa en tiempos antiguos y modernos. Trata al mismo tiempo de muchos puntos curiosos, así de Física, como de Historia: por qué los atunes pasan siempre próximos a la orilla; por qué en un tiempo, y no en otro; por qué son tan medrosos; por qué de algunos años a esta parte escasea esta pesca; por qué pertenece a la Casa de Medina Sidonia; cómo siendo el atún tan corpulento, tiene tan corto vientre, ni se le haya comida sólida; y en fin, cómo se conservan; con otras particularidades.
Para dar alguna idea del estilo y mérito de este poema pondré el siguiente pasaje, en que se trata del gran comercio que hacía antiguamente los Españoles con este ramo de comestibles, y de las causas de su decadencia. Después de hablar de su saladura y preparación, continúa diciendo:
Hinc iterum vestras olim venistis in oras,
Salsa cohors Thynnûm. Sequitur post fata meandi
Sors eadem miseros. Primum manus anxia captat,
Largior hinc praedam populos partitur in omnes.
Certatim, quondam Proceres obsonia mensis
Quaesivere suis. Longe petiistis, Athenae
Maxima convivis habiturae obsonia gentis
Principibus: Gades, piscosum et ab Hercule littus
Pars sermonis erat, postquam Artaxerxis inanes
Calcavistis opes, et Persidis arma ruentis
Noverat has epulas, mensaeque arcessit, amico
Cum primum Antonio, vel cum tibi, fortis Jule
Post tua quam vidit victricia Pharsalos arma
Accubuit cupido regina incesto Canopi
Quid Sybarim mollem, quid Bruttia moenia, et arces
Campanûm, atque urbem, Teucro a ductore, Tarentum?
Herculeas longa positas regione columnas
Thynnorumqute dapes, et salsamenta petebant
Perque undas, superante salo, erroresque viarum
Ad fines Italos, et Achaica ad moenia passim
Sollicitus venum vectabat navita merces
Cesserat his scombrus, tenuisque solebia, mullus
Discerptus, coliasque tener, cum Roma nepotes
Romulidum ad coenas, et blanda alimenta vocabat
Pars epulis potior Thynnus: convivia Divûm
Thynnus erat, teneroque dapes quaesita palato
Praecipue abdomen, longumque amplexa catinum
Pars extrema; cavo traheret sive amphora ventre.
Dissectum, et conditum animal; seu dolia corpus
Servarent solidum muriae exhalantia fumos
Jam modo quae veteris restant vestigia mercis?
Vix scapha, vix fragiles, et sine nomine lintres
Hesperiae ad tractus cognataque nomina Iberûm
Corpora salsa vehunt. Caussa, aut sit inertia gentis
Piscantis; vel turba minor, quae vitat acerba
Littora, Thynnorum, vel salsamenta vetusti
Temporis oblita; aut tandem quas mittit ab undis
Siccatas Nova-Terra dapes, queis vilius emptis
Udique et expositis, Thynni cessere secundi” (9)
Catedrático de Poética en los Reales Estudios de Madrid
Tras la expulsión de los jesuitas en 1.767, se clausura el Colegio Imperial, hasta que Carlos III se ve en la necesidad de reabrirlo como institución laica, convocando en 1.770 oposiciones a las cátedras que habrían de impartirse durante esta nueva época de la institución.
El principal competidor de López de Ayala en este concurso, fue don Nicolás Fernández de Moratín, cuya tragedia Hormesinda se había estrenado a principios de ese mismo año, y que era considerado como un reputado poeta y dramaturgo con varias obras impresas.
A título de curiosidad de la naturaleza de las oposiciones de la época diremos que el examen consistió “en la redacción en latín de alguna Disertación, Oración o Poesía, sobre el asunto que se le sortease, y estar en el término de veinticuatro horas, trabajando dentro de la biblioteca, con solo el auxilio de un escribiente y de los libros que pidiera: después ha de explicar el artificio, dar los fundamentos de su obra y responder a las dificultades que los examinadores le propusieran sobre ella. Finalmente ha de tener otro ejercicio público en el que recitará lo que antes hubiese escrito y defenderá dos conclusiones de aquello que por suerte eligiere, satisfaciendo a dos argumentos propuestos por dos de sus coopositores.”(10)
Concluidas las pruebas, salió triunfante el grazalemeño porque a juicio del Tribunal su “Oda a la ocupación de España por los musulmanes”, tema elegido por Ayala para su ejercicio: “lleva ventaja a todas los demás piezas de esta facultad”, y porque su autor “parece tener idoneidad para la enseñanza”, lo que ahonda en la tesis de su antigua condición de profesor del Colegio Imperial, frente a Moratín en quien el Tribunal “echa de menos perfección en su ejercicio en el metro latino”. (11)
La solemne función de inauguración de los Reales Estudios se celebró el día 21 de octubre de 1.771, con la presencia de los más importantes miembros de la corte. En dicha ceremonia el nuevo catedrático leyó unos versos titulados “In disciplinas a Carolo III restitutas Epigrammaticas”, en las que siguiendo el gusto por la mitología clásica, versifica un pretendido diálogo entre Apolo y las Musas de las artes, en el que el dios inspirador de las musas, ante la negativa de éstas a venir a España, quejosas por la poca veneración que algunos les tributaban, fueron persuadidas por Apolo para hacerlo por la magnificencia con que siempre las había tratado el Monarca Español durante su reinado en Nápoles y ante el magnífico templo que con los Reales Estudios les dedicaba hoy Carlos III, recordándoles la fecundidad y grandeza de los antiguos Poetas españoles, describiendo con brevedad y energía el carácter de cada uno. Finalizando con algunos versos reveladores del humanismo de López de Ayala:
Justas, fuegos, clamores
Alegran a los pueblos sólo un día
Remediar la pobreza y los dolores
Del miserable sí que es alegría.
Dejamos a título de ejemplo, algunos de estos perdidos y desaparecidos versos, que hemos podido rescatar parcialmente y que reproducimos para gusto de los más aficionados latinistas.
