Blog católico que se fundamenta en la defensa de los valores del Humanismo Cristiano (Fundado: 7 octubre 2011)
miércoles, 26 de febrero de 2020
martes, 25 de febrero de 2020
SIR ROBERT FAGIN; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ
Mi historia favorita de Dickens no es de Dickens, sino de Dickens. Quiero decir, que él no la escribió, la vivió. Aconteció cuando su padre fue encarcelado por deudas y tuvo que entrar, siendo un niño, en una fábrica de betún, con horarios y condiciones de principios de la Revolución Industrial. Un compañerillo, llamado Bob Fagin, le hacía la vida imposible porque lo consideraba demasiado elegante y estirado con sus aires de caballerete.
Un día el pequeño Charles Dickens tuvo un desfallecimiento y quizá una crisis nerviosa, y el abusón de Bob lo recogió entonces en sus brazos, le improvisó un rincón cálido con paja y se pasó la jornada haciendo el doble de trabajo y llevándole agua caliente y algo de comer. Cuando llegó la hora de salir, se empeñó en acompañarle galantemente a la puerta de su casa. Dickens insistía en que estaba bien y podía ir solo, pero el joven Fagin no cedía en su caballerosidad.
Sucedía que Dickens estaba tratando de evitar que su compañero viese que vivía en un barrio pobre y que quizá la casa de los Dickens, con todos sus aires de grandeza, era aún peor que la de los Fagin. De lo que se deduce que, en efecto, Charles Dickens era un esnob en el infierno de una niñez miserable, el pobre. Empezó entonces un inacabable paseo entre dos voluntades encontradas: Fagin se resistía a abandonar a su compañero enfermo en plena calle y Dickens se resistía a abandonar sus enfermizas ensoñaciones de elegancia. Anduvieron por las calles oscuras de Londres y parecía la errancia por las florestas de una vieja novela de caballería.
Hasta que, en un vecindario muy elegante, Dickens encontró una salida. Señaló el mejor portal, dijo: "aquí es" y salió corriendo casi sin despedirse. Emociona la ingenuidad de Fagin de pensar que un compañero suyo de la fábrica de betún podía vivir en un barrio elegante. E ingenuidad, etimológicamente significaba "nacido noble". Lo mismo tuvo que pensar el pequeño y pretencioso Charles Dickens, porque, cuando, para hacer tiempo, llamó a la puerta del piso principal de la elegante casa y le abrió un mayordomo, preguntó, impertérrito, si allí vivía Mr. Robert Fagin. Muchos años después se lo contó así a un amigo. Aunque sospecho que, en realidad, preguntaría si vivía allí sir Robert Fagin. Más que una salida ingeniosa, el genio de Dickens estaba, de forma novelesca, ennobleciendo a su rudo compañero, armándolo a su modo caballero.
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MIKE BLOOMBERG (PARTIDO DEMÓCRATA) SOSTIENE QUE NO SE DEBE TRATAR DE CÁNCER A LOS ANCIANOS PARA AHORRAR GASTO SANITARIO
PRECANDIDATO DEMÓCRATA A LA PRESIDENCIA DE EE.UU
Mike Bloomberg, ex alcalde de Nueva York y uno de los actuales pre-candidatos demócratas a la presidente de EE.UU, aseguró en 2011 que a las personas mayores ya no se les debe dar tratamiento contra el cáncer, aunque admitió que la sociedad aún no estaba lista para eso. Se da la circunstancia de que Bloomberg tiene ya 78 años.
(Kath/InfoCatólica) En un video grabado en 2011, el empresario y político demócrata lanza dicha propuesta como una medida necesaria para frenar el aumento de los costos de atención médica.
El video le muestra visitando a una familia judía en Nueva York que acaba de perder a un ser querido. Bloomberg habló, entre otras cosas, sobre la precaria situación en el departamento de emergencias y criticó la atención médica introducida bajo el presidente Obama, el conocido como «Obama-Care».
El punto de partida de sus consideraciones fueron los crecientes costos de salud, que llevarían a la bancarrota del estado. Por lo tanto, se debe considerar qué medidas se deben tomar, incluso si a nadie le gustaría hacerlo.
Luego puso el ejemplo de un paciente anciado con cáncer. Si alguien con 95 tiene cáncer de próstata, se debe recomendar que disfrute de su vida y decirle: «No hay tratamiento y no hay nada que podamos hacer». Es diferente con un paciente joven. Bloomberg dijo literalmente: «Si eres una persona joven, deberíamos hacer algo al respecto». Sin embargo, la sociedad aún no está lista para eso, añadió.
LifeSiteNews se ha puesto en contacto con los responsables de la campaña electoral de Bloomberg para ver si mantiene su postura y no han recibido respuesta alguna
WASHINGTON: EL MONASTERIO FRANCISCANO ACOGE UN CONCIERTO CORAL CONJUNTO
El jueves 20 de febrero, el Monasterio Franciscano de Tierra Santa en Washington, DC , organizó un concierto con dos coros: el Coro de Conciertos de la Escuela Indian Springs, de Indian Springs, Alabama; y la Camerata de la Universidad de Maryland, Condado de Baltimore (UMBC). Las selecciones iban desde lo sagrado, como AdoroTe Devote, y lo secular, incluido el clásico irlandés, "Danny Boy". Los coros realizaron selecciones individuales y concluyeron la velada con una actuación conjunta que incluía piezas de Bach y Handel, de The Messiah.
