martes, 22 de septiembre de 2015

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN

dominicos.org

Primera lectura: Esdras 6, 7-8.12b.14-20

En aquellos días, el rey Darío escribió a los gobernantes de Transeufratina: "Permitid al gobernador y al senado de Judá que trabajen reconstruyendo el templo de Dios en su antiguo sitio. En cuanto al senado de Judá y a la construcción del templo de Dios, os ordeno que se paguen a esos hombres todos los gastos puntualmente y sin interrupción, utilizando los fondos reales de los impuestos de Transeufratina. La orden es mía, y quiero que se cumpla a la letra. Darío."
De este modo, el senado de Judá adelantó mucho la construcción, cumpliendo las instrucciones de los profetas Ageo y Zacarías (…), hasta que por fin la terminaron, conforme a lo mandado por el Dios de Israel y por Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de Persia. El templo se terminó (…). Los israelitas, sacerdotes, levitas y resto de los deportados, celebraron con júbilo la dedicación del templo, ofreciendo con este motivo cien toros, doscientos carneros, cuatrocientos corderos y doce machos cabríos, uno por tribu, como sacrificio expiatorio por todo Israel. El culto del templo de Jerusalén se lo encomendaron a los sacerdotes, por grupos, y a los levitas, por clases, como manda la ley de Moisés. Los deportados celebraron la Pascua el día catorce del mes primero; como los levitas se habían purificado, junto con los sacerdotes, estaban puros e inmolaron la víctima pascual para todos los deportados, para los sacerdotes, sus hermanos, y para ellos mismos. 

Sal 121,1-2.3-4a.4b-5 R/. Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.

Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.

Evangelio: Lucas 8, 19-21

En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entoces lo avisaron: "Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte." Él les contestó: "Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra."

II. Compartimos la Palabra

  • Los israelitas celebraron con júbilo la reconstrucción del templo

El texto se hace eco de los ánimos que dieron los profetas Ageo y Zacarías para abordar la difícil tarea de la reconstrucción del templo, e incluso adjunta una evocación agradecida para Ciro y Darío. Porque Ciro quien, con su edicto del 538 a.C., autorizó a los judíos a volver a Jerusalén para reconstruir el Templo, tarea que les fue más difícil de lo previsto por la oposición que manifestaron los samaritanos, y obstáculo que no se superó hasta en tiempos de Darío, unos quince años más tarde. El pueblo de Israel dista mucho de disfrutar de la bonanza económica que tenía en los años de la dedicación del primer templo y de los fastos que conllevó la consagración del altar, como el mismo Esdras refiere en capítulos anteriores. El regreso del destierro es una moneda de dos caras: una, el lógico contento de volver a casa; la otra, la obligada austeridad de los ritos que acompañan a la dedicación del templo, claro exponente del momento socioeconómico que se vive. El castizo dirá que no hay bien que por mal no venga, que traducido al siempre resbaladizo asunto del culto y su esplendor, pone de manifiesto el hecho de que la historia nos empuja a hacer de la necesidad virtud y, en lo referente al templo, que el Dios al que se le da culto en ese lugar estará con seguridad ahíto de refulgencia y, por el contrario, ávido de templos de carne y hueso que no ostentan tanto brillo pero declaran en todo momento que Yahvé es un Dios de vivos, que prefiere misericordia a sacrificios.
  • Los que escuchan la Palabra son mi madre y mis hermanos

No es unánime la forma, pero sí el fondo, en la que los relatos evangélicos nos ilustran acerca de qué cosa es hacer la voluntad de Dios. Para el evangelista Lucas está muy claro que consiste en escuchar la Palabra y ponerla en práctica. De tal modo que la comunidad, la familia de Jesús, no se constituye tanto por la proximidad física o por relación de parentesco con él, cuanto por la aceptación y obediencia a la Palabra de Dios. En el comienzo de este evangelio María es vista como la obediente a la Palabra, lo que le otorga, si se puede hablar así, doble razón de pertenencia al proyecto de Dios. Porque acogió la Palabra, la entregó –y a ella con plenitud se entregó-. No es la etnia ni la sangre lo que nos une a Jesús de Nazaret, sino la acogida amorosa, creyente y sensata de su Palabra y nuestra capacidad de verterla en presencias, compromisos y acciones. ¿Cabe el tener algún derecho sobre Jesús entonces? El que brinda hospitalidad en su corazón a la Palabra no sabe nada del lenguaje de supuestos privilegios, pero sí reconoce que está necesitado del Padre Dios y de sus hermanos, que se siente elegido por el dedo de Dios y si de algo hay que blasonar, hagámoslo de nuestra debilidad, pues peregrinos de Dios Padre somos.
¿Qué es lo que acostumbramos a priorizar en la celebración litúrgica de nuestras comunidades? ¿Acaso nos deja insatisfechos un culto externo sobrio y sencillo?
¿Cuándo caeremos en la cuenta que la mejor estrategia pastoral de la Iglesia es escuchar la Palabra y servir al evangelio?
Fr. Jesús Duque O.P. 
Convento de San Jacinto (Sevilla) 

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