Ha participado en diversas misiones internacionales (Bosnia, Kosovo, Irak), y ha sido ayudante de campo de Sus Majestades los Reyes D. Juan Carlos I y D. Felipe VI. Julio Salom (Madrid, 1964) es actualmente el coronel Jefe del Tercio Alejandro Farnesio de la Legión en Ronda. Durante 30 años vivió en Melilla, donde fue catequista de la parroquia de San Francisco Javier.
-Las profesiones de riesgo tienen más porcentaje de creyentes ¿es el caso?
-Sí, entre los militares hay bastantes creyentes. Posiblemente aquéllos que estamos más en contacto con el peligro nos damos cuenta lo fácil que es tener un error irremediable, en ejercicios, en misiones… Todo ello debe suplirse con mucho trabajo y con instrucción. Pero llegado a este punto, hay aspectos que no pueden preverse, es el momento en el que necesitas la intercesión de un ser superior que te eche una mano pues te das cuenta de que tú sólo no lo puedes todo. En ese momento, la oración o el encomendarte a Dios o a la Virgen María ayuda mucho.
-Pero verle las orejas al lobo casi a diario te debe llevar al menos a plantearte mucho más la vida.
-Sobre todo en las misiones en el exterior te das cuenta que hay mucha gente que lo pasa mucho peor que tú. En España tenemos un nivel de seguridad, de libertad y de bienestar que muchas veces no valoramos, creemos que son un derecho y hay veces que dices ¿por qué yo sí ellos no? En ese caso sólo puedes ayudar en lo que puedas y dar gracias a Dios por lo que tienes gratis, sin haber hecho nada por merecerlo.
-¿Cómo vive usted su fe ahora en Ronda?
-Intento no faltar a Misa, rezar un poco por las noches e intentar, con mis muchas limitaciones, dar testimonio de considerarme hijo de Dios. Recientemente hemos hecho una ofrenda de acción de gracias a Nuestra Señora de la Paz, que tanto nos ha protegido en la última misión, e hicimos lo propio a nuestro Cristo de la Buena Muerte. A ambos nos encomendamos y hay que acordarse de dar gracias, no sólo de pedir. Creo que es bueno no esconder la fe, respetando siempre la libertad de culto y cualquier opción personal.
-¿Y durante su estancia en Irak? ¿Ha sido complicado o tenían una buena asistencia religiosa?
-Hemos tenido a nuestro Capellán Castrense D. Francisco Ruiz. Tener un cura para poco más de trecientas personas es un lujo inimaginable si pensamos en la escasez de sacerdotes que tenemos en la diócesis. El Páter Paco nos ha asistido a diario, celebramos una Semana Santa preciosa, con un viacrucis en el que participamos casi todos, Pentecostés, hemos abierto una capilla, primeras comuniones… A nuestras ceremonias también asistían compañeros portugueses y norteamericanos. Ha sido una asistencia religiosa que nos ha ayudado mucho. El Páter nos motivó y hemos tenido eucaristías masivas, charlas personales… Y lo mejor es que todas las celebraciones, en una Base iraquí, han sido respetadas y muy valoradas por los compañeros iraquíes.
-¿Cómo afronta un militar creyente el “no matarás”?
-Nos consideramos defensores de la Patria, de sus intereses y de los Españoles. En esa defensa se puede plantear el uso de armas de fuego, pero intentamos que su empleo busque el menor daño, una respuesta proporcionada y con los límites que nos marcan las Leyes y Usos de la Guerra, los Convenios de Ginebra y la Haya. Todo individuo tiene derecho a defenderse ante una agresión directa o inmediata, defender a sus congéneres y sus bienes; en esa línea nos consideramos legitimados, las Fuerzas Armadas, para defender nuestro hogar, España, a los españoles y sus bienes.
-El Papa ha afirmado que «es lícito detener a un agresor injusto» cuando se ha hablado de detener el genocidio del ISIS en Irak y Siria. ¿Cómo lo ve usted?
-Está claro que el drama de Irak y Siria debe pararse. El escenario es complicado y no se trata de entrar pegando tiros ¿a quién? ¿Dónde están? Un ataque indiscriminado no es la solución, pues muchas veces los daños colaterales (inocentes, para entendernos) son peores que lo que pretendemos evitar y, además, nos presentarían al mundo civilizado como los causantes de sus problemas. España ha optado por colaborar entrenando a las fuerzas iraquíes, su ejército regular, que está bastante maltrecho. Es una forma de ayuda militar, el asesoramiento, para que ellos resuelvan un problema de seguridad que al final nos afecta a todos.
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