El Coro de Indian Springs fue aclamado por un crítico como un "símbolo de excelencia". Dirigido por el Director de Música Coral, Andrew Dibble, su repertorio incluye una extraordinaria variedad de música, incluyendo obras barrocas, clásicas, románticas y del siglo XX; Canciones de Broadway; espirituales; arreglos de éxitos pop conocidos; y canciones populares tradicionales interpretadas en hasta 15 idiomas originales. Más de 100 estudiantes cantan en el Coro de Conciertos, que realiza giras nacionales cada año. Un tercio de esos cantantes también participan el coro de cámara, que también realiza giras internacionales.
La Camerata UMBC es un gran conjunto coral que consta de 50-70 cantantes audicionados de toda la universidad y el centro de Maryland. La Camerata realiza una amplia variedad de obras extraídas del repertorio coral expansivo: incluyendo motetes renacentistas, canciones populares, obras coral-orquestales, alemán canciones parciales, liturgias sagradas rusas, espirituales estadounidenses y nuevas obras. Está dirigido por Stephen Caracciolo, un director coral reconocido por su apasionado arte, enseñanza creativa, y es un compositor y arreglista conocido a nivel nacional cuyas obras corales se han realizado en los Estados Unidos y Europa.
El p. Greg Friedman
ROBERT SIRICO: "EL HOMBRE RICO NO FUE AL INFIERNO POR RICO, SINO PORQUE ERA ORGULLOSO"
El sacerdote norteamericano Robert Sirico, presidente del Instituto Acton, de paso por España de la mano del think tank Civismo para presentar En defensa del libre mercado, sostiene que los católicos han de apostar por el liberalismo económico
En aquella convulsa época de finales de los 60, Robert Sirico cedió a los cantos de sirena del idealismo progresista creyendo que era el camino más adecuado para la aliviar la existencia de los más vulnerables. Estaba convencido de la necesidad de secuestrar la riqueza para posteriormente redistribuirla. Hasta que a través de un amigo conoció a una persona de ideas contrarias que le animó a «aprender algo más». Siguió el consejo y acabó entendiendo «que la riqueza no era solo una tarta que había que dividir, sino que era dinámica y que podía crecer». De ahí llegó a la conclusión de que el beneficio no solo no era malo, sino que era necesario para sostener la vida, y también de que no bastaba con albergar buenos sentimientos hacia los pobres. «Para que coman hay que saber producir alimentos. Y al haber muchos pobres, hay que desarrollar ese sistema a gran escala». Ya estaba convencido de las virtudes del libre mercado.
Fundó en 1990 el Instituto Acton, así nombrado en memoria del ilustre católico inglés.
Deseaba mostrar que el amor por los pobres no tiene por qué plasmarse a través de perspectivas económicas socialistas.
Representa una línea nítida dentro del pensamiento social cristiano. Hay muchos otros que piensan de otra forma.
La economía y el compromiso social no son doctrina de fide. Son aplicación de la doctrina. De ahí que exista un amplio espacio para su aplicación prudencial.
Acepta que su línea no es doctrina de fide.
San Juan XXIII decía que los católicos «pueden tener opiniones distintas en estas materias y seguir siendo buenos católicos, siempre que respeten al prójimo en el debate».
¿En qué consiste la defensa moral del libre mercado?
Hay mayor posibilidad de practicar la virtud en una sociedad libre que en una socialista, porque disponemos del derecho de propiedad, que forma parte de las enseñanzas de la Iglesia, de la oportunidad de ser creativos y de dinero para ayudar a otras personas. Sin olvidar el hecho de que la dignidad de la persona humana, en su expresión económica, será más respetada en una sociedad que permite el libre funcionamiento de los mercados. Una sociedad socialista debilita el derecho de propiedad y entorpece la capacidad de cada persona para desarrollar sus iniciativas libremente.
¿Cómo compatibiliza la «opción preferencial por la libertad» con la opción preferencial por los pobres?
Si se quiere tener una opción preferencial por los pobres se necesita libertad para ayudarlos. No puedo ser generoso si no tengo recursos y si no hay propiedad privada porque no puedo serlo con la propiedad ajena. Y a nivel institucional, el libre mercado, al permitir la prosperidad, hace más por los pobres que el Estado.
¿Por qué?
Porque el Estado solo puede usar dinero que ya ha sido creado, cosa que en una sociedad libre solo pueden hacer las personas. Si se combinan el hecho de generar dinero con la opción preferencial por los pobres, se puede hacer mucho más que el Estado.
¿Niega cualquier legitimidad al Estado?
Por supuesto que no. San Pablo dice que Dios designa al Estado para gobernar. El problema es el tamaño del Estado y los límites de su intervención. No soy un anarquista y creo en la legitimidad de los gobiernos, pero hemos cometido el error en la sociedad de otorgar la primera opción al Estado. Es una violación del principio de subsidiariedad, cuyo escepticismo se proyecta hacia el Estado, no hacia la sociedad libre. De ahí que el protagonismo deba corresponder a los actores no estatales, como las familias. Se debilitan cuando el actor principal es el Estado. Si este se convierte en la primera opción, cuando la gente necesite alimentos, asistencia médica, vivienda o ayuda contra las drogas, tenderá a expulsar al resto de actores. Lo explicaba Benedicto XVI en Caritas in veritate: el Estado que hace todo, regula todo y suministra todo, terminará prescindiendo del hombre.
