Utilizaré esta jornada de reflexión para reflexionar. Me preocupa la puerta angosta de la democracia. Sé de personas valiosas con vocación política que no han dado el paso por algún pecado original, como haber cobrado algo en negro (poco), haber hecho alguna ingeniería fiscal (legal) para sortear (algo) la presión fiscal o haber defendido opiniones (legítimas) que para la opinión pública son escandalosas. Peccata minuta en el peor de los casos y ni peccata en la mayoría; y, sin embargo, inhabilitantes en la práctica.
Mientras tanto, comportamientos sociales menos presentables no suponen el menor inconveniente. Me refiero, para no pecar de abstracto, a plagiar una tesis, a no haber pegado un palo al agua en la vida, a no cumplir la palabra dada en el matrimonio o en relaciones de pareja, etc. Y esto lo acepto, ojo: el orden político es distinto (al César lo que es del César) de los códigos morales privados; pero, por coherencia con nuestros compartimentos estancos, esto debería implicar un escrupuloso cumplimiento de la ley, puesto que son las reglas del juego. Si al César lo del César, vale: lo del César Augusto.
No puede haber unas leyes, tan pequeñitas que apenas son reglamentos o costumbres, que sí inhabilitan, y leyes esenciales, hasta la mismísima Constitución, que pueden saltarse tan rentablemente. Volvamos a concretar: que juren y perjuren quienes dieron un golpe o que la presidente del Congreso trate de no cumplir las instrucciones del Tribunal Supremo son agravios para millones de españoles que se atienen estrictamente a la ley.
Algunos me replicarán que esos actos son consecuencia de posiciones ideológicas legítimas, pero no estaré de acuerdo. ¿Por qué nuestro sistema privilegia unas ideologías, digamos el independentismo, y no otras, como el liberalismo, que sostiene que Hacienda nos roba y reclama el derecho a decidir… qué hacer con su dinero? Hermann Terstch ha denunciado con gracia una asimetría paralela, notando que con él, porque en su lejana juventud fue comunista, no se mete nadie; pero que a Buxadé, porque en su lejana juventud fue falangista, no le dejan vivir.
Se nos está escamoteando uno de los principales principios democráticos. ¿El respeto a la ley? Sí, por supuesto; pero estaba pensando en el «Todos moros o todos cristianos». En democracia, la ley tiene que ser igual para todos, sí, y además, todas las leyes deben ser iguales entre sí.
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