Javier Lozano
La de Milena Zambon es una de las muchas historias prácticamente desconocidas de vidas entregadas al amor, que vieron muy de cerca el mal y en lugar de dejarse llevar por el odio decidieron dar el paso contrario.
Durante la II Guerra Mundial perteneció a la resistencia en una red clandestina dirigida por un sacerdote franciscano que se dedicó a salvar judíos y soldados capturados en la zona nazi y fascista. Finalmente, fue detenida y enviada a campos de concentración en Italia y luego al de exterminio nazi de Ravensbrück.
En ayuda del prójimo
Milagrosamente salió viva de allí y este lugar de muerte se convirtió para ella en un lugar para profundizar su relación con Dios. Tras recuperarse de un durísimo viaje de vuelta a Italia debido a su lamentable estado de salud decidió ingresar en un convento de clausura sin que casi nadie supiera su historia. Tuvieron que pasar muchos años hasta que al final el testimonio de la hermana Rosaria fuera conocido más allá de los muros del convento.
Milena cumplió 22 años en el campo de concentración de Ravensbrück
Con apenas 20 años Milena era una de las miles de mujeres que se unió a la resistencia que en Italia luchó contra el nazismo y el fascismo. No tenía un perfil político sino que decidió arriesgar su vida por amor al prójimo. Así ayudó a muchas personas a dejar el país.
Unas amigas le pidieron ayuda para la red clandestina del franciscano Plácido Cortese, sacerdote detenido más tarde por la Gestapo y ejecutado. Este grupo de resistencia se denominaba “Cadena de Salvación”, y en las memorias que la madre superiora le hizo escribir décadas después confesaba, tal y como recoge Avvenire, que “la propuesta me emocionó más allá de las palabras”.
Detenida y torturada primero en Italia y luego en Alemania
Se dedicaba a escoltar y ayudar a escapar hasta la frontera a presos del bando aliado, judíos y perseguidos políticos a pesar de la caza a la que eran sometidos por las temibles SS. “Me había metido en esa peligrosa empresa para la caridad cristiana. Me encomendé a Nuestra Señora recurriendo a ella con confianza ciega en todas mis necesidades” pidiendo la salvación más para los otros que para ella, explicaba la religiosa en sus memorias.
Milena, la última de ocho hermanos, fue detenida en 1944 y duramente torturada en las cárceles de Venecia y Bolzano. Pese a las palizas que sufría no reveló ningún nombre de la red clandestina. También fue detenido junto a ella el padre Cortese, aunque a él lo asesinaron.
El Rosario salvó su vida
A esta joven la enviaron finalmente al campo de concentración femenino de Ravensbrück. Allí logró esconder su Rosario hasta que le fue arrancado. En aquel lugar vio las atrocidades más horribles, como madres que eran obligadas a matar a sus hijos y otras enviadas a los crematorios. “Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, no creería a dónde puede llegar la ferocidad humana”, confesaba esta mujer.
El 13 de diciembre de 1944 cumplió 22 años en este campo de exterminio. El regalo que recibió fue la piel de una patata, lo que supuso el ayuno de la persona que se lo regaló. Mientras tanto, Milena logró sobrevivir rezando una y otra vez a la Virgen. De hecho, confesaba que “me salvé gracias al Rosario”.
Finalmente, el Ejército Rojo liberó el campo de concentración logrando huir y evitando las violaciones que se reprodujeron durante ese momento. En la ciudad de Wittemberg logró conseguir un Rosario y algo de pan. Era lo que necesitaba para sobrevivir.
Un largo y peligroso regreso a su casa
Entonces empezó el largo y peligroso viaje de regreso a Italia. Enferma por su situación en el campo de Ravensbrück vivió un periplo de película viajando en muchos casos escondida en carros, camiones y trenes a través de Berlín, Dresde, Praga, Viena y Verona donde pudo ver en primera persona la tremenda devastación producida en esta guerra.
Convento de San Antonio de Polesine en Ferrara, lugar en el que Rosaria pasó más de medio siglo
Al llegar a su casa su abuela no era capaz de reconocerla. Primero físicamente y después tras meses de pesadillas pudo volver a ser la joven que años antes fuera llevada a Alemania. Pero no encontraba la paz que anhelaba. Dios la llamaba a otra cosa y finalmente en 1948 ingresó en el monasterio de clausura benedictino de San Antonio en Ferrara.
"Siempre escuché al Señor a mi lado"
En este monasterio adoptó el nombre de hermana Rosaria. Esta religiosa asegura que pese al indescriptible mal del que fue testigo y que sufrió en sus propias carnes nunca sintió que Dios no estuviera a su lado. “En este terror continuo siempre escuché al Señor a mi lado como si fuésemos dos, como una ayuda sobrenatural para no apagar la voz de la conciencia”, afirmaba esta monja.
Ya nunca más salió de este convento hasta que falleció en 2005. Fue ejemplo de profunda espiritualidad para su comunidad y para todos aquellos que visitaban el monasterio, donde ella ejercía de portera. Fue gracias a Dios como logró curar tantas y tantas heridas con las que llegó y que logró transformar en luz.
Una vida sencilla y de oración
Únicamente sus hermanas eran conocedoras de la impresionante historia de la hermana Rosaria. Ella no tenía necesidad de hablar de su valentía y heroísmo, pero finalmente sus superioras la instaron a que dejara por escrito una historia que mostraba la bondad de Dios.
De hecho, los miles de turistas que cada año por este monasterios con el objetivo de observar los frescos de la Pasión de Cristo y de la Historia de María de la Escuela de Giottono tenían ni idea de que la humilde monja que les guiaba por aquella iglesia era en realidad la protagonista y testigo de la historia del siglo XX.
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