Est vetus aeterno nutu firmata deorum,
Et Phoebi et Themedis concors sententia, Musas
Sedibus Aoniis, bifidaque ab rupe profectas
Heroum in patriam Hesperiem; labentibus annis
Venturas: hoc velle Deos, hoc volvere fatum…
Est vetus aeterno nutu firmata deorum
Et Phoebi et Themedis concors sententia, Musas
Sedibus Aoniis, bifidaque ab rupe profectas,
Heroum in patriam Hesperiem; labentibus annis
Venturas: hoc velle Deos, hoc volvere fatum…
Est vetus aeterno nutu firmata deorum,
Et Phoebi et Themedis concors sententia, Musas
Sedibus Aoniis, bifidaque ab rupe profectas
Heroum in patriam Hesperiem; labentibus annis
Venturas: hoc velle Deos, hoc volvere fatum…
Est vetus aeterno nutu firmata deorum
Et Phoebi et Themedis concors sententia, Musas
Sedibus Aoniis, bifidaque ab rupe profectas
Heroum in patriam Hesperiem; labentibus annis
Venturas: hoc velle Deos, hoc volvere fatum…
Est vetus aeterno nutu firmata deorum
Et Phoebi et Themedis concors sententia, Musas
Sedibus Aoniis, bifidaque ab rupe profectas
Heroum in patriam Hesperiem; labentibus annis
Venturas: hoc velle Deos, hoc volvere fatum… (12)
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El nuevo catedrático había de centrarse en la enseñanza de ”… la poética, según todas sus partes, esto es la Prosodia, la variedad de Poemas y sus caracteres, las figuras poéticas, la imitación y la Historia fabulosa o Mitología, ejercitando a sus oyentes en la versión de Virgilio, y de algunas piezas escogidas de Horacio, Cátulo, Tibúlo, Propercio, Plauto, Terencio, y otros, y en la composición de versos de todas clases, procurando que guarden la dignidad correspondiente”.(13) Sin embargo, las dolencias padecidas por el grazalemeño, fueron minando poco a poco su salud que no obstante no le impidió publicar en 1772 su traducción de la “Filosofía Moral de Aristóteles, o libros a Nicómaco”, con un prólogo, en que daba una noticia bastante exacta de la aplicación de los españoles a este estudio, y que lamentablemente no se conserva. También publica su:
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“Elegía al próximo parto de la Serenísima Princesa de Asturias doña Luisa de Borbón”, escrita en castellano y latín en 1775.
Numancia destruida. La Tragedia de Ignacio López de Ayala
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“Numancia Destruida”
https://www.dropbox.com/s/qiq0kiz51a7w8ld/NUMANCIA%20DESTRUIDA.pdf
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En 1.772 Ignacio López de Ayala escribe su “Numancia destruida”, tragedia que a la postre será su obra literaria más renombrada, y que lee ante sus contertulios de la Fonda de San Sebastián, no sin antes haberla sometido al examen de su amigo Nicolás Fernández de Moratín, verdadero promotor y canonista de la tragedia neoclásica española.
La obra que tiene como fondo el episodio del asedio romano de la ciudad soriana, y la opción adoptada por sus moradores de darse muerte antes que someterse a la esclavitud de los vencedores, entronca con las tragedias griegas, en cuanto al halo fatal que rodea la trama, determinado por el oráculo de Hércules que es consultado y erróneamente interpretado por los antiguos numantinos, lo que avoca a la ciudad a su trágico final.
Este aspecto que limita la libertad del autor al desarrollar la trama, se ve compensada en palabras de Sala Valldaura, por la interiorización que hace Ayala de algunos de sus personajes, fundamentalmente de Olivia, que en palabras del mismo autor ”se erige como una de las heroínas más interesantes del teatro español”, y cuyo discurso y conflicto moral, sostiene en todo momento el fondo de la tragedia. (13)
Contra lo afirmado por autores como Iris de Zavala, el trasfondo de la obra es completamente moderno para la época, Ayala concibe, en palabras del Sala Valldaura, las obligaciones patrias como propias no sólo de la nobleza sino del pueblo, cuyos intereses individuales (la felicidad, el amor, incluso la propia vida) se han de poner al servicio de la moral social que abarca a todos contra la tiranía. Para Ayala no se concibe otra virtud que servir a la patria. Incluso por encima del despotismo ilustrado que todos los autores de la época y Ayala defienden, pero que incluso someten veladamente a este fin, de ahí que se haya hablado de un cierto republicanismo de la obra.
El fracaso de Roma ante Numancia, para Ayala, es la traición, su falta a la palabra dada. La lección de la tragedia es una virtud del pueblo español identificado con el numantino que ha de servir de ejemplo a los españoles venideros: el amor a la libertad antes que a la esclavitud.
También se encuentra presente en la obra otra de las obsesiones de Ayala, presente en numerosas de sus obras, la condena a la desunión y discordia de las “Españas”, base de muchos de sus problemas y que en cierto modo está en la base del castigo divino que recibe Numancia con su destrucción.
La obra es publicada en 1.775, y estrenada en 1.778; siendo uno de los dramas más populares del teatro español en el siguiente medio siglo, como lo demuestra la prensa de la época que en palabras de Edward H. Coughlin, recoge un impresionante número de representaciones de esta obra. (14)
Según el mismo autor, el número de ediciones de esta, obra es muestra igualmente de su popularidad, pues fue reimpresa cinco veces durante los años 1.776, 1.791, 1.793, 1818 y 1.823. (15)
Sin embargo, en 1.818, Antonio Sabiñánigo realizó una edición corregida que mutiló la obra eliminando de la misma a Olivia, sus diálogos y a todo el conflicto amoroso y ético que encarnaba, lo que si bien permitió reducir la extensión de la obra, redujo la tragedia a un mero dramón patriótico, con atractivo indudable para la población de la época que curiosamente solía representar la tragedia, durante los aniversarios del levantamiento del 2 de mayo contra los franceses, pero que privó a la obra de toda su grandeza.
Desparecido el gusto por los dramas patrióticos, el texto de Ayala fue cayendo en el olvido, recibiendo algunas injustas críticas derivadas del texto de Sabiñanigo, que finalmente se impuso sobre el escrito por Ignacio López de Ayala. Sólo modernamente autores como Rusell P. Sebold y Josep María Sala Valldaura han rescatado el verdadero valor de una de las escasas tragedias del teatro español.
