Impenitentemente, como todos los días, sacando las horas donde no existen se retira a su lugar, ese donde encuentra la paz, el silencio, la tranquilidad, para que las ideas fluyan con la rapidez deseada y en ocasiones no conseguida.
En el silencio de la noche que linda con la madrugada, mientras los demás se han acostado y casi todos duermen se escucha la misma tintinela armoniosa donde levemente se atina a escuchar los constantes rasguños en el papel cuando se escribe.
En ocasiones un buen bolígrafo, una pluma que te diga algo, que signifique mucho en tu vida, puede hacer de valioso instrumento para plasmar lo que sientes, las ideas que brotan sin cesar por una cabeza que está pensando siempre, esa aventura que protagonizas porque la creas o elevar un bello poema al amor infinito que es el más bello de todos.
En otras es suave y melodioso sonido del teclado de tu ordenador el que hace las veces el útil de escritura y como cuartilla una virtual hoja en blanco.
Lo peor y lo mejor de los que tienen el don de escribir es ver ante su mirada esa página en blanco que le cuestione, le pregunta, le inquiere y le exhorta a poner sobre ella lo que ronda por la cabeza dando forma a un pensamiento llamado inspiración.
El escribir es un arte y como tal necesita armonía, melodía e inspiración. Puedes escribir y seguir escribiendo pero si lo que plasmas sobre el papel no tiene ni orden ni concierto de poco servirá o servirá a pocos.
Escribe lo que sientas en el corazón, lo que tengas en la mente y hazlo sin mirar, sin componer, sin nada más que exponer lo que quieras decir que tiempo habrá luego para darle la forma, hacer una composición perfecta quitando las aristas sobrantes, que serán muchas, y transformando ese cúmulo de ideas, ese proyecto de inspiración, en una obra salida de tu puño y letra.
¡Hay tanto que decir!
Y los que Dios nos ha otorgado con ese don estamos obligados hacerlo.
No hay nada más íntimo, más personal, más de uno, más solitario, más mudo y también más incomprendido que escribir. Son horas y horas delante de esa hoja que estaba en blanco y ahora aparece escrita y cada palabra es parte de nuestro corazón que queda impreso en la misma. No es fácil de entender ni todo el mundo puede comprenderlo pero es así como es así el sol que aparece tímidamente cada mañana en la amanecida o la negrura de la noche que nos ampara y vela por nuestros sueños aunque quitemos horas de la misma para rasgar el papel por medio de nuestra alma.
Gracias a los blogs y a otras plataformas en internet muchos pueden escribir, publicar lo escrito y saber que sus impresiones están rondando por estos mundos de Dios, otros archivan carpetas y carpetas con escritos, cartas, poemas que son guardados para cuando tengan valor de compartirlos con otros que pueden hacer que a su vez lo hagan con más.
Pienso que la persona que escribe no lo hace tanto pensando en los que lo van a leer sino en expresar cuanto sienten por medio de la palabra y si esta sirve de algo para algunos mejor que mejor.
Sí, en mi casa en la inmensidad de la noche se escuchará los rasguños de papel porque si no se oyeran creo que el silencio sería demasiado denso y le quitaría belleza a esa poesía del momento que es escribir.
Este artículo se lo dedico a todos los escritores, los que plasman sus sentimientos, viven sus aventuras en su particular novela, opinan hasta de lo inopinable o navegan por el mar de la vida con su barca hecha poesía. A todos mi admiración, mi cariño y mi comprensión.
Con este íntimo artículo os deseo un próspero y venturoso 2015 donde todo está aún por escribir.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios te bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
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