El desempleo vuelve a alcanzar cotas máximas y las personas están acostumbradas a beneficiarse de la protección del Estado. ¿Cómo se les convence, ahora que se quedan hasta sin vivienda, de que la solución consiste en crear su propio negocio?
Déjeme trazar una analogía: cuando una persona viene a verme y me dice: «Necesito mis drogas para vivir porque si dejo de usarlas sentiré que me muero», ¿le daremos más drogas o le decimos que las deje porque son el problema? En las sociedades socialistas nos hemos convertido en adictos al Estado.
Permítame insistir en el desempleo.
Es verdad que el nivel de desempleo es muy alto. Es difícil empezar un negocio en Europa. Es costoso, no solo por los costes directos, sino también por los indirectos, generados por una regulación que indica los requisitos para abrir una tienda, a quién se puede contratar o cuándo se puede echar a la gente si no rinde. Todo esto afecta a la creatividad de las personas. Si digo a alguien que necesitamos más intervencionismo estatal para poder hacer todo esto, es como darle más heroína para que se sienta mejor.
Ese es el diagnóstico. ¿Cuál sería el remedio?
Educar a la gente para que diga: «Es culpa del Estado si no se puede abrir un negocio, debido a tantas regulaciones, impuestos, trabas que apremian nuestra creatividad». La consecuencia de la situación actual es que la gente ni siquiera piensa en ideas nuevas.
¿En qué pasajes del Evangelio basa sus teorías?
En la parábola de los talentos el amo confía su riqueza a los sirvientes. El más productivo es el que más recibe. Y la parábola del buen samaritano es la parábola de la solidaridad: el samaritano actúa en nombre del hombre y garantiza su bienestar cuando sale fuera. ¡Es un comerciante que sale a hacer negocios! Como dijo una vez Margaret Thatcher: «Nadie se acordaría del buen samaritano si lo único que tuviese fueran buenas intenciones. ¡También tenía dinero!».
El Evangelio también dice que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el Reino de los cielos.
No estoy diciendo que tener éxito en el libre mercado sea una prueba de santidad. Eso se llama Evangelio de la prosperidad y es una herejía. Es la otra cara de la herejía de la teología de la liberación. El hombre rico no fue al infierno porque era rico, sino porque era orgulloso. El pobre no fue al cielo porque era pobre, sino porque era humilde. Esa no es mi respuesta. Es de san Agustín.
José María Ballester Esquivias
TENER LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO
El amor a la voluntad del Padre y el amor a los hombres son los dos principales sentimientos de Cristo.
Por: Juan Pablo Botero, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores
¿Cuáles son esos sentimientos, esos motivos que Cristo guarda en su corazón? Ante todo, un profundo amor al Padre por el que hace todo. El “GPS” que dirigió su vida fue siempre ese: “¡He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad!” (Hb 10,7).
Los evangelios son testimonios de esta entrega plena de Jesús a la voluntad de su Padre. “No viene a hacer mi voluntad sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 5,30). O cuando Cristo dijo: “el que me ha enviado está conmigo no me ha dejado solo pues siempre hago lo que le es de su agrado (Jn 8, 29).
El Jueves Santo lo veremos, en su momento más dramático, volveremos a recordar ese hilo conductor que motivó toda su existencia humana: “Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,42).
Jesús es el eterno enamorado de la voluntad de su Padre. No hay nada más para Él que agradar a su Padre y esto significa cumplir su voluntad. Vemos que esto agrada al Padre y muestra esta satisfacción con su Hijo durante la Transfiguración en el Tabor cuando dice: “Este es mi Hijo amado en quien me complazco” (Mt 3,17).
El otro sentimiento que Cristo tenía en su corazón era el amor a los hombres. ¡Los amaba tanto! Sus entrañas se conmovían profundamente al contemplar a los hombres que estaban como ovejas sin pastor (cf. Mt 9,36). Llega incluso a derramar lágrimas y a conmoverse al ver la tristeza de María por la muerte de su hermano Lázaro y es tan evidente su compasión que los mismos judíos exclaman: cómo le quería (cf. Jn 11,33-36).
Ante las tentaciones de riquezas y poderío que el demonio le ofreció a Nuestro Señor, Él no se puso de rodillas para alabarle. Sí lo hace, en cambio, para lavarle los pies a Judas, que está a punto de traicionarle (cf. Jn 13,5). Así es Jesús: un corazón lleno de amor, humildad y ternura para con los hombres. Incapaz de no amar.
Con tal de ganar un alma más para su Reino, estuvo dispuesto a perdonar al buen ladrón minutos antes de pasar de este mundo al Padre (cf. Lc 23,43). Él sabía que valía la pena todo el sufrimiento, todo el dolor, toda la incomprensión, toda la soledad e injuria con tal de conseguir para nosotros la vida eterna en la que estaremos junto a Él en el cielo.
Estos sentimientos de su corazón le movieron a “despojarse de sí mismo tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil 2,6-8).