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De regreso a Grazalema para recuperar la salud
Siguiendo textualmente al hispanista Russell P. Sebold que ha sido quien más y mejor se ha acercado a la figura de López de Ayala:
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“En 18 de octubre de 1773, Manuel Fernández, cirujano mayor de los Hospitales Generales y de la Pasión de esta Corte y de la Real Familia de su Majestad, certifica que cura a don Ignacio López de Ayala una úlcera con carie en el hueso coronal, complicada con dos pequeños senos, que aumentan sus dimensiones ocasionadas según parece de la relación del paciente de varias y repetidas destilaciones que les suscitaron sus intensas tareas literarias y de estas vigilias frecuentes y acerbísimos dolores de cabeza que le resultaron especialmente sobre la parte afecta hasta interesar y ulcerar la misma sustancia del hueso, síntomas que según me explica el Dr. Carl Brighton, Catedrático de la Facultad de Medicina de la Facultad de Pennsilvania (Filadelfia) parecen indicar una osteomilitis tuberculosa del cráneo”. (16)
Las dolencias causadas por esta afección hacen que en 1.775 solicitase permiso al Consejo de Castilla, de quien dependían los Reales Estudios, para reponerse de su enfermedad, (17)
Para ello deja sustituyéndole en la Cátedra, hasta 1.780, a su antiguo amigo Nicolás Fernández de Moratín, con el que había estado preparando unas “Reflexiones críticas dirigidas al colector de El Parnaso, don Juan López de Sedano”, obra que no llegó finalmente a publicarse y que tampoco se conserva. (18)
Dos años permanecerá López de Ayala fuera de la corte, acudiendo al balneario murciano de Archena y regresando a Grazalema, lugar a donde habitualmente se dirigía, según Moratín a descansar y reponerse de sus dolencias durante la década de los años setenta del siglo (19) y desde donde recorre la costa gaditana buscando los saludables efectos del mar, lo que le permite conocer a la que será su futura esposa la tarifeña doña Josefa Abreu.
La enorme fortaleza de Ignacio López de Ayala, no le impidió seguir escribiendo durante su forzado viaje. En 1.776 publica en Valencia una nueva obra de la que sólo conocemos el nombre “De traditionatibus”. (20) Y en 1.777: publica:
“Poema Phisico de los baños calientes de la Villa de Archena en el reino de Murcia”, sobre su experiencia en el balneario de Archena.
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En dicha obra y en versos latinos y griegos:
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“…trata la curiosa cuestión del origen de las fuentes ; y de aquí pasa a averiguar de dónde toman su virtud las termas, o aguas minerales: refuta varias opiniones, y últimamente resuelve, que provienen de algunos fuegos subterráneos, que no sólo dan calor a las aguas, sino que derritiendo algunas pequeñas porciones de metales, de azufres y betunes, les dan mayor disposición para mezclarse en el agua, a lo que contribuye la naturaleza corrosiva de ésta, por la que aun sin la cooperación del fuego, siempre toma algo de los conductos por donde pasa. Alaba a España por la multitud de termas de que abunda, de las que nombra particularmente las de Ledesma, Ardales, Trillo, Alhama, Villavieja, Busot, Sacedón, Graena, Fortuna, Azaraque y Mula: describe las de Archena y sus baños (…)Continúa haciendo la descripción de aquellos baños, trata del tiempo de tomarlos, y de las enfermedades que curan, refiriendo algunos ejemplares de enfermos, que estando casi moribundos, recobraron en ellos la salud completamente: luego propone el método que se debe observar para bañarse, y explica los buenos efectos que se van advirtiendo progresivamente” (21)
El carácter moralizante, siempre presente en Ayala puede verse precisamente en esta preocupación por los enfermos frente a los dispendios realizados en el ornato público de todos estos baños como muestran estos versos:
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Recógese la pobre muchedumbre
En dos casillas sin ningún esmero,
Sin camas, vasos, ajuar, ni lumbre,
Mansión aun insufrible al pordiosero
Por cierto error el Hospital se llama
Y quien lo habita páramo lo aclama
Siglo feliz, feliz edad la nuestra
Que en alamedas, fuentes y paseos
Da la magnificencia heroica nuestra
Disipa el tedio, y busca los recreos
¡Cómo deleita al alma y al oído
Del zéfiro y las hojas el ruido!
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Mil juegos mueva y danzas concertadas
La Madre del amor; rija sus coros
Talía deliciosa; al cielo osadas
Pirámides levanten los tesoros;
la sutil reja, y el labrado asiento
Dé a la tierna amistad dulce alimento
Ese adorno, ese aseo, esa grandeza,
Esa opulencia y majestad urbana
Es justa diversión a la flaqueza
De la cansada condición humana
Con el ocio y recreo el vigor crece
Y sin descanso el alma desfallece
Pero ¿qué furor es, qué ciego olvido
Domina terco en el humano pecho?
El triste enfermo, el pobre desvalido
Del camino, escasez, y mal deshecho
Cuando busca su asilo en este baño,
Sufre del abandono mayor daño
Ni lecho de vil paja, o de dura
Su cuerpo aguarda; yacen en la tierra
nadie del alimento, nadie cura
Remedio al daño que la muerte encierra
Y así, ¡oh dolor! descarga su guadaña
La parca acerba con temprana saña
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La dedicatoria de este poema, le traerá a Ignacio López de Ayala su primer problema con la Inquisición, a la que fue denunciado por los dominicos, alegando que en su dedicatoria se pretendía satirizar a los miembros del estado religioso y se afirmaba que en España no se enseñaba auténtica teología de Jesucristo sino fatua (22)
La realidad era bien distinta. Estando en Murcia López de Ayala, el Obispo de la diócesis acababa de dar al Seminario un nuevo plan de estudios, poniendo Cátedras dentro de él, y señalando para la enseñanza a distintos Autores y textos como las Instituciones filosóficas del P. Jacquier, y el Compendio teológico del P. Berti. Algunos procuraban desacreditar este nuevo método como impropio, entendiendo además como una injuria haber eliminado el estudio de la Suma Teológica. de Santo Tomás. Ayala intervino en la polémica, dedicando su poema a aquel Seminario, y censurando a los autores de aquellas quejas, haciéndoles ver que el método que se proponía, ni era nuevo ni contrario en modo alguno a la Religión, ni al fin de los Seminarios, lo que levantó las iras de los dominicos que presentaron la citada denuncia que no llegó a mayores, pero que dejó a Ayala en el punto de mira de los religiosos mas conservadores.
