Hace aproximadamente cuarenta años comenzaba una nueva etapa en la historia de España. La meta hacia la cual se orientó esa nueva etapa era la que el pueblo español anhelaba: el definitivo protagonismo en su propio destino en democracia, libertad y concordia. Pero si la meta era clara, el camino para llegar a ella era incierto y lleno de dificultades. Puede decirse con cierto orgullo que la determinación y el buen sentido de la clase política de aquel entonces y la voluntad del pueblo español hicieron posible allanar esas dificultades. Prevaleció el espíritu de la reforma frente a la ruptura, y se arbitró un cambio político sin traumas, de la ley a la ley. En ese proceso, la Corona representó una voluntad de impulso, un motor para la transformación política, un poder moderador. Y la Constitución, el marco del nuevo orden político. Así nació, como expresión de la voluntad soberana del pueblo español, el sistema constitucional de 1978 en un clima de reconciliación, de esperanza, de generosidad y de patriotismo.
Hoy asistimos con dolor y preocupación a una situación en la que la cohesión y la unidad se han vuelto división; la generosidad, la altura de miras y el sentido de Estado, mezquindad; la ecuanimidad y la ponderación, sectarismo; el afecto entre compatriotas, aversión; y la esperanza, desánimo y frustración. Lejos de ser una Nación orgullosa de sí misma, de su historia gloriosa, de su inmenso potencial y de los éxitos alcanzados, España se encuentra de nuevo ante un verdadero desafío histórico, como si nada de lo ocurrido hubiese valido la pena.
Estas mismas circunstancias nos han llevado a la situación de una España ayuna de proyectos y propuestas, que obedece a un generalizado modo de pensar superficial y conformista donde hay cada vez menos pensamiento crítico y debate profundo y riguroso. Y no es habitual, más bien extraño, escuchar discursos sobre un futuro viable y fecundo, o una reflexión con el rigor y la profundidad exigibles sobre los grandes retos y desafíos que tenemos por delante. Ante esta situación, resulta ineludible reivindicar el importante papel que corresponde a la sociedad civil en una democracia vertebrada, para integrar las voluntades y aspiraciones de quienes, respetuosos con el poder constituido y sin menoscabo del papel insustituible de los partidos políticos en una democracia representativa, reivindican sin embargo un espacio civil en el que, con criterios propios, sea posible el planteamiento y la propuesta de solución a los retos de la sociedad española, siempre bajo la orientación de servir a España y de contribuir al bien común.
Bajo esta inspiración nació hace casi dos años Sociedad Civil Ahora, que agrupa a numerosas instituciones de la sociedad civil, y que, bajo el lema «Repensar España: Una aportación desde la Sociedad Civil», ha impulsado la organización del I Congreso Nacional de la Sociedad Civil que se celebrará en Madrid los próximos días 27 y 28 de febrero en el Casino de Madrid.
Un congreso que pretende ser un lugar de encuentro y de convivencia para todos aquellos que tengan a bien asistir y participar en este evento movidos por un sentimiento de compromiso cívico. Pero, al propio tiempo, un lugar de debate y reflexión serena, rigurosa y profunda, que permita, a su vez, alumbrar propuestas positivas, eficaces y operativas sobre las grandes cuestiones que nos afectan como Nación o que representan aspectos vertebrales de nuestra convivencia, y distinguiendo siempre entre lo urgente y lo importante. Distinguir entre lo urgente y lo importante no significa que lo urgente no sea importante, pero sí la necesidad de discriminar entre la tarea de dar una respuesta a corto plazo a los problemas más apremiantes y perentorios, y la de preparación del futuro, una tarea más lenta y profunda, que requiere de una labor de mucho más largo alcance, anticipación y visión estratégica.
Agrupadas en torno a cuatro grandes sesiones de trabajo, se celebrarán dieciséis mesas de debate sobre temas de muy diversa índole, en las que intervendrán casi un centenar de destacadas personalidades de la sociedad, la política, la economía, la empresa, la cultura y los medios, que debatirán sobre un proyecto común para mejorar España. Esperamos y deseamos que este congreso suscite el interés entre la ciudadanía y las instituciones, y nos permita a todos y cada uno de nosotros tomar conciencia de cúal es nuestro compromiso y responsabilidad, para bien de nuestra Nación, pero también como garantía de un legado a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos de una vida civil en paz, justicia y libertad.
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Alfredo Dagnino es secretario general ejecutivo de Sociedad Civil Ahora
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