También nosotros podemos hacer propios estos sentimientos del corazón de Cristo y aplicarlos en nuestra vida. Mostrarle nuestra gratitud a Dios esforzándonos por cumplir su voluntad en las circunstancias particulares de nuestra vida, ya que sean agradables o arduas. Imitar sus sentimientos comprendiendo a nuestros compañeros de trabajo, de colegio, de oficina, sabiendo que todo lo que les hacemos o dejamos de hacer es a Cristo mismo a quien se lo hacemos (cf Mt 25,40).
Por: Juan Pablo Botero, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores
“Tener los mismos sentimientos de Cristo” (Fil 2,5). Este era el consejo que San Pablo daba a la primitiva comunidad cristiana de Filipos y del cual se puede sacar mucho provecho para vivir la Semana Santa.
¿Cuáles son esos sentimientos, esos motivos que Cristo guarda en su corazón? Ante todo, un profundo amor al Padre por el que hace todo. El “GPS” que dirigió su vida fue siempre ese: “¡He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad!” (Hb 10,7).
Los evangelios son testimonios de esta entrega plena de Jesús a la voluntad de su Padre. “No viene a hacer mi voluntad sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 5,30). O cuando Cristo dijo: “el que me ha enviado está conmigo no me ha dejado solo pues siempre hago lo que le es de su agrado (Jn 8, 29).
El Jueves Santo lo veremos, en su momento más dramático, volveremos a recordar ese hilo conductor que motivó toda su existencia humana: “Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,42).
Jesús es el eterno enamorado de la voluntad de su Padre. No hay nada más para Él que agradar a su Padre y esto significa cumplir su voluntad. Vemos que esto agrada al Padre y muestra esta satisfacción con su Hijo durante la Transfiguración en el Tabor cuando dice: “Este es mi Hijo amado en quien me complazco” (Mt 3,17).
El otro sentimiento que Cristo tenía en su corazón era el amor a los hombres. ¡Los amaba tanto! Sus entrañas se conmovían profundamente al contemplar a los hombres que estaban como ovejas sin pastor (cf. Mt 9,36). Llega incluso a derramar lágrimas y a conmoverse al ver la tristeza de María por la muerte de su hermano Lázaro y es tan evidente su compasión que los mismos judíos exclaman: cómo le quería (cf. Jn 11,33-36).
Ante las tentaciones de riquezas y poderío que el demonio le ofreció a Nuestro Señor, Él no se puso de rodillas para alabarle. Sí lo hace, en cambio, para lavarle los pies a Judas, que está a punto de traicionarle (cf. Jn 13,5). Así es Jesús: un corazón lleno de amor, humildad y ternura para con los hombres. Incapaz de no amar.
Con tal de ganar un alma más para su Reino, estuvo dispuesto a perdonar al buen ladrón minutos antes de pasar de este mundo al Padre (cf. Lc 23,43). Él sabía que valía la pena todo el sufrimiento, todo el dolor, toda la incomprensión, toda la soledad e injuria con tal de conseguir para nosotros la vida eterna en la que estaremos junto a Él en el cielo.
Estos sentimientos de su corazón le movieron a “despojarse de sí mismo tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil 2,6-8).
También nosotros podemos hacer propios estos sentimientos del corazón de Cristo y aplicarlos en nuestra vida. Mostrarle nuestra gratitud a Dios esforzándonos por cumplir su voluntad en las circunstancias particulares de nuestra vida, ya que sean agradables o arduas. Imitar sus sentimientos comprendiendo a nuestros compañeros de trabajo, de colegio, de oficina, sabiendo que todo lo que les hacemos o dejamos de hacer es a Cristo mismo a quien se lo hacemos (cf Mt 25,40).
EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago 4, 1-10
Queridos hermanos:
¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros? Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis y no podéis conseguir nada, lucháis y os hacéis la guerra, y no obtenéis porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones.
Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, si alguno quiere ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios.
¿O es que pensáis que la Escritura dice en vano: «El espíritu que habita en nosotros inclina a la envidia»? Pero la gracia que concede es todavía mayor; por eso dice: «Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes».
Por tanto, sed humildes ante Dios, pero resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros.
Lavaos las manos, pecadores; purificad el corazón, los inconstantes. Lamentad vuestra miseria, haced duelo y llorad; que vuestra risa se convierta en duelo y vuestra alegría e aflicción. Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.
Salmo
Sal 54, 7-8. 9-10b. 10c-11a. 23 R/. Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará
Pienso: «¡Quién me diera alas de paloma
para volar y posarme!
Emigraría lejos,
habitaría en el desierto». R/.
«Esperaría en el que puede salvarme
del huracán y la tormenta».
¡Destrúyelos, Señor,
confunde sus lenguas! R/.
Pues veo en la ciudad violencia y discordia:
día y noche hacen la ronda sobre sus murallas. R/.
Encomienda a Dios tus afanes,
que él te sustentará;
no permitirá jamás que el justo caiga. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Reflexión del Evangelio de hoy
Meditar las enseñanzas de Jesús, que no son otra cosa que una exposición de la voluntad del Padre, supone, y así lo hemos pedido en la oración colecta, aprender a vivirlas de palabra y de obra, teniendo claro que ello complace a Dios. Este aprendizaje no termina nunca. Su final se dará cuando lleguemos a la Casa del Padre.