Regreso a Madrid. Su ingreso en la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. Su matrimonio con Josefa de Abreu Orta.
En mayo de 1.777 regresa a Madrid, ingresando en la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, institución fundada por los ilustrados españoles dos años antes con el objetivo de “Conferir y producir memorias para mejorar la industria popular y los oficios, los secretos de las artes, las máquinas para facilitar las maniobras, y auxiliar la enseñanza.”
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El día 6 de septiembre de 1.777, pronuncia su discurso de ingreso donde da nuevas muestras del humanitarismo siempre presente en Ayala:
“Entre los aciertos del siglo en que vivimos ninguno a mi parecer, es digno de mayores alabanzas que el haber aplicado a favor de la humanidad los estudios, las investigaciones y descubrimientos, abandonado las meras especulaciones (…). Los sabios vivían en otro mundo; tan lejos de ser útiles a la sociedad que ni se acordaban de las necesidades de los hombres. Pero por una feliz aplicación de las Facultades a las indigencias de la vida (…) gozan ya las naciones poderosísimos auxilios y todos viven persuadidos que aquel estudio, aquella ciencia, aquel invento es más glorioso que da a los hombres mayores socorros para suavizar las miserias de la naturaleza, extirpar la pobreza y gozar la felicidad que tanto apetecemos.
Se deja sentir en lo interior de nuestros corazones un dulce movimiento que nos hace mirar a todos los hombres como hermanos: nos lastiman las miserias ajenas y creemos que la sólida gloria consiste es destinar los talentos y el estudio al beneficio de los demás mortales. Triunfa la humanidad y aquel merece mayor estimación si más contribuye al socorro de los desvalidos”.
Qué gloria para esta ilustre Sociedad, recientemente establecida proponerse por objeto de su aplicación y celo el fin que al cabo de tantos siglos, se ha convenido es el único a que deben las investigaciones de los hombres. Qué honor para tan respetable cuerpo, tanto más grande cuanto más sencillo destinarse voluntariamente sin interés, sin premios y sin tenerlos por objeto a favorecer los hombres, socorrer a los necesitados, fomentar los pueblos, animar las Provincias y vivificar el reino. Qué satisfacción por haber borrado del nombre Español la nota de desidioso y abandono. Qué complacencia al ver millares de infelices besar la mano benéfica de estos ciudadanos que les procuran en el trabajo e industria el sustento, la tranquilidad y la abundancia. (…) Pasarán siglos (…) y estas poblaciones medio en ruinas han de ser opulentas; tantos pordioseros infelices en si mismos y gravosos a la Monarquia, serán útiles artesanos, la viuda en otros tiempos miserable, el huérfano perdido, la doncella antes abandonada han de contar con lágrimas de complacencia que en tiempo y bajo los auspicios del más benigno Rey de España. Hubo en Madrid unas almas nobles, generosas, desinteresadas que sacrificaron su sosiego su sosiego, su comodidad y aun sus caudales y establecieron una sabia Sociedad cuyo objeto fue el bien público, el trabajar incansablemente por el beneficio de otros y regar con su sudor un campo fértil cuyas mieses cedían en utilidad de los pobres a quienes miraban como hermanos. Ellos recogerán los frutos y levantando al mismo tiempo los ojos del cielo darán gracias al dador de todos los bienes por haber inspirado a los primeros Socios amigos del País un establecimiento tan caritativo, tan útil al Estado y tan conforme a nuestra santa religión. ”. (23)
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Diez días después de este discurso, concretamente el 16 de setiembre de 1777, don Ignacio López de Ayala, domiciliado en calle Juanelo nº 16 de Madrid contrajo matrimonio por poderes en la Parroquia de San Francisco de Tarifa, con la jovencísima doña Josefa de Abreu y Orta, nacida en la esa localidad gaditana en 1.763, e hija del abogado y administrador de rentas provinciales Juan de Abreu y Cebada y de Ana de Orta y Arcos. (24)
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La participación de Ayala en la Sociedad de Amigos del País, fue de especial trascendencia en la polémica que se generó en dicha institución sobre la admisión o no en ella de las mujeres. En esta polémica, se estaba planteando en rigor la cuestión de la determinación de los espacios entre ambos sexos, en toda la vida social por lo que tuvo una importante repercusión en la prensa extranjera.
Frente a ilustrados como Cabarrús que se oponían a dicho ingreso ante el temor de que la participación de la mujer pusiese en peligro la estabilidad familiar, cargando las tintas sobre el desorden que traería la inclusión de las damas en las Reales Sociedades Económicas por la incapacidad que, a su juicio, éstas tenían de plegarse a las normas instituidas a causa de su «naturaleza frívola e inestable”; se encontraban otros como Campomanes favorables a su inclusión en pie de igualdad o Jovellanos que si bien admitían el ingreso de mujeres prefería limitar su número y ámbito de actuación a espacios y misiones separadas.
En la polémica intervendrá decisivamente López de Ayala, quien se opone a las tesis de Rosseau y los ilustrados contrarios a la equiparación total. Ayala entendía que la presencia de las mujeres en la Matritense y en el resto de los ámbitos sociales era una cuestión de justicia debiendo participar en pie de igualdad, e invitando a dar un ejemplo al resto del mundo con su admisión de pleno derecho, ya que:
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“En este siglo, y mucho menos en este sitio, no debe disputarse que la mujer es capaz de toda instrucción y de casi todos los trabajos de los hombres” (…) Demos este ejemplo de razón a las naciones de Europa. En toda ella fermenta la filosofía y ha llegado su tiempo. El mundo es nuevo (…) A fuerzas de lastimosas experiencias conoce ya la Europa que no consiste la felicidad de las naciones ni el explendor de los imperios ni en ganar batallas ni en destruir provincias, sino en cultivar sus posesiones y artes haciendo útiles todos los ciudadanos. No miremos pues como estatuas o como máquinas a las mujeres, hagámoslas racionales y sepan lo que son y lo que pueden”. (25)
Su retorno a los Reales Estudios y su ingreso en la Real Academia de la Historia
A partir de la 1.778, Ignacio López de Ayala desarrolla una incesante actividad. En junio de 1778 fue nombrado miembro del tribunal opositor de la Cátedra de lengua árabe de los Reales Estudios. En 1.779, publica la desaparecida disertación astronómica sobre el cometa observado en aquel año, a la que ya hicimos referencia y el Cetarion, poema que ya vimos sobre las pesquerías en el Estrecho de Gibraltar.
