Javier Lozano
Su nombre dio la vuelta al mundo cuando todavía el fuego seguía devorando la catedral de París. El padre Jean-Marc Fournier, más conocido como el “héroe de Notre Dame”, se jugó la vida al decidir entrar en el templo entre las llamas y mientras se venía abajo el techo para salvar en primer lugar el Santísimo Sacramento y después importantísimas reliquias como la Corona de Espinas de Cristo o la túnica de San Luis.
Sin embargo, esta fama de heroicidad que precede a este sacerdote francés, capellán del cuerpo de Bomberos de París, ha ido irremediablemente unida en su trayectoria al dolor y al sufrimiento por el mal que puede llegar a causar el ser humano.
Afganistán, Charlie Hebdó, Bataclan...
Casi mes y medio después del terrible suceso de Notre Dame, este sacerdote ha abierto su corazón y su dilatada experiencia pastoral en situaciones límite en una entrevista para el National Catholic Register.
El padre Fournier fue ordenado en 1994 y se unió como capellán de las fuerzas armadas francesas en Afganistán. Allí vivió un momento muy complicado con la pérdida de 10 compañeros durante la emboscada en el Valle de Uzbin en 2008. En 2011 volvió a Francia como sacerdote de los Bomberos de París.
Nunca creyó que en París pudiera ver cosas más horribles que lo que le tocó vivir en Afganistán. Pero se equivocó. “Después de la emboscada en el Valle de Uzbin pensé que habría un antes y un después. Cuando enterré a mis amigos creía que esto se detendría ahí. Pero cuando me uní a los bomberos de París y ocurrió la terrible masacre de Charlie Hebdo pensé también que habría sido un punto de inflexión. Luego sucedió el asalto al supermercado kosher, y finalmente el ataque de Bataclan. En todos ellos intervine como capellán de la brigada de bomberos”, explica.
Una asistencia física y espiritual a víctimas y compañeros
De hecho, en Bataclan participó en la evacuación de los heridos mientras todavía se producía el tiroteo y se le pudo ver rezando ante los cuerpos de las víctimas y ofreciendo una absolución colectiva a los heridos.
El padre Fournier explica que “cuando me llaman a la escena de algún desastre primero observo el tipo de comunidad con la que estoy tratando, y podría pedirle a personas de otras religiones que me ayuden. Luego me aseguro de que mis compañeros bomberos no estén heridos, física o espiritualmente, porque las heridas invisibles pueden ser incluso más profundas”.
“Soy una especie de primer enlace –añade- con la unidad de apoyo psicológico, porque no siempre (los bomberos o víctimas) dan el primer paso. Finalmente, cuido de otras personas presentes en la escena, que no están necesariamente afectadas directamente pero que necesitan apoyo. A veces uno puede ser fuente de un poco de paz en un océano de dolor”.
"Soy un peregrino en esta tierra"
El religioso francés ha tenido que ver cosas horrendas y un sufrimiento difícil de entender. ¿De dónde saca la fuerza para seguir? Ante esta pregunta, afirma que “simplemente siento que soy un peregrino en esta tierra” y sabiendo “que todo el mundo que nos rodea es sólo transitorio nos movemos hacia la eternidad. Pero no tendremos la eternidad en esta tierra”.
Por ello, afirma que los sacerdotes como él viven una verdadera compasión por las personas. “Tenemos esta oportunidad real de vivir la Encarnación, y hasta ese punto, Nuestro Señor nos invita a llorar con el llorar, a reír con el que ríe. Con el fenómeno de la muerte vivimos dos cosas diferentes. Lamentamos la pérdida de un ser querido, tal como lo hizo Cristo con su amigo Lázaro; pero al mismo tiempo, celebramos la alegría de entrar en la esperanza”, señala.
Por ello, el padre Fournier indica que “muy a menudo, ser católico es reunir dos cosas opuestas al mismo tiempo, es decir, resolver paradojas aparentes que son irreductibles para la mayoría de nuestros compañeros. Para alguien que no tiene fe, todas esas cosas son totalmente incomprensibles”.
La necesidad de que el mundo vea la importancia del sacrificio
El sacerdote asegura que aunque han ardido más iglesias en los últimos meses en Francia, el gran incendio de Notre Dame fue la que dio la vuelta al mundo, al igual que lo hizo la noticia del coronel francés Arnaud Beltrame, católico asesinado después de intercambiarse por un rehén durante un ataque terrorista también en Francia en 2018.
“En nuestras sociedades, que están considerablemente marcadas por el materialismo ateo y la cultura de la muerte, las personas necesitan percibir algo hermoso, algo que pueda volver a iluminar su vida cotidiana. El hecho de darse cuenta que, de alguna manera, el sacrificio es todavía posible, que uno está dispuesto a ponerse en peligro por algo que como diría San Pablo es ‘necedad para los gentiles, escándalo para los judíos’, da lugar a cuestionamientos personales” en este mundo, relata este sacerdote sobre un caso al que se asemeja también el de Ignacio Echevarría, asesinado durante los atentados en Londres.
Según Fournier, hay una “profunda aspiración” a este ideal de Dios hoy en día, aunque muchos no saben encontrarlo. A su juicio, “la humanidad en su gran mayoría se ha mantenido en un estado de desnutrición espiritual crónica. Piensa en Jesús: comenzó a sanar cuerpos y luego las almas. Cuando fui a la sala Bataclan, por ejemplo, comencé con una hora de primeros auxilios con las víctimas. Hice el entrenamiento necesario al unirme a los bomberos. Después de cuidar los cuerpos, pude comenzar a ayudar a los supervivientes a entender las cosas que les rodeaban”.
Por qué jugarse la vida por unas reliquias
El capellán también fue preguntado cómo explicar a los no creyentes el hecho de jugarse la vida por salvar unas reliquias, tal y como él mismo hizo en Notre Dame. De manera didáctica afirma que “para nosotros, los cristianos, todas las reliquias relacionadas con la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo son extraordinariamente importantes. A veces uno necesita signos tangibles. En eso nos parecemos un poco a esos fariseos, que le pidieron a Jesús que les diese una señal. Y Jesús respondió que no había dejado de dar señales. No necesitamos esto para creer, pero también es cierto que cada elemento adicional que apunta a la credibilidad de la fe es precioso”.
Además, el padre Fournier añade que “es bien sabido que somos los únicos que veneramos una tumba vacía. Y, afortunadamente, está vacío, porque sí Jesús no hubiera resucitado de la muerte, como San Pablo nos recuerda, nuestra fe sería vana. Tenemos al mismo tiempo una tumba vacía, pero también símbolos muy fuertes de este tiempo de salvación, a saber, la Sábana Santa de Turín y la Corona de Espinas. Este símbolo íntimo apoya la fe de los cristianos”.
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