Pedís y no recibís, porque pedís mal
Con frecuencia se suele escuchar: “Dios no me escucha”. Probablemente sería más provechoso y acertado examinar cómo nos acercamos a Dios. El apóstol Santiago nos hace ver la clave en la que tenemos que situarnos: “Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones.” Ha señalado la finalidad que persigue el que invoca a Dios: satisfacer sus pasiones. Dicho de otra manera: se está buscando a sí mismo y no tiene verdaderamente a Dios como interlocutor. Por ese motivo dice Santiago que es una petición infructuosa y por lo mismo una mala petición, aunque pueda ser bueno lo que se está pidiendo.
Pero además hace al mismo tiempo una descripción del ambiente en el que se encuentra el supuesto orante:” ¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros?” Podemos tener presente lo que nos indica Juan en su primera carta: “No os fieis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus viene de Dios” (I Jn, 4, 1) Un espíritu que no proviene de Dios es el que se manifiesta anteponiendo su propia voluntad a la voluntad de Dios. Y lo justifica Santiago cuando expone la situación: “Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis y no podéis conseguir nada, lucháis y os hacéis la guerra, y no obtenéis porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal...” Esfuerzos estériles porque las motivaciones que los provocan son contrarias a la enseñanza de Jesús.
El deseo que tenemos de que todo cambie; que las causas que provocan la ruptura de la comunión (no a otra cosa se está refiriendo el autor sagrado), se vean corregidas, este deseo, repito, se ve frustrado porque se ha asentado en una relación equivocada: “Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, si alguno quiere ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios” Adulterada la relación con Dios no se puede esperar que concluya bien lo que ha tenido mal comienzo. De ahí que sea necesario discernir las motivaciones de las suplicas elevadas a Dios y que broten de una decidida voluntad de apegarse a lo que Jesús ha enseñado. Más aún, es necesario que tanto las súplicas como los esfuerzos broten de una creciente comunión con el Maestro. Vale recordar lo referente a la oración expuesto en el Sermón de la montaña.
Necesidad de renovación interior
Finaliza el texto haciendo una invitación: “Por tanto, sed humildes ante Dios, pero resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros”. Es el primer paso a dar: reconocer qué somos y cómo estamos, es decir situarnos en el ámbito de la verdad y desde ahí abrirnos a la comunión con Dios desde la sincera comunión entre lo hermanos. Por otro lado añade: “Lavaos las manos, pecadores; purificad el corazón, los inconstantes. Lamentad vuestra miseria, haced duelo y llorad; que vuestra risa se convierta en duelo y vuestra alegría e aflicción. Humillaos ante el Señor y él os ensalzará”. Podemos entender que se pide: primero, la purificación de los afectos; la constancia en el deseo de la renovación interior y la realización de la existencia manifestada en las obras que se realizan, Examinada la verdad de la propia existencia, reconocer la distancia que existe entre lo propuesto por Jesús y lo asimilado por cada uno. Por eso concluye: “Dios resiste a los soberbios, más da su gracia a los humildes”. El reconocimiento de la propia realidad deberá llevar a la súplica de la misericordia y asumir lo que decimos en el salmo: Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará.
Iba instruyendo a sus discípulos
La instrucción es absolutamente necesaria y deberá ir seguida de una adecuada respuesta por parte de los discípulos. Todo el que escucha al Padre y aprende, señala Juan en el evangelio, va a Jesús. Escuchar y aprender, unidas. No cabe posibilidad de que se puedan dar por separado. El contenido de la instrucción lo señala Marcos: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará”. Lo dicho en primer lugar no precisa mucha explicación. Todo el que se opone al sistema es eliminado. Hasta ahí se entiende la lógica consecuencia. Lo que no entienden es: “a los tres días resucitará”. El sentido de lo expuesto por Jesús uniendo inseparablemente las dos partes: morir y resucitar, es lo que escapa a su comprensión. Escuchan, pero no entienden. Pero les da miedo preguntar. Y sumidos en su ignorancia se dedican a lo que realmente les importa.
En los procesos de aprendizaje tiene que producirse la comprensión de lo escuchado para poder asimilarlo y aplicarlo. Cuando esto no ocurre, la enseñanza no produce fruto. Jesús pregunta, consciente de la situación y dificultad en que se encuentran. Al mismo tiempo los coloca frente a una inoportuna salida: “¿De qué discutíais por el camino?” Jesús los ha sorprendido: “Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante”. Una reacción muy lógica y muy humana: hablamos de lo que nos interesa realmente y nos importa: quién es el más importante. Pero esto no se lo dicen a Jesús. Guardan silencio. Es el problema señalado por Santiago en el texto proclamado.
Jesús va a orientar sus deseos, objetivos y esfuerzos: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Es lo que ha hecho él, el Maestro y Señor: Y a su ejemplo los remite y además les advierte a través de un gesto (tan propio de él): “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”. Él es el camino para llegar al Padre.
Cabe preguntarnos nosotros:
¿Buscamos servir, siempre y en toda circunstancia?