En 1.780 retorna a su Cátedra en los Reales Estudios, tras el fallecimiento de su amigo Nicolás Fernández de Moratín, donde prepara su segunda incursión en el mundo de teatro.
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“Habides”
https://www.dropbox.com/s/cyq9ffvi0it89jj/HABIDES.pdf?dl=0
Leandro Fernández de Moratín recuerda en sus memorias como en la Tertulia de la Fontana de Oro, Ignacio López de Ayala, leyó una tragedia durante la tarde del 23 de febrero de 1.781 y cuyo nombre no recordaba. (26)
Se trataba de su drama “Habides”, segunda incursión teatral de Ayala, que ha permanecido en el olvido, hasta en la que fue rescatada e impresa por primera vez en 1.974 por Edward V. Coughlin. (27)
Al igual que en Numancia Destruida, Ayala, acude a la Historia Antigua, en este caso a la mitología clásica para contarnos su versión de la historia del mítico rey tartesico Gargoris que avergonzado por el nacimiento de Habides, fruto de una relación incestuosa con su hija Córbula, abandonó al niño en el monte para que sirviese de pasto a las fieras, que lo respetaron siendo amamantado por una cierva. Ante esto, ordenó arrojarlo a una jauría de perros y cerdos hambrientos que igualmente respetaron la vida del infante. Por último, abandonó a su hijo mar adentro dentro de una canasta que fue devuelta a la playa con la ayuda de unos delfines, donde fue recogido y educado por los montañeses.
Ya adulto, y dedicado a un bandidaje, en el que robaba a los ricos para favorecer a los pobres, es acusado por los extranjeros fenicios, cuyas colonias se encontraban en territorio del rey, de atacar y destruir a varias poblaciones tartesicas. En rigor, son los fenicios y Belido, los que realizaban estos asaltos, conspirando por hacerse con el reino, para lo que no dudarán en intentar el matrimonio de Belido con Córbula, hija de Gargoris y madre de Habides
Apresado Habides y envenenado sin éxito, se pone finalmente al descubierto la conjura y los fenicios son derrotados por Gerión con ayuda de los montañeses, abdicando el mítico rey, inventor de la avicultura en la tradición griega, al trono en favor de Habides.
En esta obra, menos apta para el teatro, destaca especialmente el pensamiento político ilustrado de Ayala, brillantemente analizado por Sala Valldaura. (28)
Habides representa el concepto ilustrado del buen salvaje, criado en la naturaleza de las montañas de su Grazalema natal; libre de vicios, mentiras y corrupciones, portador de una moralidad natural que hace que todos los hombres sean iguales basándose en su derecho a la libertad.
Frente a este personaje, Gargoris representa la necesidad de una monarquía absoluta, como consecuencia de las propias leyes de la naturaleza.
Bélido y los fenicios representan, por su parte todos los males que se derivan de la traición, la corrupción y de la relajación de costumbres y virtudes; así como de todos los peligros que se derivan del extranjero, (otra constante de Ayala) cuyos intereses han de ser necesariamente contrarios a los de la patria española, identificada con el mítico reino de Tartesos y que para su defensa necesita de las cooperación y virtudes morales de los españoles, unidos bajo el caudillaje de un rey que aglutine esa defensa.
Al igual que en Numancia Destruida advierte de los peligros de las discordias entre los españoles y de la necesaria unidad entre estos. Las virtudes han de corresponder al pueblo no a la aristocracia cuya ociosidad, corrupción e hipocresía son duramente criticadas como muestra de la decadencia de sus costumbres.
“Historia de Gibraltar”
Aprovechando un viaje a Tarifa, tiene la oportunidad de observar los preparativos del gran asedio hispano-francés de Gibraltar de 1.779, donde fallecerá su amigo José Cadalso. La actualidad del conflicto le lleva a escribir una de sus obras más conocidas: Historia de Gibraltar, publicada en 1781; reeditada en numerosas ocasiones y traducida y publicada en Inglaterra en 1.845.
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“Historia de Gibraltar”
Parte I
Parte II
Parte III
Parte IV
Parte V
Parte VI
Pare VII
Parte VIII
Pare IX
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La Historia de Gibraltar, su biografía sobre Federico de Prusia, y su proyecto sobre la “Vida de los Capitanes más insignes que ha producido España” también denominada “Plutarco Español”; (de las que dejó escritas nueve biografías entre ellas las del Gran Capitán, Diego Hurtado de Mendoza o Francisco de Quevedo), y que ya había dado a conocer a través de su lectura en la Tertulia de la Fonda de San Sebastián, le valdrán su admisión en la Real Academia de la Historia cuyo ingreso suscribió Campomanes el 13 de julio de 1.781, conservándose en el mismo expediente una carta discurso de Ayala de acción de gracias del día 27 del mismo mes y año.
Fallecido Ayala en 1.789, se perderán las biografías redactadas, salvo la dedicada al Gran Capitán que será publicada póstumamente en 1.793
“Vida de Fernando González de Aguilar y Córdoba, llamado el Gran Capitán.” 1793
Parte I
Parte II
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Su ingreso y participación en la Real Academia de San Fernando
Durante esta misma década de 1.780 ingresa en la Real Academia de San Fernando, donde apoya vehemente los postulados estéticos del pintor de cámara Antón Rafael Mengs y los intentos de reforma de la institución que auspició dicho magistral pintor, intentando transformar la Academia, de mera escuela de Bellas Artes en una institución con objetivos más amplios y científicos, y en el que estuviese dirigida por los propios literatos y artistas, en detrimento del patronazgo ejercido por la aristocracia ilustrada.
El apoyo de López de Ayala a los ideales estéticos y de reforma de la Academia de Mengs fue ampliamente defendida por el grazalemeño, desde su cátedra de Retórica.
