Dice la Biblia que el creyente debe dejar las cosas de aquí abajo y buscar más bien las cosas de arriba.
Cosas de aquí abajo: Dinero, perversión, lujo, maldad, deseo de poder, egoísmo de toda forma, en los individuos y en los grupos...
Cosas de arriba: Simplicidad de vida, desinterés, don de sí, verdadero amor, alegría, paz, vivir en Dios y por Dios.
Decirse creyente y vivir "como todo el mundo", pactar con el dinero, la impureza, la deshonestidad, el orgullo, es mentir a Dios, es mentirse a sí mismo, a la propia conciencia y es mentir a los demás, que piensan que nosotros somos verdaderos creyentes, porque nos confesamos como tales.
Es decir, el creyente no-creyente, el creyente que no vive su fe, es peor y hace más daño a la fe, que el que a sí mismo se dice no-creyente.
Por ser creyente debes manifestar al mundo, con tus palabras y con tu testimonio de vida, que Dios es Amor.
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