¿De dónde parten nuestras súplicas?
lunes, 24 de febrero de 2020
* INDOLENCIA
Esta es mi opinión sobre lo que ha generado la chirigota "Aquí estamos de paso". En mi semanal tribuna no hablo tanto de esta polémica agrupación sino de las reacciones que ha tenido su incursión en el COAC.
Me centro en las opiniones favorables no tanto de los ateos confesos sino de los católicos indolentes.
Y si alguien se pica ya sabe...
Jesús Rodríguez Arias
Perdonadme si tan próximos a la Cuaresma hablo del Carnaval pero es que no quiero que pase el tiempo, que todo lo olvida, sin hacer una breve reflexión sobre lo acontecido y las consecuencias que ha tenido la burlesca chirigota “Aquí estamos de paso”.
No, no esperéis que escriba más de esta pues lo que pensaba de la misma lo expuse en mi artículo del 10 de febrero en las páginas de este medio. Hoy quiero hablar de toda la marejada que se ha producido a su alrededor donde os puedo decir no han habido medias tintas sino todo lo contrario. Los defensores de la chirigota, salvo excepciones que han demostrado una gran educación, han hecho hincapié en el derecho de criticar y mofarse de las creencias de los demás siempre y cuando esos “demás” fueran cristianos y católicos porque de otras profesiones religiosas ni están, ni se le esperan. Una ola de feroz crítica de los contrarios no solo a las Hermandades y Cofradías sino a la Madre Iglesia y por supuesto al mismo Dios vomitaban su hedor contra los que pusimos la cara para defender nuestra Fe y creencias. Parecía que solo se podía tener una línea de opinión respecto a esta agrupación porque todo el que dijera algo contrario era condenado al vergonzoso ostracismo por todos aquellos cuya mejor argumentación era estar en contra de los opinan de diferente forma. Coplas de insignes copleros y escritos de augustos articulistas defendían todos a una al tal Cascana y su chirigota mientras lanzaban sus puyitas para quiénes las quisieran recoger.
El humor “canalla” y burlesco de esta agrupación ha hecho que incluso algún “cofrade” haya puesto en la red una foto de un miembro de la comparsa “La chusma selecta”, sin el conocimiento de la misma, para divertirse de una advocación mariana isleña. Hecho que ha causado el estupor de muchos así como la indolencia de otros. El Carnaval como el papel parece aguantarlo todo.
El indolente no es otro que aquél que no se afecta o conmueve, el insensible que no siente dolor. Si esto lo extendemos a nuestra Fe católica, a nuestras creencias, a nuestra pertenencia a la Iglesia, la cosa adquiere un sentido de incoherencia total. El cristiano por sí no puede ser indolente si quiere vivir la Fe desde la coherencia personal. Un católico que no se sienta removido por la profanación de un sagrario, por la persecución de los cristianos, por la instauración de la cultura de la muerte en nuestra sociedad lleve el nombre que lleve, que se sienta impasible ante los reiterados ataques contra nuestra religión, contra la Madre Iglesia, lo siento mucho pero no puede llamarse católico por muy bautizado que esté. Un cristiano, un católico, que además se diga cofrade, no puede ver sin escandalizarse que se mofen de las imágenes de Cristo y María de forma tan vulgar por una chirigota mediocre o por malintencionadas publicaciones en las redes.
En plena oleada de opinión sobre la actuación de “Aquí estamos de paso” y las reacciones de todo tipo que hubieron tras esta en la que muchos nos “retratamos” estuve hablando con un querido sacerdote que ejerce su ministerio apostólico en nuestra diócesis y me decía: “A mí lo que más me duele es la blasfemia a Nuestro Señor y Su Madre así como la indolencia de muchos cristianos”.
Personalmente me causa estupor que se cachondeen de forma tan burda del Señor y de la Virgen y pienso que opinarían esos que pertenecen a otras religiones o logias si se vieran así reflejados por satíricas mofas. Seguro que no lo verían tan normal y se sentirían no tanto escandalizados como injuriados.
En definitiva este tipo de situaciones pone bien a las claras la tibieza que viven muchos cristianos que ofrecen ambiguos testimonios con el que quieren contentar a unos y a otros sin conseguirlo, son los que intentan estar siempre en la senda del buenismo impostado. Jesús ya nos lo dejó dicho: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
La indolencia de los católicos es mucho más letal que la peor de las críticas de los laicistas confesos.
Jesús Rodríguez Arias
SI TE GUSTA LA PAZ: ¡VEN! ES VILLALUENGA
UNA FURTIVA LAGRIMA: ENRICO CARUSO 1904
EL MOMENTO DE ESPAÑA Y LA SOCIEDAD CIVIL
Hace aproximadamente cuarenta años comenzaba una nueva etapa en la historia de España. La meta hacia la cual se orientó esa nueva etapa era la que el pueblo español anhelaba: el definitivo protagonismo en su propio destino en democracia, libertad y concordia. Pero si la meta era clara, el camino para llegar a ella era incierto y lleno de dificultades. Puede decirse con cierto orgullo que la determinación y el buen sentido de la clase política de aquel entonces y la voluntad del pueblo español hicieron posible allanar esas dificultades. Prevaleció el espíritu de la reforma frente a la ruptura, y se arbitró un cambio político sin traumas, de la ley a la ley. En ese proceso, la Corona representó una voluntad de impulso, un motor para la transformación política, un poder moderador. Y la Constitución, el marco del nuevo orden político. Así nació, como expresión de la voluntad soberana del pueblo español, el sistema constitucional de 1978 en un clima de reconciliación, de esperanza, de generosidad y de patriotismo.