Como nota curiosa que refleja la mala suerte de Ayala, y en general de los escritores españoles ilustrados con la crítica española, el comentario que hace Menéndez Pidal, sobre la concepción del arte de Ayala en su defensa de Mengs:
“La estética de don Ignacio López de Ayala es de lo más espiritualista y platónico que puede darse. El genio de las artes es para él una luz etérea, un fuego comunicado del Divino Ser, una centella voraz e inextinguible que levante el vuelo”. (29)
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Este juicio de Menéndez Pidal, recogida en una de las breves, y habitualmente superficiales sentencias recogidas en sus famosas fichas, demuestra que realmente ni leyó las obras de Ayala, ni sabía de lo que estaba hablando, cuando comentaba los ideales estéticos de Ayala en defensa de Mengs. Pero al tratarse del “intocable” Menéndez Pidal, lastró el juicio de la crítica más adocenada que extendió esta valoración a su literatura.
Tras pedir perdón, por la comisión esta “osadía” frente al intocable filólogo español y volviendo a la actividad en el seno de la Academia de Bellas Artes, tendrá la ocasión de participar en los distintos actos que se organizaron por ésta para celebrar la firma de la Paz de París que pondría fin a la Guerra de la Convención de 3 de septiembre de 1.783, como el concurso convocado por el Ayuntamiento para premiar a las dos mejores obras teatrales que se presentasen con dicho motivo y en el que Ayala y Jovellanos jueces del certamen en su condición de académicos, premiarán el 17 de julio de 1.784 a la popular obra de Meléndez, “Las bodas de Camacho”.
Igualmente y para conmemorar el nacimiento de los infantes gemelos Carlos y Felipe, hijos de Carlos IV, se celebró un solemne acto en la Academia en la que tras entregar a los alumnos medallas conmemorativas del evento se leyó la “Elegía sobre el ornato que dan las bellas artes a la naturaleza”, de Ayala ante un selecto público en el que se encontraban entre otros Floridablanca, Jovellanos, Bernardo de Iriarte, Juan de Villanueva, Ventura Rodríguez, Francisco Bayou y Mariano Maella, lo que da una adecuada muestra de la reputación del poeta grazalemeño.
Crítico y Censor La polémica literaria con los Hermanos Mohedano
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El cargo de Censor y Corrector de Comedias, que se encontraba entre sus obligaciones “…le acarreó a Ayala la enemistad de un mal poeta y prosista endiablado, cuyas envidiosas diatribas amargaron la vida de casi todos los escritores del último tercio del S. XVIII, me refiero a Juan Pablo Forner (…) En 1.784 Ayala desaprobó un drama olvidado de Forner. La Cautiva Española y como poco antes el dramaturgo reprobado había aludida de pasada a la Numancia Destruida al atacar a Trigueros en una carta satírica (…) se convenció e que el censor usaba de su cargo para vengarse” (32) atacando furibundamente a Ayala con una campaña que llegó a conocimiento de toda la corte, y que produjo una profunda angustia a nuestro autor que no sabía cómo acabar discretamente con la citada persecución que finalmente terminó con la censura que la Real Academia de la Lengua hizo a Forner por sus abusos.
Sin embargo, este episodio, no nos debe llevar a concebir a López Ayala como un humanista pusilánime o carente de carácter, ni tan platónico y ausente como pretende Menéndez Pidal. Todo lo contrario, en algunas de sus críticas literarias encontramos al Ayala más caustico y epigramático, lo que se puso de manifiesto en la polémica literaria que mantuvo con los hermanos Mohedano.
Los hermanos Rafael y Pedro Rodríguez Mohedano, franciscanos profesos, se propusieron escribir una Historia literaria de España de la que concluyeron diez tomos que llegaban únicamente hasta el poeta hispanorromano Lucano. La obra que no carece de interés en algunos aspectos, resultaba en exceso extensa, y de una erudición en ocasiones innecesaria y no carente de errores según López de Ayala, al que parece que molestó en especial las injustas críticas que estos vertían sobre algunos historiadores como el Padre Mariana, a los que Ayala veneraba y que consideraba atacados injustamente probablemente por el resentimiento que los miembros de las órdenes religiosas profesaban a estos autores. La reacción del grazalemeño no se hizo esperar publicando en 1.781 y bajo seudónimo la:
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“Carta Crítica del Bachiller Gil Porras de Machuca a los RR. PP. Mohedanos sobre la Historia Literaria que publican.”
Esta obra dio lugar a la “Defensa de la Historia literaria de los hermanos Mohedano” en la que estos alegaba lo erróneo e injusto de las críticas, lo que dio lugar a otras publicaciones de López de Ayala, sobre el mismo tema que acabaron finalmente con el proyecto editorial de los hermanos Mohedano:
“Reflexiones del Licenciado Cosme Berruguete i Maza sobre el Tomo Octavo de la Historia Literaria, continuación de los reparos del bachiller Gil Porras de Machuca sobre las omisiones y yerros que le imputa a los RR,. PP. Mohedanos”
Y la “Carta misiva de don Fulgencio de Rajas”
https://www.dropbox.com/s/i6s0lbwmyqfyro4/carta%20misiva%20de%20d.%20fulgencio%20de%20rajas.pdf?dl=0
En estas obras encontramos, como ya hemos dicho, al Ignacio López de Ayala más caustico y crítico, como se deduce del prólogo de la primera obra citada, en donde crítica la extensión y vacuidad de muchos de los escritos de los hermanos Mohedano, realizando un simil entre la obra de estos y la de un ficticio Bachiller Gil Porras de Machuca. Sirva de muestra el prólogo de la obra:
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“El Bachiller Gil Porras de Machuca, autor de este epístolio, si no se ha muerto, creemos todos sus amigos que se ha de morir sin falta. Era hombre de salud robusta y gran pachorra; pero á pesar de tan buenas cualidades leyó algunos retazos de la Historia literaria, y contrajo una indigestión tan radical, que nada comía que no volviese á expeler por vómito. De aquí infirió que pues aquella obra tenía actividad para quebrantar salud tan entera como la suya, podría por el contrario contener algunas virtudes medicinales. Empeñado en servir á la humanidad hizo varias observaciones y experiencias, y descubrió muchos y singulares medicamentos preparando de diferentes modos algunas hojas de ella.
El primer experimento fue felicísimo: quemó onza y media de hojas, y sacó once de caput momium, esto es, de asientos sin substancia; y destilando dracma y media y tres granos en doce azumbres de agua dio á beber de ella á un mudo á nativitate, (de nacimiento) y recobró el habla. Con la cuarta parte de un escrúpulo se remedian los tartamudos, y hablan claro.
