Llevaba ya demasiado tiempo queriendo escribir de
esta pareja de personas muy queridas por nosotros y siempre lo he ido dejando
aparcado aunque no olvidado.
Hoy me he levantado con ganas de hacerlo con el
fin de enaltecer a buenas personas
porque al final lo que hagas, digas, pienses u opines es lo que de ti quedará
para el recuerdo de los que un día vieron sus vidas plasmadas en una hoja de
papel que por muy virtual que sea permanece en el corazón de quien lo escribe y
a quienes va dirigido.
Antes que nada quiero agradecer profundamente la
contestación de Ignacio Bonmatí Bohórquez al artículo que le dediqué en “SED
VALIENTES” el pasado viernes 31 de julio en el cual intenté retratar la
valentía y el coraje de un apasionado amante de la tauromquia y su buen hacer
para conseguir que los sueñas se cumplan.
Gracias Ignacio porque tus palabras vinieron en el
momento justo, adecuado y te reconoceré que incluso delicado por situaciones
que te va poniendo Dios para ver cómo te enfrentas a ellas.
Ignacio
Bonmatí Bohórquez; Jesus, no tengo palabras para agradecerte el artículo
escrito ayer sobre mi. Es un honor haberte conocido y mas aún más en
Villaluenga, lugar tan amado por ambos. Aparte de agradecerte también quería
decirte algo, y es que todos esos artículos que escribes lo que muestra es
amor. Amor por Villaluenga, por sus paisanos y amor por la vida. Todo eso te
llevará a ser una persona recordada siempre por los que te conocen, ya que eres
quien con tus artículos le sacaste una sonrisa a todas las personas que lo leen
y reciben todo la pasión y el amor que pones en cada una de ellas.
Eternamente
agradecido Jesús Rodríguez Arias , nos vemos pronto por nuestro paraíso.
Un
fuerte abrazo
Llevamos tres años viviendo no en sino para
Villaluenga del Rosario pues no hay minuto de nuestro particular día a día que
no recordemos tan precioso lugar, sus cosas, vivencias, personas e incluso
silencios.
Quién me iba a decir a mí que esa pareja siempre
dedicados al pueblo, a sus hijos, nietos, como son Alonso Moscoso y su querida
mujer los cuales veía salir de su coqueta casa enclavada en plena Alameda o esa
señora de pelo cano, andares firmes y con la mirada puesta en sus propios
pensamientos que luego podías verla en la quesería que ella rige donde sus
quesos son únicos y extraordinarios pues eso tiene Villaluenga que puedes
visitar una por una cuantas queserías existen en la localidad y en todas el
producto es bueno y distinto a los demás. Sí, ver a Charo Oliva al frente de su
quesería es vivir momentos de autenticidad mientras su marido Jesús está en la
sierra firme y clara con su rebaño.
Dos momentos, dos Familias, que lo que son las
cosas están entrelazadas.
Ellos por aquel entonces residían en Jerez hasta
que con el tiempo se dieron cuenta que la vida en Villaluenga del Rosario es
inmensamente mejor que en cualquier ciudad donde lo impersonal envuelve casi
todo y solo los más íntimos son al final con quienes tratas.
Son José Manuel y Delia una joven pareja que se
entregan a diario para hacer sus sueños, sus proyectos, su ideal de vida una
realidad.
Delia, en eso sale a su madre, enfrascada con
darle una vuelta más a la quesería mientras José Manuel se dedica a lo que en
verdad le gusta y que es el mundo del caballo. Son unos padres dedicados a sus
pequeñines, a su Familia así como a todos los que puedan echar una mano aunque
esa “mano” sea el ofrecer esa amable, certera
palabra o una sonrisa llena de ternura en el momento adecuado.
José Manuel es un amante del deporte y lo puedes
ver correr por las tardes-noches sea el tiempo que sea ya que le da igual que
sea verano, otoño, invierno o la eterna primavera. En eso se parece a su cuñado
Nito que siempre tiene esa meta “inalcanzable” para otros y que él sabe que a
fuerza de entrenamiento y sacrificio se puede conseguir.
A Delia también le gusta hacer deporte pero creo
que lo que más le gusta es estar con sus
hijos, con sus padres y demás Familia así con los amigos de siempre o esos que
se van añadiendo según va pasando la propia vida. Lo mismo la ves caminando por
la glorieta, que en la piscina, que en el parque infantil, en la Alameda o
empujando el carrito de su pequeñín cuesta arriba o cuesta abajo y siempre con
una palabra amable además de una eterna y cadenciosa sonrisa.
Debo reconocer que siento cariño y profunda
admiración por ellos aunque últimamente no nos vemos demasiado y hablamos de
vez en cuando si nos encontramos en algún lugar de nuestro bendito pueblo.
Cuando estoy en Villaluenga suelo dar una o varias vueltas por las calles del
mismo e intento recorrerlo entero porque me gusta estar en contacto con
personas que me aportan en tanto con sus vivencias, sus recuerdos, su
testimonio, su vida.
Soy de los que piensa, cuando la medianía de mi vida
ya se ha instalado por derecho propio, que al tener un medio como el que
dispongo con solvencia acreditada en el marco donde se mueve alguno puede
pensar, ni le doy ni le quito la razón, que lo que llega es hablar y escribir
de personas muy conocidas que su ejemplo, sea cual sea, pueda servir al resto.
¡Y en parte es verdad y tenemos que hacerlo! Aunque yo prefiero escribir de
personas anónimas, de las que te puedes encontrar ahora mismo en cualquier
sitio, porque lo cercano, lo que se puede tocar, es lo que verdaderamente
transmite. Prefiero mil veces hablar de buenas personas aunque no sean
archiconocidas pues sus vivencias, su día a día es lo hace que sean referentes
en su ámbito y que nos demuestra, ante
la imagen gris desesperanza que nos quieren inculcar, que la vida, que nuestro
mundo, nuestros pueblos con personas que ofrecen tanto sin pedir nada a cambio
merece mucho la pena seguir trabajando,
luchando, sacrificándose, en mi caso escribiendo, para romper la tendencia gris
por un verde esperanza como el que luce en casi todas las fechas del año los
campos y prados de este bendito rincón llamado Villaluenga del Rosario.
José Manuel, Delia, querida Familia, os doy las
gracias por ser como sois: ¡Puro corazón! ¡No cambiéis nunca porque somos
muchos los que os tenemos como un referente en nuestras vidas!
Nos vemos en cualquier momento, situación o lugar
de un pueblo que aparece eternamente cobijado entre montañas, donde Dios ha
querido que encuentre la Felicidad haciéndome sentir con vosotros y todos los
payoyos en mi propia Casa.
Recibid un fraternal abrazo desde el cariño y la
amistad,
Jesús Rodríguez Arias
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