Hoy asistimos con dolor y preocupación a una situación en la que la cohesión y la unidad se han vuelto división; la generosidad, la altura de miras y el sentido de Estado, mezquindad; la ecuanimidad y la ponderación, sectarismo; el afecto entre compatriotas, aversión; y la esperanza, desánimo y frustración. Lejos de ser una Nación orgullosa de sí misma, de su historia gloriosa, de su inmenso potencial y de los éxitos alcanzados, España se encuentra de nuevo ante un verdadero desafío histórico, como si nada de lo ocurrido hubiese valido la pena.
Estas mismas circunstancias nos han llevado a la situación de una España ayuna de proyectos y propuestas, que obedece a un generalizado modo de pensar superficial y conformista donde hay cada vez menos pensamiento crítico y debate profundo y riguroso. Y no es habitual, más bien extraño, escuchar discursos sobre un futuro viable y fecundo, o una reflexión con el rigor y la profundidad exigibles sobre los grandes retos y desafíos que tenemos por delante. Ante esta situación, resulta ineludible reivindicar el importante papel que corresponde a la sociedad civil en una democracia vertebrada, para integrar las voluntades y aspiraciones de quienes, respetuosos con el poder constituido y sin menoscabo del papel insustituible de los partidos políticos en una democracia representativa, reivindican sin embargo un espacio civil en el que, con criterios propios, sea posible el planteamiento y la propuesta de solución a los retos de la sociedad española, siempre bajo la orientación de servir a España y de contribuir al bien común.
Bajo esta inspiración nació hace casi dos años Sociedad Civil Ahora, que agrupa a numerosas instituciones de la sociedad civil, y que, bajo el lema «Repensar España: Una aportación desde la Sociedad Civil», ha impulsado la organización del I Congreso Nacional de la Sociedad Civil que se celebrará en Madrid los próximos días 27 y 28 de febrero en el Casino de Madrid.
Un congreso que pretende ser un lugar de encuentro y de convivencia para todos aquellos que tengan a bien asistir y participar en este evento movidos por un sentimiento de compromiso cívico. Pero, al propio tiempo, un lugar de debate y reflexión serena, rigurosa y profunda, que permita, a su vez, alumbrar propuestas positivas, eficaces y operativas sobre las grandes cuestiones que nos afectan como Nación o que representan aspectos vertebrales de nuestra convivencia, y distinguiendo siempre entre lo urgente y lo importante. Distinguir entre lo urgente y lo importante no significa que lo urgente no sea importante, pero sí la necesidad de discriminar entre la tarea de dar una respuesta a corto plazo a los problemas más apremiantes y perentorios, y la de preparación del futuro, una tarea más lenta y profunda, que requiere de una labor de mucho más largo alcance, anticipación y visión estratégica.
Agrupadas en torno a cuatro grandes sesiones de trabajo, se celebrarán dieciséis mesas de debate sobre temas de muy diversa índole, en las que intervendrán casi un centenar de destacadas personalidades de la sociedad, la política, la economía, la empresa, la cultura y los medios, que debatirán sobre un proyecto común para mejorar España. Esperamos y deseamos que este congreso suscite el interés entre la ciudadanía y las instituciones, y nos permita a todos y cada uno de nosotros tomar conciencia de cúal es nuestro compromiso y responsabilidad, para bien de nuestra Nación, pero también como garantía de un legado a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos de una vida civil en paz, justicia y libertad.
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Alfredo Dagnino es secretario general ejecutivo de Sociedad Civil Ahora
LA RECONQUISTA A DEBATE; POR RAFAEL SÁNCHEZ SAUS
A los españoles de mi generación se nos hace difícil comprender cómo ha llegado a ser tan controvertido el término y el concepto mismo de Reconquista.
Rafael Sánchez Saus –
A los españoles de mi generación se nos hace difícil comprender cómo ha llegado a ser tan controvertido el término y el concepto mismo de Reconquista. Tengo ante los ojos el que fuera quizá el manual de Historia Medieval de España más utilizado por los estudiantes de los setenta y los ochenta, debido a un catedrático reconocidamente marxista, José Luis Martín. En él se mostraba reticente hacia la idea de «reconquista», en la medida en que, aclaraba, no hubo siete siglos de luchas continuas movidas por ideales religiosos -algo que hoy, y creo que ya entonces, ningún historiador pretendía-, pero no dudaba en aplicarla para dar cuenta del «avance de las fronteras de los reinos y condados del norte» sobre Al Andalus. Desde entonces la historiografía española ha cambiado mucho, en general para bien, pero evidentemente no podía permanecer inmune al gran debate que desde hace algún tiempo se plantea sobre la existencia misma de España como sujeto histórico, debate que permea todos los grandes procesos y acontecimientos como se ha demostrado, en estos días, con motivo de la conmemoración de la primera circunnavegación del mundo.