Otros muchos descubrimientos y recetas se hallan esparcidas entre sus papeles, que publicaré si el tiempo lo permite. Mas no puedo omitir la razón por que se movió á escribir la siguiente carta. Era padre de nuestro Bachiller Don Pedro Porras de Machuca, Castilblanco, Quiñones, Menchaca y Rebentón, de familia notoriamente distinguida en las montañas de Santillana , y su madre era de las de Burgos. Más que limpios eran aseadísimos en sangre, y estimaban esta gloriosa cualidad más que los tesoros del rey Creso. Había en el escudo de armas del Señor Don Pedro dos grandes porras juntas y una piel de león ; de cuyos evidentísimos principios había sacado materia para veinte y tres tomos en folio, en los que ofrecía probar por una deducción cronológica apoyada con fe de bautismo, que descendía de Hércules Porras (que esto quiere decir el de la clava) contando desde él, 191 abuelos hasta el suyo. Ventilaba en los diez primeros tomos utilísimas cuestiones que servían como de introducción a su genealogía, con tanta inteligencia de los autores antiguos como si se hubiera criado con ellos, y nunca los hubiera leído.
Entre otros puntos trata con exquisita erudición que tamaño y figura tubo la Clava de Hércules; y como era tan leído resolvía que en una parte fue rolliza; en otra le parecía esquinada; en otra, parte esquinada y en parte rolliza; en otra ni rolliza ni esquinada ; y en otra al fin se inclinaba con duda á sospechar que el cabo era rollizo, el medio esquinado y lo que se llama propiamente porra, era una porra inaudita y descomunal.
Otros cinco tomos dedicó á probar, que no solo en toda España, sino también en Andalucía había habido Porras desde su primitiva fundación. ¡Qué ilustres los descubrió en Navarra y en Galicia! y qué distinguidos los de Córdoba! Hasta en Valencia, los halló muy notables, y convence que lo es de todos cuatro costados aquel antiguo escritor que puso un prólogo de ochenta hojas á un libro de cincuenta, é hizo una dedicatoria de quince pliegos para un Ministro ocupadísimo.
En los tomos últimos averiguaba preciosísimas curiosidades sobre el calzado de Hércules, y hace ver que gastó alpargatas, así con evidencia y con argumentos inauditos que ni usó bragas ni calzones. En los restantes que había de escribir tenia prometido probar lo que ofrecía el título de su obra.
Como vio el Señor Don Pedro que la Historia literaria no solo le negaba, sino que le ponía en duda su gloriosa ascendencia, se irritó sobre manera, y no dignándose impugnarla por sí mismo, encomendó á su hijo tomase la defensa de su alcurnia. Nuestro Bachiller escribió con este fin la siguiente carta en la que nada prueba de lo que se había propuesto, pero eso es ya comenzar”.
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De vueltas con la Inquisición
En 1.785, Ignacio López de Ayala, traduce las actas del Concilio de Trentro que publica bajo el título de:
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“El Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento”
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Sin embargo, el 9 de diciembre del mismo año el Inquisidor General, opina que se hacía necesario un dictamen especial “sobre si podría permitirse correr esta obra, aun cuando no tuvieses error alguno, sólo por la versión al idioma vulgar” (30)
En la base de la censura inquisitorial se encontraba la resistencia que ciertos sectores de la Iglesia, mantenían no sólo sobre la lectura en castellano de la Biblia, cuya prohibición había sido levantada en 1.782, sino de la traducción de cualquier documento teológico, eclesiástico o pontificio por los seglares, ante la inexistencia de una teología de la participación del laicado en la iglesia durante esta época.
En general la inquisición se mostrará especialmente beligerante con los ilustrados, a los que desprecia profundamente. Basta para ello leer la correspondencia conservada por el Inquisidor General, sobre Ayala en este expediente Este recrudecimiento de la actividad inquisitorial, vino favorecida por la ejecución de Luís XVI durante la Revolución Francesa, momento en que el Santo Oficio será utilizado por los Borbones para garantizar el control político de la sociedad, ante el temor de que se reprodujera en España la revolución francesa, de cuyo origen intelectual se hacía responsable en buena medida a los ilustrados franceses y dejaba bajo sospecha a los españoles.
La crítica y la persecución fueron injustas, pues tanto Ayala como la mayoría de los ilustrados españoles ni eran deístas o ateos sino sinceros católicos que únicamente pretendían introducir algunos criterios racionales en la práctica religiosa, y reforzar el papel de los Obispos; frente a la inquisición y a una religiosidad popular estimulada por las Órdenes religiosas que en ocasiones rayaba en la superstición.
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Sin embargo, sí que se atisbaba en los escritos de Ayala, como en la mayoría de los ilustrados, la defensa de un cierto “rigorismo” en las cuestiones morales frente al “probabilismo” de los jesuitas, lo que les valió en ocasiones ser acusados de janseistas, sobre todo a los participantes en la tertulia de la Condesa de Montijo y de la Fontana de Oro donde participaba activamente Ayala, lo que quizás le puso en el ojo de mira de la inquisición.
La sospecha pudo venirle, no sólo de su participación en dichos grupos en los que había algunos janseistas y deístas como Jovellanos, Iriarte o Cadalso, sino de su constante invocación del necesario rigor moral en los gobernantes ilustrados, como se demuestra especialmente con la traducción al castellano en 1.787, dos años antes de la censura inquisitorial, de la obra:
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“Caracteres morales de Teofrasto. Reflexiones filosóficas sobre las costumbre morales de nuestro siglo por Mr. Duclós; traducidos los primeros del griego y los segundos del francés al castellano por Ignacio López de Ayala”
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En dicha obra, Ayala que defendía la independencia entre la fe y la ciencia no deja de censurar a quienes ven en cualquier avance o descubrimiento científico y natural, una nueva herejía contraria a la religión:
“Hay personas que por ignorancia o malignidad, creen hacer gran servicio a la religión, censurando a escritores sabios y católicos. Estos celantes que reprendieron tan sin reparo hombres tan grandes como Arias Montano, Mariana, Fray Luís de León, Vives y reponden a Bossuet, Fleury, Tilermont, Muratori, etc. no advierten que reducen la verdadera ciencia casi a la ignorancia”
La alusión a las censuras amparadas en una aparente ortodoxia religiosa, atacaban directamente la línea de flotación de Inquisición y de los censores de la monarquía, lo que no quedó en el olvido, cuando dos años después publicó su concilio de Trento.
