A continuacion, puede leerse la homilía del Día Mondial de la Paz y de la solemnidad de santa María, Madre de Dios, del 1 de enero de 2015, pronunciada por el Patriarca en la concatedral del Patriarcado Latino.
Homilía
Día Mundial de la Paz
Solemnidad de Santa María Madre de Dios
1 de enero de 2015
Queridos Hermanos en el Episcopado;
Damas y Caballeros,
Queridos Padres y Hermanas:
Y todos los que conforman la familia más grande de la Tierra Santa,
En los albores de este nuevo año, celebramos el Día Mundial de la Paz, que tiene como tema:“No más esclavos, sino hermanos y hermanas.”
Un día, cuya importancia es aún mayor en este momento, cuando nuestro mundo es objeto de violencia indescriptible. Hoy en día, la Iglesia nos recuerda que todos somos sus hijos, hijos de un mismo Padre e hijos de la misma Madre, a quien Cristo dio a nosotros, a los pies de la Cruz en el Monte Calvario a poca distancia de aquí. Ahora somos parte de una misma familia, una familia alimentada por la misma Sangre, la Sangre que nuestro Salvador derramó por nosotros y nos llenó del mismo Espíritu recibido en el Cenáculo.
El Papa Francisco nos invita hoy, a meditar sobre esta relación de sangre que es nuestra y que nos recuerda que “No somos más esclavos“, sino que “somos hermanos.” (Filemón 1:16)
La Iglesia, hoy más que nunca, nos exhorta a vivir el mensaje del Evangelio, el mensaje de amor y fraternidad que nuestro Señor Jesús nos dejó en esta tierra, desgarrada por un conflicto interminable. Para ser los hijos de Dios, es lo que da a todos los seres humanos igualdad de dignidad. “La esclavitud es un golpe mortal a esta fraternidad fundamental, y así a la paz también. La paz sólo puede existir, cuando cada ser humano reconoce cada persona como un hermano o una hermana, con la misma dignidad.” (Anuncio del tema para la 48ªJornada Mundial de la Paz, 21 de agosto de 2014)
¿Qué significa luchar contra la esclavitud? En nuestra sociedad, la esclavitud aparece bajo diferentes formas. Hay esclavitud del pecado, de la injusticia, de la ocupación militar o económica, la esclavitud del odio. El Evangelio nos llama a reconocer la dignidad inviolable de cada ser humano. Nosotros, los cristianos, debemos ser los signos de vida de fraternidad, especialmente en este atormentado y torturado Medio Oriente. Para ser hermanos, exige de nosotros la caridad sin prejuicios y la solidaridad sin límites. Esta es la forma en que tratamos de vivir con nuestros hermanos y hermanas de Siria e Irak, que se han refugiado en Jordania.
Que nuestra región esté en riesgo de extremistas religiosos, hace de este desafío aún mayor. Esta tierra de gran vocación está destrozada por los problemas políticos, que no son los de la gente.
Hermanos y Hermanas, en este Día Mundial de la Paz, tenemos una gran responsabilidad y me gustaría renovar el llamado urgente de nuestro Santo Padre, pidiéndonos que oremos, rezar con todas nuestras fuerzas por la paz. En medio de todos estos eventos de gran violencia, sobre todo aquí en Jerusalén, la ciudad tres veces Santa, no podemos desanimarnos, ni dejar que los extremistas tengan la última palabra. Debemos seguir creyendo en la paz, a pesar de las injusticias que se han vuelto el centro de nuestro sufrimiento diario. “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo.”(Juan 16:33)
Sabemos que la paz viene de las alturas. Es un don celestial, que no puede ser comprado, ni importado, ni impuesto por la fuerza. Es un regalo dado a los hombres quienes lo merecen, con el fin de llevarlo a cabo.
“El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; El Señor alce sobre ti su rostro, y te dé paz.”(Números 6:25-26)
La paz tiene un nombre: Es Jesucristo. Justicia también tiene un nombre: Es Jesucristo, Nuestro Señor, el “Príncipe de la Paz.”. Él es el único camino que lleva a la vida benevolente y serena. Dudar de la Paz es dudar de Él, interponerse en el camino de la paz es hacerle daño a Él, pues,“En esto reconocerán todos que son mis discípulos, en que se amen unos a otros.” (Juan 13:35)
Nuestra fraternidad, en la imagen de la primera comunidad cristiana de Jerusalén, unidos en torno a la distribución de pan y la Palabra, debe ser un testimonio vivo de nuestros fieles, para nuestros vecinos musulmanes y judíos, y para nuestros peregrinos.
Sin embargo, sabemos que la fraternidad y la convivencia no son fáciles, incluso dentro de nuestras comunidades y de nuestras familias. Ya hay trece iglesias en Jerusalén, y es por eso que debemos renacer el Espíritu para otro año lleno de alegría, y vivir en la solidaridad y la fidelidad al Evangelio.
Hoy, también celebramos a María Madre de Dios, Nuestra Madre, Reina de la Paz. El Evangelio nos recuerda cómo “María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.”(Lucas2:19) Cuando nos encontramos ante situaciones y cosas que no entendemos y nuestras preguntas siguen sin respuesta, entonces, junto con María, dirijámonos hacia el Niño Jesús, pequeño, débil, vulnerable y sin embargo, el Único capaz de responder a nuestras expectativas, de calmar nuestro mar embravecido y de darnos Su paz….
En este Año de la Vida Consagrada, nos complace expresar, una vez más, nuestro agradecimiento a todos nuestros hombres y mujeres religiosos consagrados, tanto activos como contemplativos, por su fidelidad a su carisma y su amor por esta Tierra. La Vida Consagrada va contracorriente al espíritu del mundo, el cual no comparte los mismos valores evangélicos y ya no cree en nuestras Bienaventuranzas.
Es con inmensa alegría que anunciamos la próxima canonización de nuestras dos hijas palestinas árabes: La Beata María Alfonsina, fundadora de la Congregación de las Hermanas del Rosario de Jerusalén, y la Beata María de Jesús Crucificado, fundadora del Carmelo de Belén. Ellas vivieron las Bienaventuranzas, experimentaron el Calvario y la muerte, y lo dieron todo por Cristo.
Que la Santísima Virgen María, hija de esta tierra y sus dos compatriotas santas, nos traigan la gracia y la paz, a través de este nuevo año, para que al fin podamos ver “un nuevo cielo y una nueva tierra.” (Ap. 21:1)
Les deseo a todos un feliz y santo año nuevo, de paz y hermandad. Amén.
+ Fouad Twal, Patriarca Latino
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