Un extranjero, aunque nos conoce muy bien, y ajeno al medievalismo aunque no a la historia, el gran Stanley Payne ha sido capaz de saltar por encima de los charcos de la crónica menor para explicarnos el rango que la Reconquista debiera tener en nuestra historia nacional y en la de la humanidad: «El gran proceso de recuperación y creación conocido escuetamente como la Reconquista es, si se toman en cuenta todas sus dimensiones, un acontecimiento absolutamente único en la Historia, y habría dado a España un papel destacado y sin precedentes en la historia universal, incluso si su pie y huella no hubiera llegado nunca a América».
Frente a esta visión tan potente, ¿somos conscientes los historiadores y medievalistas españoles de hoy de la importancia extraordinaria de lo que Payne observa, tanto si nos adherimos a su juicio como si no? Porque lo que sorprende en el actual y fiero debate sobre la idea de Reconquista es la insistencia en cuestiones de tan escaso porte real como la inexistencia del término en tiempos medievales ni antes de fines del siglo XVIII, o lo supuestamente inapropiado del concepto para describir fenómenos de indudable complejidad que comprendieron no sólo la ocupación territorial, también en buena medida la sustitución de las poblaciones y de la cultura allí asentadas desde hacía muchas generaciones.
El primer reproche, quizá el más repetido hoy, es casi infantil. Todos sabemos que las denominaciones empleadas por los historiadores desde hace varios siglos, tampoco precisamente desde ayer, para referirse a acontecimientos o procesos complejos y de larga duración no son prácticamente nunca contemporáneas a los hechos. La gran mayoría son un producto de la historiografía decimonónica, la primera que los estudió percibiendo o creyendo percibir la unidad que les da sentido, y así han llegado hasta nuestros días esos términos quizá no del todo apropiados pero necesarios para la comprensión histórica, y no digamos para la docencia: «invasiones bárbaras», «imperio bizantino», «califato de Córdoba», «guerra de los Cien Años»… y tantos otros que nunca fueron empleados por las gentes que los protagonizaron, pero sin los que sería imposible una mera conversación sobre los hechos que compendian.
El término Reconquista no podía nacer en la Edad Media porque el latín no lo posee, ni siquiera como idea estricta, pero los españoles de aquellos siglos sí usaron otros poco diferentes para referirse a lo mismo que la palabra «reconquista» evoca: el largo y dificultoso proceso de ocupación del territorio hispano en manos del islam, acompañado de la voluntad de extinción de Al Andalus, considerada ilegítima su propia existencia. Entre los conceptos entonces empleados para designarlo, el de Restauratio Hispaniae fue el más habitual y, al mismo tiempo, el más abarcador y el más cargado ideológicamente. La Restauración de España no podía consistir, tal como se la concebía, en una mera conquista militar, implicaba también el regreso a las formas idealizadas de la Spania anterior a la invasión islámica. Ese ideal goticista, ya desde el siglo IX, identificaba el solar hispano con un pueblo y un reino, heredero del de Toledo, y con una fe, la católica. ¿Debiéramos sustituir Reconquista por Restauración de España? No parecen esas las intenciones de los críticos.
La otra objeción, la de cómo llamar Reconquista a la ocupación de territorios que los cristianos no poseían desde hacía varios siglos, puede parecer más consistente. Sin embargo, teniendo en cuenta que el término responde inequívocamente a la perspectiva de los reinos norteños, de los que los españoles posteriores siempre se han considerado continuadores hasta hoy, lo que hace es subrayar precisamente la fuerte convicción de los conquistadores de estar recuperando algo que era suyo y legítimamente les pertenecía, aunque hubiera sido ocupado durante siglos por gentes sin derecho a ello. Lo indudable es que para que un convencimiento así llegue a cuajar y a formar parte de la identidad de una comunidad, se hace completamente necesario un sentimiento de continuidad entre los reinos cristianos y la España perdida. Ese sentimiento de continuidad, al menos desde el siglo IX, es claramente perceptible.
Pero como sucede a menudo, la justificación y pervivencia del término Reconquista puede estar asegurada por la inexistencia de otro mejor, por la incapacidad de quienes lo rechazan para proponer otro que no posea una tal carga ideológica actual que su empleo pueda hacerse sin repulsión. Historiadores y filólogos debieran ser capaces de prescindir de las suspicacias ideológicas más que científicas que una expresión de tanta solera como Reconquista genera, conseguir separarse de la carga emocional que algunos siguen proyectando sobre acontecimientos irreversibles desde hace cientos de años, como si la resurrección de un Al Andalus mitificado dependiera de ellos y sus trabajos, y comprender que lo que interesa a todos conocer y explicar, más que el nombre, es la magnitud de los fenómenos históricos que el concepto de Reconquista sintetiza.
No podemos hacernos muchas ilusiones: el problema no reside en aceptar o rechazar una mera palabra más o menos apropiada, ni siquiera una idea asociada a un término, a lo que muchos se niegan es a reconocer la formación de una gran realidad histórica y cultural sobre la noción conservada de otra preexistente y el empeño de muchas generaciones en su recuperación. La primera, procedente de los tiempos godos; la segunda, la que la Reconquista cuajó. Cada una fue hija de su tiempo y entre ellas existió un enorme hiato, aunque también evidentes continuidades. Ambas fueron y en buena medida siguen siendo una y la misma España que hoy nos acoge a todos.
Publicado originalmente en ABC (24-01-2020)
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