La censura molestó profundamente a Ayala que llegó a escribir al inquisidor General, al Conde de Aranda y al mismo rey Carlos III, en defensa de su obra, cuya publicación se prohibió para América, autorizándose finalmente la obra, en 1.789, no sin antes haber tenido que realizar algunas modificaciones exigidas por el Santo Oficio.
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Fallecimiento
Afectado por las críticas de Forner y por la censura inquisitorial debió de resentirse su quebrantada salud, falleciendo en Tarifa el 24 de abril de 1789, con tan solo 49 años de edad, mientras se encontraba trabajando en una nueva obra de corte histórico que habría de tratar con mayor profundidad el Concilio de Trento; y no sin antes haber otorgado testamento donde dejaba ordenado se le dedicase 500 misas y se enterrase en la iglesia mayor de San Mateo de la localidad gaditana y nombrando por única heredera a su esposa, dando cuenta de fallecer sin descendencia al haberle premuerto una hija de su matrimonio durante su infancia. (31)
Notas
(1) Pablo María Martín Moncada. El Alcaide de Tarifa Alfonso de Arcos y la conquista de Gibraltar en la historiografía. en Aljaranda. Revista de Estudios Tarifeños)
(2) P. Sebold, habla de la existencia de una antigua tradición en Grazalema que identifica dicha casa con la que vio nacer al ilustre ilustrado. RUSSEL P. SEBOLD. Numancia Destruida. Cátedra. Pag. 11.
(3) Pablo María Martín Moncada. Op. Cit.
(4) Archivo General de Simancas. Dirección General de Rentas. 1ª Remesa. Libro 288, fols. 520 a 607. Respuestas Generales del Catastro de Ensenada. 1752. Sólo por el tinte se le asignaban unas rentas de 4.000 reales anuales.
(5) Archivo Histórico Provincial de Granada. Libro de Cabezas de Casa.1.751. Libro 329. Catastro de Ensenada.
(6) Obras de don Nicolás, y Leandro Fernández de Moratín. B.A.E. T. II Madrid, 1848. Fol. XII.
(7)Relación de méritos presentada por Ignacio López de Ayala para concurrir a las oposiciones a la Cátedra de Poética de los Reales Estudios de San Isidro. José Simón Díaz. Historia del Colegio Imperial de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1952. T. II. Pag. 88.
(8) Juan Sempere y Guarinos. Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reinado de Carlos III. Tomo primero. .Agradezco a Pablo María Martín Moncada la información sobre la existencia de su original que me indica se encuentra “en el Fondo antiguo de la BNE, que tiene acceso restringido a profesores y personas con publicación impresa, pero en la Sala General de Madrid hay una obra del siglo XX que incluye ésta de López de Ayala en facsímil. En Alcalá de Henares está microfilmada, pero creo que hay que consultarla in situ. Además hay un ejemplar original en la Bca. de la Universidad de Sevilla, lógicamente no prestable, pero de acceso público”.
(9) Juan Sempere y Guarinos. Op. Cit.
(10) Real Decreto de 19 de enero de 1.770.
(11)José Simón Díaz. Historia del Colegio Imperial de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1952. T. II. Pags. 83-96)
(12) Juan Sempere y Guarinos. Op. Cit.
(13) SALA VALLDAURA JOSEP MARIA. De Amor y Política: La Tragedia Neoclásica Española.Pag. 343.
(14) A Coe. Catálogo documental y crítico de las comedias en los periódicos de Madrid desde 1869-1991. Baltimore 1.935. Edward H. Coughlin, Habides de Ignacio López de Ayala. Pag. 9.
(15 y 16) Edward H. Coughlin, op. Cit. Pag. 9.
(17) Real Decreto de 19 de enero de 1.770.
(18 y 19) Obras de don Nicolás, y Leandro Fernández de Moratín. B.A.E. T. II Madrid, 1848.Pag. 13.
(2o) Centro de documentación Gonzalo Díaz y María Dolores Abad.
(21)Juan Sempere y Guarinos. op. cit.
(22) Archivo Histórico Nacional. Papeles de Inquisición. Legajo 4.426. Expediente nº 5.
(23) Archivo de la Real Sociedad Matritense de Amigos del País. Legajo 14. Lilbro o de Acuerdos de la Sociedad. Años 1777-1778.
(24). (Archivo Diocesano de Cádiz. Expdtes. Matrimoniales. Sig. 5023)
(25) Papel sobre si las señoras deben admitirse como individuos de las sociedades. Archivo de la Real Sociedad Económica de Madrid, leg.83. Monica Bolufer. Ilustracion ciencia y técnica en la ilustración. Pilar Pérez Cantó y Esperanza Romero. La mujer en los espacios ilustrados. Universidad Autónoma de Madrid.
(26) Leandro Fernandez de Moratín. Memorias. Pag. 36.
(27) Edward V. Coughlin. Tirant Lo Blancha. 1974.
(28) SALA VALLDAURA JOSEP MARIA. De Amor y Política: La Tragedia Neoclásica Española.Pag. 343)
(29)Menéndel Pidal. Historia de las idéas estéticas. Vol. I. Pag. 1.570.
(30) Archivo Histórico Nacional. Legajo 4521. Caja 2. Expediente 2.
(31) Pablo María Martín Moncada. El Alcaide de Tarifa Alfonso de Arcos y la conquista de Gibraltar en la historiografía. en Aljaranda. Revista de Estudios Tarifeños. (Libro 5, Fol. 205 vto. de Finados de S. Francisco) 32 Libro de Testamentos de San Mateo de Tarifa (1786-1792),
(32) RUSSEL P. SEBOLD. Op. Cit. Pag.
Bibliografía
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RUSSEL P. SEBOLD. Numancia Destruida. Cátedra.
Obras de don Nicolás, y Leandro Fernández de Moratín. B.A.E. T. II Madrid, 1848. Fol. XII.
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SEPMPERE Y GUARINOS JUAN. Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reinado de Carlos III. Tomo primero.
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